La prolongada crisis económica que atraviesa Cuba ha provocado un fuerte incremento de la inflación, que ha alcanzado niveles récords según estimaciones realizadas por el Observatorio de Monedas y Finanzas de Cuba (OMFi).
De acuerdo con el más reciente informe del OMFi, el nivel de precios para los consumidores se ha elevado entre 11.6 y 19.1 veces desde que comenzó la actual crisis económica (2019-2022).
Las cifras superan ampliamente el incremento de solo 2.9 que refleja el Índice de Precios al Consumidor (IPC) que publica la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) y que calcula la variación promedio experimentada por los precios de los bienes y servicios en un período de tiempo determinado.
El IPC oficial registró una inflación anual de 77.4 % en 2021. Sin embargo, otros indicadores calculados por la ONEI, como el deflactor (índice de precios) del consumo de los hogares y el deflactor del PIB, alcanzaron tasas superiores al 400 % ese año.
Las tasas de inflación de tres dígitos son las que surgen cuando en un período de un año se produce un incremento desmedido de los precios y se nombra «inflación galopante». Las actuales en Cuba son las más elevadas de las que se tenga registro en la historia económica. El máximo previo fue una tasa anual de 183 % en 1993, durante el Período Especial.
Los estudios del OMFi señalan que las estimaciones actuales de inflación duplican el récord alcanzado en los años noventa. Tan solo en 2021, el incremento generalizado de precios fue más del doble que en el peor momento de los primeros años tras la caída de la URSS.
¿A qué se debe la divergencia entre las cifras oficiales y las estimaciones independientes? El problema radica en que la base de cálculo del IPC está desactualizada, como reconoció la ONEI desde que comenzó a publicar el indicador con frecuencia mensual en 2021.
La canasta de bienes y servicios que se emplea para estimar el IPC no refleja los cambios en los patrones de consumo ni la importancia actual de actores económicos como el sector privado, el comercio electrónico y el mercado informal.
La última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) que sirve de base para el cálculo se realizó entre 2009 y 2010, antes de la expansión de las formas de gestión no estatal de la última década. Tampoco recoge el impacto del ordenamiento monetario ni de la aguda crisis económica de los años recientes.
Por tanto, aunque el IPC oficial sigue una metodología rigurosa para monitorear la evolución de los precios, la desactualización de sus ponderaciones hace que subvalúe de manera significativa el incremento real del costo de vida para los cubanos.
El abrupto descenso de la producción, la escasez de bienes básicos, la devaluación del peso cubano y la incontrolada expansión monetaria y crediticia explican que la inflación haya entrado en una espiral de crecimiento récord, de acuerdo con los expertos.
La drástica contracción económica, con una caída del PIB de más del 10 % en 2020 y escaso crecimiento en 2021, redujo la oferta de bienes y servicios disponibles para la población. Mientras, la masiva emisión de liquidez por parte del Banco Central de Cuba como mecanismo para financiar el creciente déficit fiscal disparó la demanda.
La mayor demanda enfrentó una menor oferta, lo que presionó el alza de los precios. A su vez, la devaluación del peso en el mercado informal (en el que se forma la tasa real de cambio) encareció el costo de las importaciones en moneda nacional.
Los efectos negativos de la pandemia de COVID-19, las sanciones económicas de Estados Unidos y los errores en la implementación de la reforma monetaria agregaron presión sobre una economía que acumulaba desequilibrios e ineficiencias estructurales.
El resultado ha sido un descontrol de la inflación que pulveriza récords históricos y reduce aceleradamente el poder adquisitivo del salario y las pensiones de los cubanos en medio de una profunda crisis de desabastecimiento.
Ante el panorama, resulta urgente que la ONEI actualice la medición del IPC para reflejar el dramático incremento del costo de vida real que sufren las familias cubanas. De lo contrario, las cifras oficiales seguirán distorsionando la magnitud real del deterioro económico y sus efectos sociales.
Solo así se podrá dimensionar con precisión el asunto que corroe el poder adquisitivo de los cubanos y adoptar políticas económicas que controlen la escalada de los precios y que garanticen la recuperación.
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