La tasa de cambio no aburre. Sobre todo, la Tasa de Referencia del Mercado Informal (TRMI) publicada por el medio independiente cubano elTOQUE, la cual siempre es objeto de ataques y conspiraciones.
Una de las principales críticas a la TRMI se relaciona con la influencia de la publicación en el mercado.
Por ejemplo, ¿los usuarios que conozcan bien el algoritmo de la tasa pueden utilizarlo a su favor e influir artificialmente en el mercado de divisas? O dicho de otra forma, ¿puede el vendedor de dólares fijar el precio que desee en el mercado de divisas?
La respuesta intuitiva remite al más elemental fundamento de la ciencia económica, la oferta y la demanda.
De ahí que tenga sentido creer que si los precios del vendedor se van muy por encima y la demanda no puede o no quiere pagar el precio por iguales cantidades, entonces el precio de mercado se ajustará a lo máximo que esté dispuesto a pagar la demanda.
Violar la ley
Pero la realidad no siempre funciona así ni la teoría tampoco. Si al aumentar los precios se reduce la demanda de modo que los oferentes se ven obligados a bajar precios nuevamente es porque los demandantes prefieren reducir su consumo ante nuevos precios. O lo que es lo mismo, tienen la posibilidad —dígase la opción— de escoger si consumir o no y escogen no hacerlo hasta que baje el precio.
Para comprender una situación como la anterior, la teoría económica estudia cuán susceptible es la cantidad demandada ante cambios en los precios. A la sensibilidad se le llama «elasticidad» de la demanda.
Los estudios de elasticidad de la demanda ilustran cómo, aunque el precio de ciertos bienes cambie, la demanda puede reducirse poco, disminuir de manera drástica o mantenerse igual. Por tanto, los estudios ayudan a comprender la diversidad de comportamientos que pueden ocurrir en el mercado.
Uno de los casos extremos son los «bienes inelásticos» que son los de primera necesidad que no tienen un sustituto en las preferencias de los consumidores. Como resultado, pueden subir el precio aunque el consumo no disminuya.
Los ejemplos varían según el contexto, pero podría ser el caso de la gasolina para los consumidores que se ven obligados a comprar cierta cantidad para ir a su trabajo, no tienen más opción que pagarla.
La definición de «bien inelástico» lleva a plantear si es posible que la demanda del dólar en Cuba se comporte como la de un bien de ese tipo.
De ser la demanda del dólar en Cuba inelástica, ante cualquier alteración en el precio de la divisa generada por publicaciones que especulan o que simplemente reflejen la dinámica económica, se mantendría una demanda de dólar de iguales cantidades y a mayores precios. Por tanto, si los oferentes pueden decidir o no los precios elevados no es un hecho indiscutible, sino que depende de la elasticidad de la demanda del dólar.
La poca sensibilidad en el mercado
El dólar es un bien cuya demanda se concentra en personas que lo usan para comprar en divisas dentro del país, importar bienes de consumo, costear viajes al extranjero y convertir a divisas los ahorros personales o la ganancia empresarial del sector privado
De los demandantes de dólar, lo más probable es que solo reduzcan su volumen de compras quienes usan divisas para adquirir bienes de consumo que se venden en monedas extranjeras (dólar y euro, no MLC). Por el contrario, quien espera irse del país no se detendrán en su compra porque suba el dólar. Los negocios privados, necesitados de divisas, pueden incorporar el aumento de la tasa de cambio a su formación de precios, al igual que puede hacer la ganancia empresarial privada, así que este segmento de demanda tampoco se reducirá.
Lo anterior indica que la parte de la demanda de divisas que representa al menos 1 000 millones de dólares anuales se mantiene con independencia de la tasa de cambio. (Solamente lo relacionado con las importaciones privadas y la dolarización de las ganancias empresariales).
Luego, la demanda del dólar no es por completo insensible a los cambios en su precio; es decir, no es totalmente inelástica. Lo anterior significa que aunque el precio del dólar aumente, una parte de la demanda disminuirá y afectará la demanda total. Sin embargo, hay motivos para pensar que una parte significativa de la demanda se mantendrá, lo cual indica que la demanda del dólar no es muy sensible a los cambios de precio. En general, se considera bastante inelástica.
Como resultado ocurre que la relación de los demandantes de dólares —en su conjunto— no es de iguales con los oferentes. Los oferentes tienen más poder negociador que los demandantes porque, sin ser de manera absoluta ni determinista, cuentan con más capacidad para imponer condiciones, dígase el precio.
Asimismo, la poca sensibilidad de la demanda del dólar ante los precios puede traer de resultado, luego de la reducción de la demanda, la segmentación de mercado basada en precios.
En otras palabras, el mercado informal de divisas tiene condiciones de precariedad, inseguridad, poca información accesible y territorialidad que pueden generar un fenómeno realista. A saber: que vendedores aislados que ofertan poca cantidad vendan sus dólares a los compradores que no pueden pagar los precios más elevados.
Esencialmente, se trata de la existencia de dos mercados. Uno en el que confluyen los que venden grandes cantidades a pymes y futuros emigrantes y otro más pequeño en el que concurren vendedores casuales y apurados y compradores pequeños.
A lo anterior se agrega que el sector privado importador puede aumentar su importación y así ocupar el «espacio vacío» que dejarían los compradores de dólares que no puedan pagar precios más elevados. La situación está condicionada por la caída de la balanza comercial de empresas estatales y militares y por el auge de la importación privada, lo que ejerce presión sobre las autoridades para que faciliten la actividad privada en cuestión y que, a su vez, actúe de incentivo para más comercio exterior no estatal.
Es amargo, pero es nuestro mercado
Si bien lo antes expuesto es solamente un escenario del que se observan varios casos puntuales en el mercado de divisas, se trata de una realidad económica correspondiente con una estructura de mercado poco estudiada y empleada para analizar el contexto cubano, suboferta, dígase, escasez.
En mercados «normales», es decir, en los que la oferta puede satisfacer la demanda sin que haya un exceso de productos, en los que los bienes pueden ser sustituidos por otros similares y en los que ningún vendedor tiene más poder que otro, es en los cuales realmente opera la ley de oferta y demanda tal como la gente suele imaginarla. En esos mercados, la oferta y la demanda están en igualdad de condiciones, lo que permite que el principio funcione de manera efectiva.
Por el contrario, en condiciones de escasez, sobre todo de un bien de primera necesidad y sin sustituto, los oferentes ejercen una imposición sobre los consumidores. Porque la escasez como estructura de mercado es la dictadura de quienes venden sobre quienes compran.
La oferta insuficiente sitúa a los compradores en situación de desventaja, los desprotege ante quienes venden, que a su vez solo hacen lo que se hace en el mercado, lucrar.
Los vendedores no tienen por qué actuar de samaritanos, no es una opción viable. La única solución real es una oferta de dólares que sea suficiente para satisfacer las necesidades del mercado de manera sostenida en el tiempo. Cuando el mercado esté abastecido de manera adecuada se podrá hablar de que la oferta y la demanda se regulan entre sí, como tradicionalmente se entiende que funcionan.
Si la política económica del Gobierno de La Habana no cambia, lo único que podría limitar el precio del dólar sería la cantidad de pesos cubanos disponibles en circulación.
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