Foto: Sadiel Mederos
Aumenta mortalidad infantil y disminuye esperanza de vida en Cuba
15 / febrero / 2023
En la primera quincena de enero de 2023 el Ministerio de Salud Pública (Minsap) informó de la muerte de ocho recién nacidos prematuros y con bajo peso en el Hospital Ginecobstétrico Universitario Diez de Octubre, en La Habana. Una nota posterior elevó la cifra a diez neonatos fallecidos en el mismo centro. La terrible noticia es expresión y consecuencia de un sistema sanitario en evidente deterioro, pues el retroceso en relación a las tasas de mortalidad infantil en el país es una constante desde hace dos décadas.
La mortalidad infantil es un indicador que recoge la muerte de un bebé tras su nacimiento y antes de cumplir su primer año de edad. El indicador no incluye los bebés que nacen sin vida, por lo cual es un indicador susceptible a ser manipulado en los registros administrativos de los hospitales.
A inicios de 2023 el Minsap admitió que el Programa de Atención Materno Infantil (PAMI) no cumplió los resultados planificados, lo que se expresó en una tasa de mortalidad infantil de 7.5 por 1 000 nacidos vivos en 2022, inferior a la del año anterior, pero aun así preocupante para un país que se vende ante la mirada internacional como una potencia médica.
Por otra parte, los números de nacimientos no son halagüeños: «se reportaron 95 402 nacidos vivos, 3 694 menos que el año anterior», indica la nota oficial.
La alerta no solo se confirma en números sino en historias.
En septiembre de 2022 una bebé llamada Kendall, con apenas siete meses, murió por negligencia médica en el Hospital Infantil «José Luis Miranda», de Santa Clara, denunciaron los familiares.
Luego, el 30 de octubre, otro niño falleció en el hospital capitalino «Enrique Cabrera», también por presunta negligencia médica. La madre, Solangel Pérez Escalante, aseguró que nunca pudo abrazar a su hijo en las treinta y pocas horas que estuvo vivo, ya que «no había camas en la sala» y los cupos eran vendidos por personal del hospital a 500 pesos cubanos (CUP), denunció.
Nueve días más tarde, el 8 de noviembre, otra madre lloraría la pérdida de su bebé en el mismo centro hospitalario. Roxana Periú Ramírez, madre de la pequeña, asegura que fueron la negligencia y la falta de recursos en el sistema de Salud Pública las razones por las cuales murió Emily con 11 días de nacida.
El riesgo de nacer en Cuba
Lo que reflejan las estadísticas oficiales es que desde el 2000 ha aumentado el número de bebés que fallecen por cada 1 000 nacidos vivos, y que la población no blanca «tiene una desventaja significativa tanto en la mortalidad infantil como en la esperanza de vida al nacer». Es decir, en este grupo poblacional mueren más recién nacidos y se espera que quienes sobrevivan al primer año tengan una vida más corta que la población de piel blanca.
Así lo evidenció un estudio publicado por el demógrafo cubano Juan Carlos Albizu-Campos Espiñeira, en el que analiza que la brecha entre las tasas de mortalidad infantil de las poblaciones negras y blancas aumentó a partir de 2016, al alcanzar su valor máximo en 2019, último año reflejado en su investigación.
Según el Minsap, las causas principales de mortalidad infantil en 2022 fueron «las afecciones perinatales, relacionadas fundamentalmente con el bajo peso al nacer, la prematuridad y el retardo del crecimiento intrauterino, además de las malformaciones congénitas y la sepsis».
Los motivos son múltiples. En una nota oficial publicada el pasado 6 de febrero el MINSAP admitió que las muertes de los neonatos estuvieron asociadas a negligencias por parte del personal médico, la carencia de medicamentos y recursos, así como violaciones de las medidas higiénico-sanitarias. Por otro lado, la declaración del Minsap arroja luces sobre otros temas que no tienen visibilidad, como son las condiciones de vida de las gestantes en Cuba, el trato obstétrico y la mortalidad materna.
En 2021, el fallecimiento de las gestantes tuvo un aumento desproporcionado con relación a años anteriores al alcanzar los 176.6 eventos por cada 100 mil nacimientos, asociados principalmente a la emergencia sanitaria por el coronavirus.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) reporta que en Cuba, entre 2000 y 2020, la tasa promedio de mortalidad materna era de 40.4 fallecimientos por cada 100 mil nacidos vivos.
La violencia obstétrica en los hospitales cubanos es sistémica, así lo confirma el proyecto de periodismo independiente Partos Rotos, que recogió las declaraciones de 514 madres de las provincias Pinar del Río, Camagüey y La Habana, siendo este último territorio el de mayor representación.
A pesar del carácter aleatorio de la muestra y de que las reporteras señalan que los resultados no son representativos de «todas las experiencias de parto en el país», el 41 % de las encuestadas dijo haber sido víctima de algún tipo de violencia dentro del sistema de salud.
«Un 76 % de las madres que tuvieron un parto vaginal afirmó que se les practicó una episiotomía (incisión quirúrgica en la zona del perineo femenino cuyo objetivo es ampliar el canal para apresurar la salida del feto y disminuir la duración del parto). De ellas a solo el 21 % le pidieron consentimiento y al 73 % no le aplicaron anestesia para cortarlas», subraya Partos Rotos.
La esperanza de vida, otro indicador en declive
Cuba es uno de los países más envejecidos de la región latinoamericana. En julio de 2022 el 21.6 % de la población cubana era mayor de 60 años.
Diego González, director general del Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), dijo al estatal diario Granma que «el envejecimiento es reflejo de la alta esperanza de vida de la población que alcanza los 78.45 años». Sin embargo, la investigación de Albizu-Campos Espiñeira muestra que desde hace una década hay una tendencia al descenso en el indicador, especialmente en la población nacida con sexo masculino.
En 2012 la esperanza de vida al nacer era de 76.49 para los hombres y de 80.75 para las mujeres, en cambio en 2021 esos valores bajaron a 68.94 y 73.90 respectivamente.
Las autoridades sanitarias cubanas sostienen que las causas fundamentales de muerte en los cubanos mayores de 60 años son las enfermedades del corazón y cerebrovasculares y los tumores malignos.
Según los pronósticos gubernamentales con base en el último censo de población y viviendas realizado en 2012, se espera que para 2035 haya un incremento acelerado del envejecimiento poblacional. Dichas estimaciones resultan obsoletas, pues en el panorama demográfico del país han incidido negativamente el éxodo masivo de cubanos y la pandemia del coronavirus.
En consecuencia, la estructura de la población pudiera mostrar cambios significativos, como un mayor envejecimiento del previsto y por ende un incremento en la relación de dependencia. Es decir, a cuántos ancianos y niños deben cuidar los jóvenes y adultos con edad laboral. En 2021 se estimaba que, por cada 1 000 habitantes entre 15 y 59 años, había 596 personas en edades inactivas.
En su propuesta de análisis sobre la mortalidad en Cuba, Albizu-Campos destaca que existen tres escalas que influyen en el comportamiento demográfico: el nivel social, el ámbito familiar y el nivel individual. Entre ellos, hay elementos que determinan la evolución de la mortalidad, la fecundidad y la migración, tales como las condiciones económicas, ambientales, sociales, políticas, religiosas y culturales; así como las condiciones y calidad de vida, la categoría socio ocupacional, la clase social y las condiciones de salud que presenta la persona.
Aunque la pérdida de esperanza de vida inició en 2012, la pandemia tuvo un efecto catalizador, con repercusiones en otros ámbitos sociodemográficos. «El 60 % de los años de esperanza de vida potencialmente perdidos, atribuibles a la COVID-19, se concentran entre los 15 y los 59 años, afectando todo el período reproductivo y todo el ciclo económico en ambos sexos, pero más en las mujeres (3.29 años potencialmente perdidos) que en los hombres (3 años)», asegura el demógrafo.
La debacle demográfica cubana
La crisis migratoria cubana y la situación puntual que la ha desatado —dolarización de la economía, inflación, escasez de alimentos y medicinas, deterioro del fondo habitacional, represión y ausencia de derechos básicos— tiene también un saldo demográfico que muchos ignoran.
Según la proyección de la población realizada por la ONEI, en la isla debían residir en 2021 alrededor de 11 113 215 habitantes. De ese total, se estimaba que el 63.4 % se encontraba en edad laboral.
Sin embargo, se trata de datos basados en proyecciones poco confiables. Conforme al Anuario Demográfico de la ONEI de 2021, se esperaba que en 2035 la población disminuyera en apenas 14 738 habitantes. La realidad ha logrado imponerse y en apenas un año y tres meses más de 300 mil cubanos abandonaron el país, mientras las tasas de fecundidad decrecen desde 2018.
A lo expuesto se suma un incremento en los índices de mortalidad tras la llegada de la pandemia y el auge de otras enfermedades como el dengue.
En este sentido, en 2021 se reportaron 167 645 muertes en todo el país, que superan en más de 55 mil los decesos reportados el año precedente. Y algo aún peor: si se toma como referencia el promedio de muertes registradas entre 2010 y 2019, años en los que no había coronavirus, dicha diferencia aumenta a casi 70 mil. Sin embargo, el régimen solo ha reportado poco más de 8 500 fallecidos por esta causa desde que comenzó la emergencia sanitaria.
La isla necesita un índice de reemplazo poblacional de 2.1 hijos por mujer al final de su período reproductivo, según expresara González Galbán en julio de 2022, pero la tasa actual es de 1.45.
Ante este contexto tan desalentador, el régimen ha implementado medidas de lenta ejecución. Una de ellas fue el compromiso de otorgar vivienda y matrículas en círculos infantiles a aquellas madres con al menos tres hijos. Una promesa sin respaldo que en la actualidad tiene más reclamos que rendimientos.
A finales de 2022, Vivian Rodríguez Salazar, directora general de Vivienda, dijo que desde 2019 hasta el cierre de ese año se habían beneficiado un poco más de 7 mil madres y han concluido sus viviendas 3 482. No obstante, el número de madres identificadas asciende a 61 661, de ellas el 74 % con necesidad de viviendas o acciones constructivas.
Por otro lado, la escasez de métodos anticonceptivos en el país pareciera una nefasta coincidencia que no solo está afectando a las mujeres adultas en edad fértil, sino también a adolescentes que están expuestas tanto a enfermedades de transmisión sexual como a embarazos no planificados.
¿Qué sucede y qué le espera a la población cubana en términos demográficos? son interrogantes difíciles de responder porque, además, el Censo de Población y Vivienda planificado para 2022 ha sido postergado por el régimen bajo la justificación de que no existían las condiciones económicas para efectuarlo.
Lo cierto es que Cuba se ha convertido en un caos demográfico en el cual, por diversos motivos, los abortos superan el número de nacimientos en algunas provincias, aunado al reciente éxodo migratorio y un envejecimiento acelerado de la población; elementos que apuntan a que los problemas sociales del país están lejos de terminar.
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Alex Pons