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«No sé si mi hermano está vivo»: el dolor de la familia de un cubano desaparecido en Ucrania
17 / febrero / 2025
Michael Duro nos escribió para preguntar por su hermano Yoan Viondi Mendoza. «¿Saben si es él?», dijo un día de diciembre de 2024. Yoan es uno de los cubanos reclutados por el ejército ruso para participar en la invasión a Ucrania.
Y no, lamentablemente no era él. La confusión ocurrió después de que Michael leyera el texto «Cubanos reclutados en el ejército ruso: sin dinero ni papeles tras expulsión». Uno de los soldados que contó su experiencia aparece con el nombre de su hermano menor. Sin embargo, para proteger las identidades de los testimoniantes, se habían cambiado los nombres originales.
La última vez que Michael habló con su hermano eran las 3:22 de la tarde del 3 de octubre de 2024, hora de Kentucky. Desde entonces, ni una noticia ni una palabra. Lo último que le dijo Yoan fue: «Se me cae la conexión de mierda esta», a través de una llamada que ambos tenían por WhatsApp.
Yoan es una persona fácil de identificar por sus tatuajes. Los más visibles: uno encima de su ojo derecho, a medio camino entre la ceja y la sien. Y otro más pequeño debajo, una cruz cristiana. Tiene varios en los dedos de las manos, en los brazos, en el cuello; uno más en la mandíbula, cerca de la oreja izquierda.
Michael es un cubano que vive en Estados Unidos hace más de 20 años. Es, además, familia de un presunto desaparecido en acción, como se les conoce a los soldados en paradero desconocido que intervienen en la guerra.
Hay más de 50 000 personas desaparecidas en acción del bando ruso, según el proyecto «Quiero encontrar», de una agencia gubernamental ucraniana encargada de identificar los cuerpos hallados en combate. En 2024, las Cortes rusas recibieron más de 20 000 solicitudes —2.5 veces más que en 2023— para declarar a una persona desaparecida o muerta. La mayoría de los pedidos los realizaron oficiales militares.
La angustia de no saber dónde estará su hermano se mezcla con la especulación y la desinformación. ¿Estará vivo? ¿Estará preso?
Pregunté por Yoan entre los contactos de soldados cubanos que lucharon en Rusia. Solo uno dijo conocer a otro cubano con ese nombre. ¿Podría ser él? Mi contacto no recuerda muchos detalles. «No éramos cercanos», dijo. Y el frío de los campos ucranianos hacía que la mayoría de los caribeños se cubrieran el rostro.
Solo una vez conversaron, mientras esperaban en grupo. Compartieron hambre, llovizna y fango. Ambos hablaron y pensaron en las fuerzas ucranianas. Las imaginaron como un escuadrón cohesionado, de hombres secos y en calor, recién comidos y limpios. Casi que los veían moverse ligeramente con una mochila en la espalda, parándose para descansar y fumar un cigarro. En su mente, los adversarios no habían estado nunca en una trinchera ni habían visto un cadáver; se les veía despreocupados. Es común, me contó el soldado, quien pidió el anonimato. Uno siempre piensa que el otro está mejor. Si los cubanos hubieran estado del otro lado, serían los ucranianos los mojados, hambrientos y sucios.
«¿Dónde fue eso?», le pregunté. «En Nikolaiev», contestó. No, no podía ser Yoan. Lo último que supo Michael fue que estaba destinado en el óblast de Donetsk. Además, la historia del soldado tuvo lugar en diciembre de 2023. Las fechas no coincidían.
El relato de mi contacto es parte de la incertidumbre cotidiana que viven los familiares de personas desaparecidas. Encontrar una pista, indagar, cuestionar, ver una luz y emocionarse… para finalmente no llegar a ningún sitio. Esa es la realidad de Michael y de su madre (quien también es la madre de Yoan) desde el 3 de octubre de 2024.
El viaje
En un audio, Michael me contó las motivaciones de Yoan para tomar la oferta rusa. «Yo tengo cáncer en los huesos. Él fue porque se enteró de que yo me había divorciado y que me quedé, de repente, solo en este país. Su objetivo era venir aquí conmigo».
Pero Michael no tenía el dinero para pagar un boleto de avión a Nicaragua, el inicio de la travesía de muchos cubanos hacia Estados Unidos. Y menos aún para pagar a un coyote que lo guiara. Tampoco para los imprevistos del viaje.
«Quizá poner un proceso de reclamación», le propuso. «No, eso demora mucho», le respondió su hermano. Tenía razón.
En el verano de 2023, muchos de los jóvenes del barrio La Federal, en La Habana, donde vivía Yoan, se enrolaron en el ejército ruso. Un reporte de la agencia Reuters describió el proceso. Eran contactados vía WhatsApp por una persona de nombre Dayana que les pagaba el boleto a Rusia.
La mujer a la que se referían es Dayana Díaz, quien ha sido señalada por la mayoría de los cubanos en el ejército ruso como la encargada de reclutarlos. «Había otra mujer, pero ahora no recuerdo su nombre», lamentó Michael. Probablemente, se trate de Elena Shuvalova, de origen ruso, a quien muchos otros cubanos han identificado.
Los reclutas han denunciado en varias ocasiones que tanto Elena como Dayana los engañaron durante el proceso de enlistamiento. A algunos les dijeron que iban a construir, que harían huecos en las trincheras, que tendrían contrato por un año, derecho a la ciudadanía rusa, vacaciones a los seis meses y un salario de 204 000 rublos (más de 2 000 USD). «No irán a la primera línea ni a la segunda. A la tercera, la cuarta», se escucha decir a Dayana en un audio filtrado por uno de los soldados reclutados y que publicamos en exclusiva en elTOQUE.
El plan de Yoan era reunir el dinero suficiente, cumplir su contrato y pagarse la travesía a Estados Unidos para estar con su hermano. «Ni yo ni mami estuvimos de acuerdo con que fuera», recordó Michael. «Hablamos mucho con él».
Hizo el viaje sin comentarle a Michael. Cuando llegó a Rusia lo llamó. Le envió una foto en la que se le ve mordiendo una manzana. Otra con una bolsa de papitas fritas. Parecía emocionado. En contraste, como a muchos de sus compatriotas, le dijo a su hermano que le dieron un contrato sin traducir y que lo llevaron a una base militar. «A Yoan solo le pagaron una o dos veces, el dinero se lo quedaba Dayana», aseguró su hermano.
Otros soldados entrevistados anteriormente confirmaron esa situación. Al parecer, las reclutadoras ayudaban a los cubanos a sacar una tarjeta de banco. A la vez, ellas tenían una copia de la tarjeta que les permitía acceder al dinero.
Los hermanos solían hablar mucho por teléfono. Se contaban sus vidas, se acompañaban en sus procesos migratorios tan distintos. Michael me envió una foto de los dos en una videollamada. Yoan tenía gesto preocupado, se cubría la boca con su mano. Michael estaba en un carro, con gafas de sol. «Hablando con el Yoyo mío», escribió en la descripción de la foto.
¿A dónde ir para buscar a un desaparecido?
Cuando me escribió, Michael me contó que ese día había mucha nieve en Kentucky. Es malo para su enfermedad. «Antes lo tenía en el 43 % de mi cuerpo; ahora, después de lo de Yoan, lo tengo en el 48 %». El frío lo afecta, limita sus movimientos. «Aun así, estaba dispuesto a ir a Rusia a buscarlo». Tiene amigos y ahijados de religión que lo ayudan, lo acompañan al supermercado. «Pero un conocido mío me dijo que era por gusto, que no iba a resolver».
No se ha quedado de brazos cruzados. Él y su madre escribieron una carta al presidente ruso, Vladímir Putin, en octubre. Preguntaban por Yoan y su destino. El 10 de diciembre de 2024 obtuvieron respuesta. En el correo, al que tuvo acceso elTOQUE, una persona a nombre de Putin les dijo que, como no habían aportado datos suficientes, no podían darles respuesta. Ni Michael ni su madre tenían el número de la chapilla de Yoan ni ningún otro documento que ayudara a identificarlo.
Otros familiares de desaparecidos en la guerra han publicado el número de chapilla en redes sociales. Lo hizo la familia de Julio César López Aguilera, que denunció en septiembre de 2024 que no sabían nada de él desde febrero de ese año. elTOQUE contactó a la familia de López Aguilera, pero prefirieron no dar su testimonio.
Michael ha pedido en grupos de Facebook de cubanos en Rusia, y en grupos relacionados con la guerra, información sobre su hermano. No ha tenido suerte hasta el momento.
Desde el inicio de la invasión a Ucrania, en febrero de 2022, las autoridades rusas han habilitado varias vías para comunicarse con el Ministerio de Defensa y preguntar por los desaparecidos en acción. Pero debido al caos de la guerra y al alto número de bajas, es difícil que encuentren una respuesta certera.
El Ministerio de Defensa ruso tiene líneas telefónicas disponibles en las cuales, supuestamente, atienden a la ciudadanía y a la prensa. Ante el silencio, muchas familias acuden a fuentes ucranianas para preguntar por sus desaparecidos.
Una posible opción sería buscar ayuda en la Cruz Roja. La ONG se ha reunido en el pasado con familiares de personas desaparecidas. Según la organización, hasta junio de 2024 visitaron más de 3 000 prisioneros de guerra de ambos bandos.
Cuando Michael pone la foto de su hermano en los grupos en redes sociales, algunos cubanos cuestionan la decisión de Yoan. A veces, les responde que el estado de vulnerabilidad de las personas que viven en la isla los ha hecho cruzar el mar. ¿Acaso piensan que la decisión de Yoan tiene otra causa? ¿Es tan distinto? La situación de Cuba no parece que vaya a mejorar este año ni el otro ni el de más arriba.
Desde octubre del año pasado, Michael y su madre sufren de presión arterial alta. «A pesar de todas las cirugías que he tenido por el cáncer, nunca me había subido la presión», afirmó el hermano mayor. Debido a la escasez que hay en la isla, es él quien le manda las pastillas a la madre para que controle su hipertensión.
Ambos son el pilar del otro. «Tú no te puedes derrumbar», hijo, le pidió su madre. Michael lo sabe, como también sabe que no hay mucho que pueda hacer, salvo seguir buscando y preguntando. «Esto no es justo para nadie».
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Michael Duro
Ernesto Eimil