—La Habana acaba de cumplir 505, una cantidad capicúa de años. El picúo de Díaz-Canel ha hecho algún que otro recorrido por sus calles. Gracias a él me entero de que la mierda que flota en muchas de ellas tienen como principal razón la rotura del sistema automático de limpieza del llamado «Cubo del otrora Muelle de Caballería, principal punto del sistema de alcantarillado central de la ciudad», y que en similar situación se encuentran los motores de la Estación de Bombeo de Residuos de Casablanca.

—Así estarán de molestos Noya, presidente del Instituto de Información y Comunicación Social, y Ronquillo, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba, por el flagrante incumplimiento de la Ley de Comunicación Social. Qué clase de porquería no informarle al pueblo hasta la fecha.

—El Gobierno teme que la gente se ponga a blasfemar pestes del asunto, y que el hedor se confunda con los excrementos a borbotones que hay ya en los barrios. Pero al menos la obstrucción del sistema de la Casa de Rejas de la Avenida del Puerto parece tendrá próxima solución a partir de fondos donados por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

—El laxante siempre llega de afuera.

—«Esta ciudad es bella —ha dicho el presidente—, pero tenemos que ir curándole las heridas».

—Sobre todo las del ano.

—El también primer secretario del PCC «se refirió a la necesidad de actualizar el estado del parque de equipos de Servicios Comunales, hoy con un muy bajo nivel de disponibilidad técnica», para unos minutos después agregar: «No podremos mantener la cantidad de equipos que están trabajando hoy en la limpieza de La Habana». Canta strike y luego embaraja la bola.

—¿Sabes si hizo alguna crítica al irreprimible afán de los trabajadores de Comunales de arrasar buldócer en ristre con cuanta acera ven a su paso?

—Miguel solo declaró que «es indispensable que los trabajadores de Comunales dejen bien limpios los lugares dispuestos para los contenedores, los cuales deben quedar en su lugar y tapados». Quizás Tribuna de La Habana insinuó algo con la siguiente frase: «¡Tremendos! Así son los cubanos. Tan naturalmente tremendos, que no haría falta caminar mucho para corroborarlo».

—El presidente no puede caminar mucho, no por su complexión física, que es naturalmente tremenda, sino por ese mar de pueblo que lo para en las calles.

—En un salidero de cariño.

—A él no puede culpársele de que «la añeja pero elegante dama» que es la capital de todos los cubanos nos reciba cada amanecer para mostrarnos sus encantos «con su franco deterioro producto del paso de los años y el maltrato que le han propiciado algunos que no han logrado apreciar su maravillosa existencia».

—Los de Comunales entre ellos. Contribuyen como nadie a ese franco deterioro, a pesar de que su servicio se paga con el capital de todos los cubanos.

—Hablando de deterioro: nadie de la comitiva que realizó el recorrido, ni siquiera la Chapman, que está en el hit parade, pidió se incluyera en este al Mercado de Cuatro Caminos, «una singular plaza comercial» que recobró su vida justo cuando la urbe habanera cumplió sus 500 años, con un mobiliario contemporáneo «capaz de realzar la imagen, la limpieza y la frescura de los productos ofertados» y que prometía «ser, como antaño, epicentro mercantil de la ciudad».

—Epicentro fue. ¿No recuerdas la avalancha de gente que cual maremoto se precipitó sobre la tienda el día de su reinauguración?

—Fueron consecuentes con lo anunciado por la prensa: «Volverá a convertirse en el punto con mayor afluencia de comercios, mercancías, ir y venir de pueblo y tránsito; se animará para retomar la impronta bulliciosa de los cubanos».

—Bullicio no faltó, la verdad. Pero si algo ha retomado el Mercado de Cuatro Caminos al cabo de cinco años es esa varita de convertirlo todo en mierda que poseen los aprendices de magos que dirigen los destinos del país. Saben que el único destino que le queda a sus habitantes es dirigirse al aeropuerto.

—Siempre queda la esperanza de recordar a Eusebio: «Durante cinco siglos entró la flota al puerto de La Habana, en los primeros trayendo los destinos de América en sus tablas. Se enfrentaron en el Estrecho de la Florida, a la boca del Golfo de México, en el Cabo del Holandés, y salieron camino de Las Canarias, por la ruta atlántica, con piratas y corsarios. Sin embargo, La Habana prevaleció al incendio de Sores, al sitio brutal de los británicos en 1762, con sus artilleros negros, con sus mujeres valientes, con su don Luis de Velazco, en lo alto del Castillo, defendiendo sobre el muro la fortaleza; el marqués González, Pepe Antonio en Guanabacoa…».

—Y tendremos que seguir defendiéndola de Canel y comitiva.