Una parroquia ubicada en la calle de la Beneficencia de Madrid sirve de almacén y puesto de mando de un improvisado centro de recogida y envío de medicamentos a Cuba.
El pastor del lugar, un cubano, cedió el espacio a un grupo de paisanos que buscaban desesperados la mejor manera de hacer llegar medicamentos al país.
Han recorrigo el mundo imágenes de hospitales colapsados, centros de aislamiento en pésimas condiciones, personas en los pasillos esperando recibir atención. Muchos cubanos en el exterior han comenzado a movilizarse para enviar medicamentos y otros insumos médicos a los necesitados.
Masiel Rubio, socióloga, editora y actriz de 36 años, es una de las principales responsables de ese esfuerzo desde España, tanto en la parroquia como en las redes sociales.
En su perfil de Facebook escriben cientos de personas solicitando medicinas y contando sus penas. Dejan el nombre y un número de teléfono y Masiel ve qué puede hacer.
Le había oído decir en una transmisión directa que dormía poco. Al conocerla en persona, el aspecto de sus ojos lo confirmó. El sueño no es lo único que se le ha afectado: de una semana a otra la vi mucho más delgada. Ha descuidado el trabajo que le da de comer y bromea con que la relación con su pareja pende de un hilo. Todo es ahora secundario para esta mujer que mueve voluntades y paquetes de un lado a otro, en un flujo solidario conmovedor.
A menudo llegan al lugar personas con medicamentos para donar. Cubanos y españoles que oyen de boca en boca sobre el empeño que este grupo le pone a una misión en la que invierten más tiempo del que podrían permitirse, descuidando sus propias obligaciones.
Masiel es la fuerza motora, pero no es la única. Muchas personas se están dejando una parte de sus días allí, sean cuales sean sus motivos, ordenando, recibiendo donaciones, calificando medicamentos, armando paquetes, haciendo llamadas, comprando insumos necesarios para embalar y empaquetar.
Las puertas de la parroquia anglicana están siempre abiertas. Se entra a una habitación rectangular con mesas alargadas en los bordes y en el centro, en donde se brinda ayuda y alimentos a las personas necesitadas, una función que sigue prestando la parroquia cada miércoles, rodeados de cajas de medicamentos que esperan llegar a Cuba.
Imágenes de santos y beatos llenan las paredes y parecen fiscalizar las dinámicas que se han ido creando sobre la marcha como parte de este esfuerzo colectivo. Yo llegué sin conocer a nadie y a los diez minutos estaba armando paquetes, con la mirada de San Pedro clavada en la nuca.
Esos paquetes van para personas, con nombre y apellidos, en algún lugar de Cuba. Gente que pide con desesperación medicamentos a través de las páginas de Facebook de Masiel, Patricia Cepeda, Salomé García, Yanelis Núñez y otras que han conformado este equipo desde el principio.
Contribuyendo con unas libras de su equipaje, personas que van para Cuba pasan por la parroquia a llevarse lo que puedan y lo entregan luego en la isla. Allá está otra parte del equipo moviéndose, articulándose, entregando ayuda, a pesar de las limitaciones de movimiento por la pandemia.
También se realizan envíos a hospitales o instituciones, como el Centro Martin Luther King, que funciona como punto de colecta para redistribuir ayudas. Han enviado paquetes a través de agencias, pago de equipaje extra a viajeros, cargas no acompañadas y de todas las formas posibles.
Para apoyar este esfuerzo, además de medicamentos, también se pueden hacer donaciones de dinero a la cuenta Ayuda Humanitaria en la plataforma Ko-Fi. Con lo recaudado se compran medicamentos de alta demanda.
Se compran maletines, se pagan envíos, se hace lo posible para que los tantos medicamentos que se logra juntar en la parroquia y otras sedes de España puedan llegar a Cuba y aliviar las dolencias de miles de personas.
“Nosotras somos un grupo de mujeres locas aquí, haciendo lo que podemos. Mira tú qué invasión vamos a hacer”, bromea Masiel ante las acusaciones de que la ayuda humanitaria tiene necesariamente un trasfondo político.
En medio del calor tórrido del verano madrileño, cuando el ventilador de la parroquia no basta y el aire que corre entre las cajas de medicamentos es caliente y espeso, esas mujeres locas viven a menudo sus pequeñas fiestas, cuando alguien llega con antibióticos o cuando aparece una nueva vía para mandar una carga o cuando reciben por Facebook testimonios que cuentan y agradecen que la ayuda… ¡Llegó!
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