El 11 de julio de 2021, los habitantes de San Antonio de los Baños, un pueblo de la provincia de Artemisa, salieron a las calles para protestar pacíficamente contra el Gobierno y exigir libertad, democracia y mejoras en las condiciones de vida. Fue el inicio de una ola de manifestaciones sin precedente en los últimos 60 años, que se extendió por todo el país y fue reprimida con violencia.

Dos años más tarde, el pueblo se observa gris; las personas caminan por inercia, como si no quisieran estar donde están. Muchos se han ido y se nota. Los parques vacíos, las calles más céntricas con poca gente que solo se mezclan para hacer colas cuando aparece algún producto en las tiendas. Las personas van de la casa al trabajo y del trabajo a la casa.

Antes los jóvenes hacían su vida aquí. Decidían permanecer en el pueblo. Las guitarras, el ambiente jovial y de paz siempre desbordó San Antonio de los Baños. Desde hace dos veranos, la nocturnidad ha cambiado: menos jóvenes y más policías en los parques. 

Después de todo lo ocurrido, del dolor de ver tronchada la posibilidad de un cambio económico y político, muchos de los jóvenes han decidido marcharse; pocos pretenden vivir sus mejores años en el país que sofocó sus deseos de libertad y su paz. La desesperanza, palabra cargada de un dolor tangible, está en el vapor que desprenden las calles de la villa, en las madres de los presos políticos. Aquellos que han perdido la fe caminan con paso lento y nostálgico.  

Aun así, tal vez con menos fuerza y con varios ariguanabenses menos, este pueblo sigue abrazando a sus hijos y a sus visitantes. La Amparucha, Humboldt 7, la Bienal del Humor, la Escuela Internacional de Cine, el primer sitio donde la gente dijo basta… todo esto es San Antonio. La villa del Humor donde últimamente es difícil sonreír, pero te reciben con los brazos abiertos.