Hace cerca de un año el Gobierno cubano retiró el transformador trifásico de la finca del campesino Luis. Hasta ahora no ha recibido ninguna noticia sobre el restablecimiento de su transformador. Esto lo ha limitado, solo siembra productos que no necesitan riego.

«El corazón de una finca es el sistema de riego. Sin agua no se puede garantizar prácticamente ninguno de los cultivos que reclama la crisis de alimentos en Cuba. En estas condiciones, no nos queda otra que sembrar maní que es más versátil frente a la escasez de agua», expresa Luis.

Al déficit de semillas, fertilizantes y plaguicidas se suma la escasez de combustible. La situación golpea en particular a los productores agrícolas. Luis compró 30 litros de petróleo en el mercado informal; 6 000 pesos que serán invertidos en plantar 60 surcos de 180 metros de largo cada uno. Luis ara la tierra roja de Güira de Melena, en Artemisa, con su viejo tractor marca Massey Ferguson TO-30. Detrás suyo unos cinco hombres dejan caer semillas y las tapan con los pies.

Según comentó Luis a elTOQUE: «El 80 % de los precios de los productos que se venden en los mercados son puestos por el transportista y la tarima, los productores no recibimos ni un 20 % del precio exhibido al público».

«Las nuevas dificultades productivas no son respaldadas con los precios de cantero, que no llegan a sumar la mitad de los precios de mostrador», según nos comenta Luis. 

Aunque él sienta un compromiso con la producción de alimentos en la isla, las condiciones de su finca, llamada Limones, solo le permiten cosechar algunas frutas y maní.

La producción agrícola en Cuba hace años es un reto a la creatividad de los campesinos. La ausencia de condiciones, medios de producción, insumos para la siembra y control sanitario obliga a los productores e ingenieros agrónomos a ser resilientes. Pero la resiliencia no se come.