Foto: Nelson Palomino.
¿Turismo para qué? La empecinada apuesta del Gobierno cubano
27 / agosto / 2022
A pesar de la profunda crisis que viven los cubanos, la apuesta estatal por el turismo y la inversión hotelera no se han detenido, ni siquiera cuando la pandemia de COVID-19 paralizó el sector en Cuba y el mundo.
Desde hace meses, el Gobierno del archipiélago insiste en que el problema principal de la economía es la escasez de divisas y en que esta situación ha repercutido en los sectores productivos, la importación de alimentos, los combustibles y la energía eléctrica, los medicamentos, entre otros.
Sin embargo, el Grupo de Administración Empresarial de las Fuerzas Armadas (Gaesa), dueño del 48 % de la planta hotelera del país, continúa la construcción de hoteles con dinero nacional. Entre enero y marzo de 2022, el presupuesto destinado a ese ámbito ha sido 12 veces mayor que la inversión en «agricultura, ganadería, caza y silvicultura».
Pero, ¿qué pasa con el turismo en Cuba? ¿Cuánto gasta el Gobierno en este sector? ¿Cuán sensata o no es la decisión gubernamental de ignorar el resto de las necesidades de inversión nacional?
DE DÓNDE VIENE Y HACIA DÓNDE VA EL TURISMO EN CUBA
Según datos recientes de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), de las inversiones totales en Cuba durante la crisis en 2021, los «servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler» —categoría bajo la que se esconde la construcción de hoteles— absorbieron el 35.2 % de toda la inversión del país.
La «agricultura, ganadería, caza y silvicultura», recibieron un 2.9 %. La ciencia e innovación tecnológica, declarada como uno de los 3 pilares del Gobierno de Díaz-Canel (junto a la comunicación social y la informatización de la sociedad), recibió apenas el 0.7 % del monto total invertido.
Más específico: las inversiones relativas a la construcción, los servicios empresariales, actividades inmobiliarias y de alquiler, representaron el 51.2 % de toda la infraestructura construida. A la ciencia y la innovación solo se le dedicó un 0.5 % —igual que a la depauperada industria azucarera—; y a la industria manufacturada un 13 % (dos puntos más que el año anterior).
Con la creciente inversión en hoteles, Cuba llegó en 2022 a un total de 77 809 habitaciones, un 13 % más que en 2021, según cálculos del economista Pedro Monreal. Sin embargo, la planta hotelera incrementada va contra todo pronóstico de uso porque antes de la pandemia los índices de ocupación de los hoteles cubanos eran bajos; solo en 2016 la tasa de ocupación rebasó el 60 %, lo cual dejó casi un 40 % sin producir ingresos.
En esta gráfica confeccionada en 2020 por el economista Pedro Monreal se puede apreciar cómo la tasa de ocupación de los hoteles cubanos entre 2006 y 2018 apenas llegó al 60 % y, en cambio, la inversión en hoteles creció de manera vertiginosa.
En 2022, de acuerdo con los últimos datos (hasta marzo), la tasa de ocupación hotelera fue de un 13.9 %. Y, según afirma Monreal, aun cumpliendo la utópica meta de dos millones y medio de turistas para este año, al país le sobrarían «algo más de la mitad de las habitaciones».
Pero la cifra de dos millones y medio de turistas no es realista de manera alguna, porque entre enero y julio de 2022 solo han llegado a Cuba 834 891 visitantes; o sea, un 33.4 % de lo que estima el Gobierno para el año actual.
Para tener una idea del desatino de esta meta voluntarista, en 2018 —año en que mayor cantidad de visitantes extranjeros arribaron al país— llegaron, entre julio y diciembre, lo que faltaría para terminar el 2022: el 47 % de los turistas que se totalizaron ese año. Entre 2009 y 2019 —años sin pandemia—, la media de llegadas para el segundo semestre fue de un 44 % de las llegadas totales. Así, el Gobierno pretende, en un entorno de crisis mundial y nacional, que en lo que resta de 2022 lleguen nada más y nada menos que el 66.6 % de su plan; o sea, más de un 23 % por encima de la media de la última década.
A lo anterior debe sumarse la ausencia de turistas rusos —uno de los principales mercados del destino Cuba en los últimos años— porque debido a la aventura imperialista de Putin en Ucrania (que Cuba apoya), apenas llegan a la isla.
En 2021, mientras mercados como el canadiense o la comunidad cubana en el exterior se contraían a causa de la pandemia, y la afluencia de turismo a Cuba sumó apenas 356 470 visitantes —lo que representó el 7.5 % de los que visitaron Cuba en 2018—, Cuba contabilizó más de 146 000 turistas rusos, cerca de 9 000 más que en 2018 (el año que más turistas llegaron al país, con 4 millones 711 910 visitantes internacionales).
Otra variable que juega contra del Gobierno y su modelo económico centrado en la inversión hotelera, es el gasto por turista.
El ingreso medio por turista en Cuba ha descendido a la par del ascenso de la llegada de turistas al país. Este indicador se calcula al dividir los ingresos totales del turismo durante un año entre la cantidad de visitantes que llegaron en igual período de tiempo.
Tras la operación, se descubre que el ingreso medio por turista internacional pasó de unos 999 USD en 2008, a 619 USD en 2019. Los datos de 2020 y 2021 son confusos, hasta el momento, debido a los cambios estadísticos derivados de la unificación monetaria; además, la afluencia de turistas a Cuba tampoco ha sido considerable en comparación con años anteriores.
El profesor Monreal aconsejaba desde 2020 que, ante la bajada del turismo estadounidense debido a las sanciones del Gobierno de Trump —que aún persisten—, era importante recuperar el turismo europeo, concentrado sobre todo en seis países que también bajaban sus números de visitantes a Cuba.
Los seis países tomados para la gráfica fueron Italia, Alemania, Francia, Reino Unido, España y Rusia. No está de más decir que Europa se enfrenta ahora a una posible recesión, con devaluación del euro, y que la inflación de toda la Unión Europea se sitúa en su máximo histórico con un 8.6 % —lo que repercute en una pérdida del poder adquisitivo de sus ciudadanos y en la cantidad de turismo europeo que pueda recibir Cuba en la actualidad.
Con los datos en contra, y a pesar de la acuciante necesidad de inversión en otros sectores como la producción de alimentos e industriales y la generación eléctrica, el Gobierno cubano parece seguir empecinado en el turismo como única vía de crecimiento económico. La pausa en la inversión hotelera, que recomiendan varios economistas, no parece asomar la cabeza.
Desde el discurso oficial, la desconexión de la realidad o el empecinamiento cómplice, intentan justificar una apuesta inversionista que, a todas luces, no tiene sentido y que varios especialistas han aconsejado detener para reenfocar los recursos hacia otros rubros de urgente atención.
También es frecuente que la ciudadanía cubana rechace tanto hotel por todas partes, mientras que los campos siguen improductivos y el déficit habitacional es, según datos oficiales, «de alrededor de 900 000 inmuebles entre la necesidad de nuevas construcciones y las labores de rehabilitación».
Pero gran parte de esta inversión hotelera la lleva a cabo Gaesa, un emporio económico que no rinde cuentas ni a la contraloría de la República ni a la Asamblea Nacional del Poder Popular, y que el Gobierno no pierde oportunidad para elogiar y defender.
En cuanto a la inversión hotelera, los dirigentes cubanos parecen querer materializar el sueño de convertir a Cuba en un paraíso de hoteles y casinos, como pretendían Batista y Lucky Luciano o, al menos, sumir más al país en el sanbenito de la monoindustria y desaprovechar el potencial económico de profesionales formados por décadas —que ante la imposibilidad de satisfacer sus necesidades mínimas, emigran o cambian a trabajos de menor calificación, pero con mejores ingresos.
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