Pinar Río, Cuba. Foto: Tomada del perfil de Facebook de Claudio Pelaez Sordo.
Pinar del Río, zona de desastre ¿y de olvido?
3 / octubre / 2022
La prensa estatal cubana habla de Pinar del Río. Ha habido, al menos, un reporte diario en cada uno de los espacios informativos de la televisión.
Los medios oficiales muestran, a la vez, la dureza de lo vivido y publican textos como «Lo que no sabía Ian, hoy es día de victoria», del periódico Granma. El día que los pobladores de Pinar del Río, la Isla de la Juventud y Artemisa vivían uno de los peores amaneceres de sus vidas, el panfleto oficial del Partido Comunista aseguraba: «Ian sacó mal la cuenta, porque hoy es 28 de septiembre, y eso es igual a decir barrio, pueblo, Revolución».
Desde hace 20 años, miles de pinareños aguardan por la atención y ayuda de las autoridades gubernamentales luego de perderlo todo en eventos meteorológicos similares. Otros no esperan nada.
El panorama, en muchos lugares, es todavía de desolación y desamparo.
¿Cuándo se hará la luz?
La falta de luz y el abasto de agua tras una semana es de las principales incertidumbres con las que tiene que vivir una población que también carece de alimentos.
En el caso de la electricidad, durante las primeras horas tras el paso del ciclón, se conoció la noticia del envío de brigadas de otras provincias para ayudar en el restablecimiento del servicio. Sin embargo, las principales fuerzas no se han concentrado en la zona más devastada.
Según datos ofrecidos por Lázaro Guerra, director técnico de la Unión Eléctrica (UNE), desde el 28 de septiembre hasta el 2 de octubre en Pinar del Río trabajan 69 brigadas. Mientras que en territorios con menos afectaciones las fuerzas han sido superiores: Artemisa (100 el 28 de septiembre y 113 el 2 de octubre) y La Habana (129 el 28 de septiembre y 138 el 2 de octubre).
La diferencia se ha hecho más evidente en el tiempo de recuperación en las provincias occidentales. Desde el paso del huracán Ian hasta el domingo 2 de octubre, el restablecimiento en el servicio se comporta: La Habana del 0 % al 93.66 %, Mayabeque del 4 % al 100 % y Pinar del Río del 0 % al 6.88 %.
Al concluir las labores en Mayabeque, provincia donde primero se logró la conexión del 100 % de los circuitos, las brigadas de la UNE no fueron redirigidas a la zona del mayor desastre, sino hacia otras en las que había trabajo más adelantado, según comunicó el presidente del Consejo de Defensa Nacional, Miguel Díaz-Canel.
La indicación fue confirmada por Pavel Angulo, director del Despacho Nacional de Carga de la UNE, quien informó que los linieros que habían concluido su trabajo se movieron a La Habana porque la estrategia era «ir de las provincias de mayor porciento de recuperación a las de menos».
Hoy, más de 219 mil clientes se encuentran sin servicio eléctrico en la más occidental de las provincias; el 79 % del total. Más de cuatro mil postes caídos y roturas de 556 transformadores son las principales afectaciones de la red.
Mientras, en su primera visita a La Coloma, localidad por donde entró el huracán Ian a Cuba, el presidente cubano prometió a los pobladores alternativas temporales para resolver la situación con la electricidad y la alimentación.
«Todos nuestros esfuerzos están puestos ahora en Pinar del Río y Artemisa. Ya vamos saliendo de La Habana, Mayabeque y la Isla de la Juventud y por eso llegarán más personas a trabajar en la situación eléctrica que es la más compleja y sabemos que demorará en solucionar», dijo Miguel Díaz-Canel.
Prometió a los pobladores que, a partir de ese momento, se pondría un grupo electrógeno para que las personas empezaran a tener —una semana después— corriente y abasto de agua.
Otros huracanes más importantes
Tratando de justificar la desigual distribución de recursos y fuerza de trabajo, el primer secretario del Partido Comunista en La Habana dijo en entrevista al Sistema Informativo de la Televisión Cubana: «Si bien por Pinar del Río pasó un huracán categoría 3, por La Habana también ha pasado un huracán».
El directivo no pudo especificar las dimensiones de un huracán que, por la capital, no pasó, al menos no con igual intensidad. Los árboles y cables caídos de La Habana no fueron solo por causa de Ian, sino debido a la ausencia de poda y mantenimiento continuado. Los derrumbes tampoco tienen causa única en los vientos huracanados, ni «la apertura del lazo» que tumbó la electricidad en todo el país provocó el apagón de más de 100 horas en la capital
El huracán que está pasando en La Habana, y que es la prioridad, son los focos de protestas que intentan reprimir, invisibilizar y resolver sin dilación.
En un contexto de profunda crisis económica, a diferencia de lo prometido en la recuperación de otros eventos meteorológicos, las autoridades cubanas se han cuidado de asegurar que el Estado se encargará de todo y han optado por promover la narrativa de la «colaboración» y la ayuda mutua como salida de la crisis.
El Ministerio de Finanzas y Precios publicó el Acuerdo 9411, en la Gaceta Oficial No. 59 del primero de octubre de 2022, en el cual dispone que los afectados no recibirán insumos para la reparación o reconstrucción de sus casas de manera gratuita, pues el Estado solo financiará el 50 % del valor.
La medida también dispone que las personas cuyos ingresos no sean suficientes para adquirir materiales de construcción, tanques para agua y colchones podrán acceder a «créditos bancarios o solicitar subsidios para la compra», con cargo para el presupuesto del Estado, y solicitar el financiamiento por la asistencia social en el caso de los colchones.
Resulta contradictorio entonces el despliegue de recursos que ha dispuesto el Gobierno cubano para reprimir y acallar las manifestaciones capitalinas. Tanto así que el presidente del país, aunque ha estado tres veces en Pinar del Río, no ha permanecido más de 24 horas en Vueltabajo y ha dejado en las manos de otros lo que sería su deber si fuera un líder verdadero: estar al lado del más necesitado.
Pinar del Río, «tierra olvidada»
El himno de Pinar del Río dice que no será más «La cenicienta desventurada», que sus hijos la «harían princesa». Sin embargo, todavía quedan allí personas que fueron afectadas por ciclones de hace más de diez años y que vivían en las llamadas facilidades temporales. Esas que fueron construidas, otra vez, para los «nuevos damnificados». Y que serán construidas ahora para paliar el depauperado fondo habitacional pinareño, con daños de hasta un 80 % en municipios como San Luis.
«Mi madre vive con un niño de 11 años en el kilómetro 10 y medio de la carretera de La Coloma. Lo perdió todo. La iban a evacuar en una escuela lejos de su casa y tuvo miedo de irse y dejar descuidadas sus pertenencias», cuenta Isa, pinareña de nacimiento pero residente ahora en Villa Clara.
Narra también que su familia está en la casa de una tía, pero desde que pasó el ciclón nadie ha ido a ver qué necesitan, cuánto perdieron.
«Todo se les desbarató y el televisor se les partió. No sabe tampoco si lo que les queda funciona porque no hay corriente».
En su intercambio de este domingo con pobladores de La Coloma, el presidente cubano dijo que serían movidos hacia allí alimentos de la reserva y ofertas de las empresas gastronómicas.
La entrega de módulos también ha sido una promesa repetida tras la escasez de alimentos o su descomposición por las continuas horas de apagón. La hizo la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, y Díaz-Canel a las personas del Surgidero de Batabanó.
Sin embargo, poca comida ha llegado al territorio más occidental en el que, tras una semana sin servicio eléctrico, no quedan alimentos disponibles en muchos hogares. En algunos lugares el pan ha faltado hasta tres días seguidos, según se denunció en redes, y la alternativa ha sido entre seis y ocho galletas de sal por persona.
Para paliar la situación en algunos barrios los vecinos han hecho caldosas. Emprendimientos de la gastronomía y otros no relacionados han donado toneladas de productos alimenticios, pero la buena voluntad de los cubanos no es suficiente cuando la devastación y el desastre se extienden 8 mil kilómetros cuadrados y afectan a una población de más de 570 mil habitantes.
Tristeza y desamparo
Pinar del Río parece una zona de guerra. Todo ha quedado devastado. Las imágenes lo confirman. Yoelkis Torres Tápanes, activista del grupo Afroatenas, describió en Facebook lo que para él fue una «experiencia impactante» luego de su visita al occidental poblado de Punta de Cartas, en el municipio San Juan y Martínez. «Ahí nos dimos cuenta de que no había entrado autoridad alguna y luego nos lo ratificaron los pobladores. Las autoridades llevaban meses sin entrar a ese sitio», contó.
«Cuando llegamos el lugar parecía un campo de guerra, desastre y devastación. Personas enfermas, sin medicamento, sin antibióticos, niños descalzos. La imagen me recordaba las fotos de los campos de reconcentración de Weyler», agregó el activista.
Esa fue también la impresión de Yadiel Cepero. Él también llegó hasta San Juan y Martínez y describió que en la carretera que une las comunidades La Ceiba, La Tea, Campo Alegre y Punta de Cartas los cables eléctricos, postes de luz y árboles permanecen en la carretera o muy próximos a ella.
«No hay brigadas de otras provincias trabajando en estas comunidades. Todas permanecen sin servicio eléctrico y las personas sobreviven en condiciones inhumanas. No hay suministro estable de pan, leche u otros alimentos. No disponen de agua potable y escasean los medicamentos», agregó Cepero.
Un residente en la provincia contó que, un día después del paso del huracán, el presidente llegó a tomarse fotos y, cuando se fue, todo quedó igual. Agregó también:
«Acá, más del 50 % de las viviendas sufrieron daños moderados o graves. Hay lugares en los que no hay techos en las casas, no hay un solo árbol; en los parques centrales fueron arrancados de raíz y los que quedaron en pie no tienen hojas. Los postes de electricidad están inclinados hacia la carretera o apoyados en los techos de las casas. No hay agua, no hay corriente, la telefonía móvil y fija es muy limitada».
«Las panaderías no satisfacen ni de cerca la demanda. Los refrigeradores dieron hasta donde podían y todos se apresuran a cocinar lo que queda antes de que se eche a perder. Esa es la realidad de quienes tienen gas, porque quienes no tienen, que son mayoría, no sé cómo estarán haciendo. En la prensa no se refleja adecuadamente la dimensión del problema. Mi mayor miedo es que nos pongan en un segundo plano. Necesitamos ayuda de todo tipo; no pido por mí, pido por todas las familias que hoy duermen a cielo abierto y sin esperanzas».
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