Comer verdolaga, en contingencia y con guapería

Ilustración: Mary Esther Lemus

Comer verdolaga, en contingencia y con guapería

20 / octubre / 2023

La biopolítica del hambre ha sido usada por varios regímenes para generar docilidad y fragmentación en la sociedad. El control sobre la distribución de la comida es para el régimen cubano una forma de vigilancia coercitiva y disciplinante que se acompaña con un discurso engañoso y que enajena.

Período Especial en tiempos de paz

Durante la debacle económica de la década de los noventa en Cuba, la palabra crisis desapareció del mensaje oficial y fue sustituida por la frase «Período Especial en tiempos de paz», anunciada a finales de agosto de 1990 por Fidel Castro. 

La nomenclatura, que rescataba la doctrina militar de los ochenta «en tiempos de guerra», surgió como estrategia de «resistencia» en tiempos de paz; un estado militante para asegurar el funcionamiento de la actividad económica y social de la nación, bajo el asedio del «enemigo imperialista»1. La fraseología del Período Especial demandaba priorizar recursos, esfuerzo y rigor. 

Fidel afirmaba: «el Período Especial nos ha obligado a un esfuerzo extraordinario en este terreno como una cuestión de supervivencia». Y avisaba: «la parte peor del Período Especial está por pasar en 1992, es la prueba de fuego, porque ya de ahí no se puede poner peor». 

En adición, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y las dependencias del Partido Comunista de Cuba (PCC) compilaron y editaron folletos alegóricos a la severidad del momento. Así nació en 1991, bajo el sello de la editorial militar Verde Olivo, el volumen El libro de la familia. El ejemplar aportaba consejos necesarios para la llamada «opción cero», momento más difícil del Período Especial, en que prácticamente no se recibió ayuda del exterior. Le siguió en 1992 Con nuestros propios esfuerzos. Algunas experiencias para enfrentar el Período Especial en tiempo de paz. La obra incluía recetas de «croquetas de verdolaga», «ensalada de ceiba» y «bagazo de caña como fibra dietética».

La coyuntura

El discurso oficial posterior ha camuflado las siguientes crisis con otros eufemismos. Cuando el 11 de septiembre de 2019, en comparecencia especial en el programa televisivo Mesa Redonda, el presidente Miguel Díaz-Canel anunció un período «coyuntural» dentro de la «continuidad» los cubanos sintieron una extraña familiaridad. El concepto había marcado su toma de posesión para contrarrestar la idea de una transición.

El político anunció el estrechamiento del «cerco» como consecuencia del «plan genocida» estadounidense. Aseguró que se implementarían medidas coyunturales con «el espíritu de resistencia y de victoria que siempre ha caracterizado [a los cubanos]».

Un mes antes el mandatario afirmó que el Período Especial había sido «un gran acto de creación colectiva» (Granma, 4 de julio de 2019). Sin embargo, en las calles cubanas hacía meses que se registraban problemas en la adquisición de productos básicos como harina de trigo, huevos, aceite vegetal, carne de pollo y porcina. La escasez afectaba tanto los servicios estatales como los privados. Se racionaba el gas licuado y los precios en el mercado negro aumentaban de forma exponencial.

La contingencia

La nueva etapa ha comenzado, la rectificación de errores a la Tarea Ordenamiento, y de la coyuntura a la contingencia. En la Mesa Redonda del pasado 27 de septiembre, tras meses de inseguridad alimentaria, hídrica y energética, se anunciaba la profundización de la crisis multisectorial en dos esferas fundamentales, el retraso de los productos normados distribuidos por la libreta de abastecimiento y el recorte del combustible; cuyo déficit se ha prolongado por meses.

Unos días antes, en la clausura del X Congreso de los CDR, Díaz-Canel recurrió al término creatividad para enfrentar la crisis «con guapería cubana porque aquí no se rinde nadie».

En paralelo, la prensa oficialista ha fomentado el consumo de productos alternativos, alejados de la dieta tradicional cubana. Se retoman ingredientes típicos de los noventa como el corojo, el bledo, la caña fístula y la verdolaga, en sustitución de otros desaparecidos por el desabastecimiento. En el mismo orden, a falta de la harina de trigo, se promueven harinas derivadas de la yuca o el maíz. 

Se retoma la cría de animales de corral y la siembra autónoma, incluso se sugiere la idea de la acuicultura familiar —en un país con graves problemas en el suministro de agua— y la campaña «Cultiva tu pedacito» en aras de «sacarle el quilo a lo que tenemos», una frase acuñada por el presidente.

La biopolítica cubana y las narrativas del hambre

En términos generales, el discurso oficial ha evitado tradicionalmente términos de ruptura como crisis o transición, que evidenciaría un descalabro económico o la necesidad de un cambio sistémico. En contraste, la actual retórica usa recursos como el nacionalismo (soberanía), el mesianismo (pronósticos de líderes como Fidel Castro), la superioridad moral (defensa de causas justas ante el enemigo en relación dicotómica capitalismo vs. socialismo), la excepcionalidad (período de anormalidad temporal que requiere esfuerzos especiales) y el externalismo (radicación de las causas de los problemas en factores externos). 

La excusa estatal para justificar el declive económico de la isla ha sido la política de embargo comercial de Estados Unidos. Pero la narrativa de «país bloqueado» omnipresente en la biopolítica insular, aunque no deja de ser pertinente, ha monopolizado la rendición de cuentas gubernamentales ante la sociedad, al justificar su administración económica, proteger su capital político y otorgarle una carta de entendimiento frente a organizaciones internacionales.

Otro de los frentes discursivos más empleados en la retórica cubana actual es la promoción de la soberanía y la seguridad nutricional y alimentaria. La redacción de una ley sobre el tema ha otorgado credibilidad y elogios por parte de entidades como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Sin embargo, más allá de aspiraciones loables sobre alimentación, no parecen existir intenciones operativas para que funcione un esquema productivo nacional sin dependencia de las exportaciones y sin control estatal.

Un ejemplo de ello es que las 63 medidas para estimular la producción agropecuaria en el país, aprobadas en abril de 2021, no solo no han dinamizado el sector, sino que no han logrado parar un derrumbe mayor. A la hora de rendir cuentas, dos años después, Manuel Santiago Sobrino Martínez, ministro de la Industria Alimentaria, avisó que estas no eran medidas estáticas, sino que «se irían mejorando». A su vez, el primer ministro de Cuba, Manuel Marrero, eludía responsabilidades y justificaba el descalabro productivo por la «mala gestión» de cooperativas y centros de gestión privada.

Por el momento, el lenguaje triunfalista, escoltado por paquetes de medidas temporales, no puede disimular el saldo crudo que arroja la realidad cubana. En encuesta nacional de Food Monitor Program la percepción ciudadana es que el discurso político y su burocracia son inoperantes. 

A la pregunta «¿cuál cree que sea la causa del desabastecimiento?», un 67.30 % aduce la falta de productividad del campo debido a fallos de la administración del país, frente a un 11.36 % que lo adjudica al embargo estadounidense. Lo cierto es que, detrás de consignas, indicadores mediáticos, afirmaciones abstractas y promesas redentoras, no se vislumbran soluciones que representen un cambio positivo, estable y a largo plazo para la vida de los cubanos.

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