Desde hace años vive en Cuba, pero Marina sufre por Ucrania, su país natal. Foto: Cortesía de la entrevistada.
Ucrania vista por su gente en Cuba
29 / marzo / 2022
Cuba tiene lazos que la unen a Ucrania, sea por la comunidad de nacionales de ese país que emigraron a la isla desde la Unión Soviética o por los cubanos que hoy viven allá. El pasado 24 de febrero la invasión rusa los ha hecho colocarse a lo largo de un variado espectro de opiniones.
Guillermo
Después de 34 años, Guillermo López se atrevió a contactar a su padre biológico. Apenas le dejó un mensaje escueto en la página de su negocio en Facebook. «Espero que todos estén bien», escribió.
Aquel santiaguero que su madre conoció en los años ochenta se fue a Ucrania antes de que Guillermo naciera.
Lleva el apellido de un hombre que no quiso reconocerlo —«mi mamá me lo puso a timbales. Él ya no estaba en Cuba y parece que no eran muy estrictos con esa documentación en el 87»—, pero Guillermo siente que no existe más vínculo que el sanguíneo.
Pero «la sangre hala», y este 26 de febrero, al conocer la noticia de la invasión rusa a Ucrania, a Guillermo le ha preocupado la seguridad de su progenitor y de dos hermanos que no conoce.
«Mi padre vive en Kiev. Se fue antes de yo nacer y solo lo vi una vez, 17 años después. No lo he visto desde entonces. Nunca hablo de él. No tengo su Facebook ni su número. Solo la página de su negocio, por la que sé que ahora está casado de nuevo y tiene dos hijos. Hoy, por primera vez escribí un comentario en la última publicación: “Espero que estén bien. De verdad espero que así sea”», publicó también en Twitter.
Sobre su padre conoce apenas algunos detalles que le ha contado su mamá, pero Guillermo ahora está constantemente atento a la evolución del conflicto ruso-ucraniano. Aquel hombre, con poco o ningún contacto y del que aún no sabe nada, es también parte de su historia, de su familia.
El padre de Guillermo estudió Ingeniería Electrónica en la antigua Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS). Como muchos otros cubanos, viajaba con frecuencia entre esos países y Cuba, hasta que se quedó en Kiev.
«Cuando tenía 18 años murió mi abuela paterna y él vino a Santiago de Cuba. Fue cuando lo conocí. Luego se fue y no he vuelto a saber de él», cuenta Guillermo.
Describe como «rara» la sensación que sintió al saber lo que estaba pasando en Ucrania. No es solo su padre: es también un cubano en riesgo.
«Sabes que “esa persona que es tu padre” está ahí con su familia, en peligro», cuenta. «Estuve días pensando en cómo estarían ellos, y me dio tristeza. Nadie merece la guerra. Es una cuestión de humanidad».
El tuit en el que contaba su historia recibió varios comentarios. Algunos le criticaron estar pendiente de alguien que lo ha ignorado toda su vida, pero Guillermo entiende que «si uno es capaz de empatizar con los desconocidos que sufren, ¿cómo no hacerlo yo con mi padre?».
Recientemente Ernesto Soberón, director general de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior (DACCRE), explicó que los consulados en Polonia, Rumanía, Belarús, Eslovaquia y Hungría brindarán ayuda a los nacionales que se encuentran en Ucrania.
«Ello garantizará, entre otros aspectos, la continuidad de los trámites iniciados en Kiev, otros servicios que nuestros connacionales necesiten realizar en lo adelante, así como el intercambio sistemático con estos y con sus familiares y allegados en Cuba», publicó Soberón.
Guillermo no ha querido contactar a las embajadas cubanas. Está en contacto con un grupo en Facebook que se dedica a ubicar a personas desaparecidas en la capital ucraniana.
«Quisiera, por encima de todo, que estén bien. Sus hijos son dos niños», comenta Guillermo. «No tengo noticias de si siguen en Kiev o si fueron a algún otro lado. Me mantendré orando por ellos y por la situación de Ucrania en general», concluye Guillermo.
Ivanna
A Ivanna no le molesta que en su centro de trabajo le digan «la rusa». Lleva más de 35 años en Cuba y muy pocos saben que es natural de Ucrania. Nació en la década del sesenta en un pequeño pueblo de Lugansk. A Cuba llegó unos años antes de la caída de la URSS, enamorada de un holguinero y con un hijo en brazos.
Hasta hace unas semanas Ivanna solía hablar poco sobre su país de origen. Ahora, quienes saben de su procedencia, le preguntan qué piensa sobre la invasión de Rusia.
Ella prefiere llamarle «operación militar», y no hacer muchos comentarios.
«Durante años los propios ucranianos nos atacaron», dice. «No es la primera vez que mi familia tiene que pasar días enteros en el sótano».
Aunque domina el idioma ucraniano, Ivanna habla con su familia en lengua rusa. Forman parte de los 14 millones de ciudadanos ucranianos que tienen el ruso como lengua materna, según el censo de 2001. Hay ucranianos que no conocen otra.
«En general, el ruso se habla en toda Ucrania», dice Ivanna. «Lo que pasa es que también existe un sentimiento antirruso que se ha acrecentado con los años, y que mira mal a quienes somos de la zona del Dombás».
Ivanna defiende la idea de que Putin los está protegiendo. Celebra que Lugansk y Donetsk (donde vive su hermana Svetlana) sean repúblicas independientes.
«Por años hubo crímenes en nuestros pueblos, pero no eran noticia», argumenta. «En esa zona siempre han existido tensiones con el Gobierno ucraniano porque no lo queremos».
Sin embargo, reconoce que, a pesar de los conflictos internos contra los ciudadanos «prorrusos», su familia ha vivido la mayor parte del tiempo en paz.
«Nadie de mi familia ha muerto… todavía; pero mi hermana me cuenta que cada noche siente el ruido de los disparos, cada vez más cerca».
Aunque cree con honestidad que el ejército de Vladímir Putin protege las nuevas «repúblicas independientes» que reconoció el 21 de febrero de 2022, Ivanna asegura que un conflicto armado no puede ser la solución a las diferencias entre los ucranianos.
«Los muertos los pusimos nosotros durante mucho tiempo», dice. «Los habitantes de Donetsk y Lugansk votaron para separarse de Ucrania y no se respetó su voluntad».
En un video que le envía su hermana Svetlana parece que cae nieve, pero en realidad son cenizas. Ivanna habla con ella a diario. Svetlana le cuenta que el pueblo fue tomado por el ejército ruso y eso las tranquiliza.
«Hemos sufrido mucho por ser “separatistas”», dice. «La situación en Ucrania no puede analizarse a la ligera. Hay que conocer todo lo que ha pasado desde 2013 hasta hoy; escuchar nuestra versión. La guerra no tiene justificación en ningún caso; pero cuando se ataca a alguien, este tiene que defenderse».
Marina
El muro de Facebook de Marina Stakhanova es una bitácora de constantes denuncias a la guerra: videos de ciudades devastadas por los bombardeos, fotos de niños y personas en refugios, datos de lesionados y muertos.
Sus publicaciones pasaron de ser recuerdos personales a imágenes de la destrucción en Kiev, Mariúpol y su natal Járkov.
Marina llegó a la isla en 1986 casada con un cubano, padre de su hijo mayor. En su país natal quedan todavía dos hermanos, varios primos y sobrinos, una tía.
«En días recientes, algunas mujeres tuvieron que moverse a Polonia, Alemania y Eslovaquia, pero otras personas de la familia no han podido hacerlo. Para mi tía de 87 años es más difícil. Tuvo que quedarse en Ucrania al cuidado de otro familiar».
Járkov, ubicada en el noreste del país, es la segunda ciudad más importante de Ucrania. Marina sufre con las imágenes más recientes. Estuvo allí en agosto de 2021 y sabe que el día que vuelva aquellos paisajes solo quedarán en su recuerdo. Siente una mezcla de tristeza y rabia por todo lo que está pasando.
«En Járkov, Rusia ha destruido edificios residenciales, gubernamentales, educacionales y de salud que no se podrán restaurar», lamenta.
Arquitecta de profesión, se duele al ver los escombros de la Plaza de la Libertad: un teatro de ópera, una sala de conciertos y otras instalaciones.
De acuerdo con un reporte de la BBC, en Járkov se han vivido los episodios más violentos desde el inicio del ataque de Putin a Ucrania el pasado 24 de febrero.
Marina ha estado al tanto. Cada día revisa fuentes de información en Telegram, YouTube y sitios de noticias. No sigue los medios cubanos.
Algunos amigos cuestionan la veracidad de sus publicaciones, pero Marina tiene, de primera mano, una fuente de información muy confiable para ella: su familia.
La mayoría le manifiesta solidaridad ante el dolor que transmite cada una de sus publicaciones.
Marina e Ivanna no coinciden en todo, pero en su español todavía imperfecto ambas coinciden en un deseo común: «Paz, ¡queremos paz!».
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