Habla sin parar y no le pesan las palabras, como si no le doliera lo que dice. Habla bajo, busca con la vista algo de aceptación o al menos que no la juzguen. Tiene el pelo rubio, es alta y de ojos oscuros. Cuerpo de “Criollita Wilson” y la cara bonita. Dice que era y es una de las muchachas más lindas de su barrio.
Se prostituye desde los 16 y dejó los estudios a los 18. ¿Su aspiración? Quisiera tener un hijo, que a su familia no le falte nada, que sus padres siempre estén bien, su casa soñada en La Habana, carro moderno en el garaje y dinero, mucho dinero. Reitera sin parar -como si de eso dependiera su vida- que ahora mismo lo que más quiere es una gargantilla de oro, de oro puro, de las que cuestan casi lo mismo que un cuartico en la ciudad.
No pide mucho para el alma. No pide superarse. No se cuestiona la necesidad de un título, de un trabajo honrado, de una profesión, ni siquiera de tener su propio negocio, de sentirse empresaria, ni de que la reconozcan de otra forma. No le interesan para nada las ciencias, las letras, el arte, la literatura. Sabe ya lo que quiere y ha salido a buscarlo en las noches.
Se escuda en problemas económicos, en faltas de cariño desde la infancia, en frustraciones anteriores, en traumas, en necesidades, en encerronas del destino que no le dejan salidas, en el pasado, en el tiempo y en la vida. Lo hace siempre y ya no puede parar, cada noche está más cerca de su gargantilla y eso es lo que importa.
Una vez decidió dejarlo. Tenía un dinero guardado y montó en su provincia un negocio de vender croquetas. Contaba sobre la cama lo recaudado en el día y la invadía una extraña felicidad. El negocio no le duró mucho. Terminó por cansarla. Necesitaba más. ¿Cómo compras una gargantilla de oro puro vendiendo croquetas?
Entonces recogió todo y volvió a La Habana, volvió de madrugada. Encontró otro alquiler, compró tacones, vestidos, carteras, hizo un pequeño estudio de mercado por los lugares que ahora la ven salir acompañada y volvió a ser ella.
Cada día está más cerca o más lejos de su gargantilla. Está invirtiendo bastante en su ropa, en su pelo, en las uñas, en perfumes caros, alquiler y taxi. Ayuda a su novio más que a su mamá. Tiene puesto un anticonceptivo. Está más delgadita. Se ve como enferma. Se despierta en las tardes y no duerme más hasta la mañana.
No ve, ni le interesa, ninguna otra solución. Para ella todo está muy claro. Ya no tiene la edad con que empezó, cada día las hay más jóvenes y lindas y debe aprovechar el tiempo, de la manera en que cree que lo hace valer.
Ya está firmado su contrato de exclusividad con esa vida y parece no enterarse. Su salud, sus aspiraciones, sus sueños, sus perspectivas y posibilidades ya están comprometidas y todo ¿por qué? ¿por una gargantilla?
Tomado de un estudio de caso de la tesis de Licenciatura de la profesora de la Facultad de Psicología Claudia Cancio-Bello
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camarero
salvatore300
Liborio
Si no se lo puedes proponer hacer uno en la Habana la hija de Raul Castro, seguro que te apoya
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Ulises