Era un secreto a voces. A pesar de los alaridos de la Federación Cubana de Béisbol (FCB) señalando al LoanDepot Park de Miami de pésima sede del Clásico Mundial, la realidad fue otra para los directivos de las Grandes Ligas de Béisbol (MLB).
La caja registradora del estadio de la Pequeña Habana facturó como nunca en 2023 y los organizadores del evento volvieron a elegir Miami como sede de una semifinal y de la final del venidero Clásico Mundial a celebrarse en 2026.
Junto con Miami, las otras sedes elegidas —según la primicia del medio mexicano Puro Béisbol— son Tokio, Japón (donde seguramente juegue el equipo cubano la fase clasificatoria); Houston, Texas; y San Juan, en Puerto Rico.
Pero Miami es el dolor de muelas constante de los funcionarios del béisbol cubano, que solo esperan que se oficialicen las sedes para seguramente publicar algún mamotreto en el que apunten contra el exilio cubano, contra los Marlins y contra los organizadores del principal evento beisbolero mundial.
Durante la semifinal del V Clásico, disputada entre Cuba y Estados Unidos en marzo de 2023, los del llamado «team Asere» no solo recibieron gritos de «patria y vida» y frases contra el presidente Miguel Díaz-Canel, sino que los norteamericanos también los silenciaron con 14 imparables, incluidos cuatro jonrones.
El juego se detuvo en varias ocasiones porque aficionados radicados en el exilio se lanzaron al terreno portando carteles a favor de la «libertad en la isla». Pero las ocasiones se dieron cuando Estados Unidos dominaba ampliamente el partido y los bates caribeños estaban apagados.
Como era de esperarse, para la prensa oficialista cubana la derrota inequívoca del plantel antillano ante los locales tuvo matices externos, porque los cubanos «enfrentaron la semifinal en las condiciones más difíciles que podían imaginarse, dada la hostilidad de los odiadores en Miami».
Tampoco era la primera vez que desde las altas esferas del poder de la isla se justificaba una derrota con la influencia del público desde las gradas.
En 2021, durante el Preolímpico de las Américas desarrollado en Florida, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel culpó a los presentes en el estadio de la «desconcentración» del equipo cubano.
«Esto es un juego de béisbol y cuando no lo podamos entender de esa manera, no van a salir las cosas y los entendimientos entre las personas van a ser mucho más difíciles. Hay que trabajar para poder ganar, pero hay que aceptar que perdimos», apuntaba poco después el estelar pelotero Frederich Cepeda al diario espirituano Escambray.
Es evidente que la reciente elección de Miami como sede de las fases finales del VI Clásico Mundial de Béisbol será un hueso difícil de digerir para los mandamases de la pelota cubana.
Este año, durante la Serie del Caribe, Juan Reinaldo Pérez Pardo, presidente de la Comisión Nacional de Béisbol (CNB) y de la federación cubana del deporte, señaló que era «difícil» incluir un equipo de la isla en un evento que tuviera por sede Miami.
Según la oficialidad, Miami no reúne las condiciones para «recibir eventos internacionales en apego al juego limpio y al respeto de los valores del deporte internacional».
«Los organizadores no pudieron evitar grotescas provocaciones y agresiones contra peloteros y federativos de la isla en los estadios sedes, motivadas por razones políticas. Las autoridades deportivas cubanas afirmaron en ambas ocasiones que Miami no reúne las condiciones», apuntaron desde el medio Jit, vinculado al Inder en Cuba.
Miami no es solo el hogar de la comunidad de cubanos, sino una vibrante urbe colmada de acentos latinos y donde el béisbol es pasión. No por gusto la Serie del Caribe de este año vendió más entradas que los choques del V Clásico Mundial.
A los Marlins —tan desolados en el LoanDepot Park durante la temporada de Grandes Ligas por el horroroso papel que desempeñan los suyos año tras año— las sedes le vienen de maravilla.
El Clásico Mundial en Miami vendió alrededor de 300 000 entradas en los dos partidos disputados y la Serie del Caribe había vendido más de 250 000 en los primeros choques.
Desde el punto de vista monetario y de público, el estadio de la Pequeña Habana en Miami es un éxito rotundo para cualquier evento beisbolero latino.
Lo sabe la MLB, la confederación beisbolera del Caribe y cualquiera que conozca un poco de pelota. Ahora, que la ciudad se le atragante a la FCB es harina de otro costal.
No demorarán mucho en reaccionar ante la selección de sedes del VI Clásico y como siempre llegará el discurso plagado de lamentos y acusaciones. Pero tendrán que jugar, ¿o no?
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