—¿Qué me dices de «la reunión del comité de base de todos los militantes de Cuba»?

—Días antes oí a la primera secretaria de la Unión de Junectudes Comunistas…

—¿Le cambiaron el nombre a la organización?

—Es lo menos que se merece.

—Bueno, sí. Porque la juventud es la fuerza que está llamada a cambiarlo todo. Hablan de que «en los nuevos habita el futuro» mientras se llenan la boca con la palabra «continuidad», no precisamente para referirse a que todo sigue igual o peor, sino para apuntar que hay que seguirles la rima a los responsables de tal desbarajuste.

—Pensé que el evento se suspendería. Esa muchacha habló de «austeridad», de que habían pensado «un congreso sin grandes actividades públicas», y me encuentro con las condecoraciones en El Laguito, bien al oeste de la ciudad, y una profusión de medallas que hubieran podido convertirse en piezas de repuesto.

—Para un transporte que no está tan pésimo a juzgar por lo contentos que se veían los delegados en su traslado por ferrocarril desde Santiago. Imagino que en cada terminal de trenes los despidieron con inusual entusiasmo los cientos de personas que quedaron varadas en la lista de espera.

—Canel, según ella, «ha instado a atender a los jóvenes como las tan importantes personas que son, y que nuestra cotidianidad se llene de las propuestas que hagan las nuevas generaciones». Acota Aylín que «nos toca responder a ese llamado y para ello necesariamente tenemos que ponernos de acuerdo, y lo mejor es el encuentro colectivo»… en La Habana, a costa de aumentar el déficit fiscal del presupuesto y la inflada cotidianidad.

—«Sumarnos a las tareas y proyectos del país nos da luces», agregó, así que la realización del XII Congreso atenuará un poco los apagones.

—Las declaraciones precongreso me encabronaron. Eso de que «se va a debatir el futuro de las juventudes en nuestro país», con todo lo que hay que discutir sobre el presente… Hubiera sido interesante que algún joven le recordara al actual primer secretario la frase de Fidel en el discurso fundacional de la UJC, y que se repitió hace poco en la prensa, sobre lo que significa un comunista: «No será, de ninguna forma, que cuente con el reconocimiento porque alguien lo haya señalado de dedo, porque alguien lo haya designado de dedo o porque alguien lo haya situado en un cargo determinado».

—Menos mal que nuestro sistema democrático, que «promueve el pensamiento crítico y la participación activa», «el debate sin tapujos de los principales problemas que hoy dificultan la vida de los cubanos», impide que sucedan cosas como esa.

—La organización, «diversa, plural y heterogénea», «que tiene que servir de sombrilla a todos los proyectos individuales o colectivos», «continúa nucleando juventudes inconformes». Temblé de imaginarme a alguno de esos muchachos mirando hacia la presidencia y evocando aquel discurso del máximo líder en 1966, los votos que hacía por que «todos nosotros los hombres de esta Revolución, cuando por una ley biológica vayamos siendo incapaces de dirigir este país, sepamos dejar nuestro sitio a otros hombres capaces de hacerlo mejor. Preferible es organizar un Consejo de Ancianos donde a los ancianos se les escuche por sus experiencias adquiridas, se les oiga, pero de ninguna manera permitir que lleven adelante sus caprichos cuando la chochería se haya apoderado de ellos».

—¡¿De veras dijo eso el Comandante?! Nadie le hizo caso.

—Le dieron más crédito a aquello que afirmó sobre los que han tenido «el sistema de alejar gente de la Revolución en vez de atraer; extender la punta del pie a los demás en vez de extenderles la mano; ganarle enemigos en vez de ganarle amigos».

—El lema del II Congreso de la UJC hace más de medio siglo fue «El presente es de lucha y el futuro es nuestro». Hoy hay más «lucha» que futuro, los jóvenes «prefieren estar en las calles y no aprovechan las múltiples opciones de estudio y trabajo que ofrece nuestro país».

—El eslogan cheo del decimosegundo, que según ellos «no será nunca una consigna desabrida», demuestra hasta qué punto les extienden la punta del pie. No he querido leer el discurso de clausura no vaya a ser que Díaz-Canel haya concluido con un ¡Ahora sí ustedes solitos van a crear su felicidad!