«Hace diez años aquí había vida», masculló Milagros mientras caminábamos el trillo polvoriento que atravesaba las ruinas del central azucarero «Diez de Octubre», cercano al municipio Ranchuelo, en Villa Clara. Era una mañana especialmente soleada para ser 15 de febrero de 2018 y aprovechamos la sombra de la chimenea que se alargaba junto al camino.
Milagros, de 44 años entonces, añoraba el hervidero de dos mil trabajadores, animales y camiones entrando, saliendo, rodeando el central azucarero «Santa Rosa», fundado en 1868 y rebautizado «Diez de Octubre» a partir de 1970.
Pero la vida cambió y el central fue demolido[1]. Algunos locales en pie se convirtieron en viviendas o corrales de cerdos. O fueron abandonados y saqueados.
Las personas también tuvieron que adaptarse: trabajar en la agricultura regional o estudiar en un curso nocturno para los mayores de 17 años que quisieran obtener el nivel medio escolar. Tarea «Álvaro Reynoso» le llamó el Gobierno. Irse del lugar también era una opción, aunque aquellos que nacieron oyendo el pitido del central no pudieran imaginar qué hacer después, como sus padres y abuelos.
Además de algunos dirigentes, solo los niños debieron asistir al acto por el inicio del curso para adultos (Facultad Obrero-Campesina), llevados por sus profesores… Tal vez para que hubiera alguien que llenara los largos bancos del local techado de guano, como si así de fácil se completaran los vacíos que ciertas personas se empeñan en catalogar de «existenciales».
La vida siguió. La vida pasó.
[1] En 2002 comenzó un proceso de «reordenamiento» en el Ministerio del Azúcar llamado Tarea «Álvaro Reynoso», que cerraría 98 centrales azucareros en todo el país.
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