La Serie Nacional continúa como espectáculo tragicómico

Foto: Canva.
Si algo ha demostrado el béisbol cubano en los últimos años es su inagotable capacidad para sorprendernos, ya sea para bien o para mal; pero sobre todo esto último. Cada semana hay alguna noticia o varias para que el show tragicómico de la Serie Nacional continúe.
Primero lo primero. Cuba anunció que no irá a la Copa del Caribe de 2025 porque ya tiene el boleto para los Centroamericanos de 2026.
Una decisión pragmática, según se informó, pero muchos sospechan que tiene más que ver con esa tendencia actual a evitar competencias internacionales que podrían revelar —otra vez— el estado real de la pelota cubana.
El presidente de la Federación Beisbolera, Juan Reinaldo Pérez Pardo, explicó que Bahamas solo tiene capacidad para seis equipos y, claro, Cuba —por «solidaridad»— dejó su espacio para quienes aún necesitan clasificar.
¿Un gesto noble o una excusa? Después de todo, siempre es más cómodo asegurar el pase por ranking que ir a demostrarlo en el terreno, donde los swings, a diferencia de los discursos, no se maquillan. Cuba ya tenía el cupo garantizado junto a México, Puerto Rico, Panamá y Colombia después de aquella Copa América frustrada en Panamá, que se canceló como quien aplaza una mudanza.
Mientras tanto, se anunció que los Tigres de Ciego de Ávila irán a la Serie del Caribe en febrero de 2026 y que una selección especial viajará a la Serie de las Américas. La Federación Beisbolera cubana continúa así repartiendo compromisos internacionales entre los peloteros de dentro de la isla con precisión quirúrgica. No hay «premios» para todos.
Segundo round: el arbitraje cubano y la república independiente de las expulsiones
Si el béisbol cubano fuera una novela, el arbitraje sería esa subtrama tragicómica que uno no sabe si reírse o llorar.
En el programa de la TV Cubana Bola Viva, César Valdés —jefe técnico del arbitraje cubano— explicó el preocupante aumento de expulsiones en la Serie Nacional, que van camino a las 50 cuando todavía faltaban 500 juegos. Nada mal para un campeonato que aspira a la estabilidad y termina pareciendo una discusión de tránsito con uniforme deportivo.
Valdés lo resumió todo con una frase digna de antología: «parte y parte». Es decir, un poco culpa de los jugadores, un poco de los árbitros, un poco de la luna menguante.
La nueva zona de strike (que sigue siendo tan flexible como el inventario de un mercado agropecuario) ha generado dolores de cabeza, pelotazos y protestas que terminan casi siempre igual: expulsión. Por indisciplina, por reclamar, por mirar feo, por preguntar la hora. El repertorio es amplio.
Y eso sin contar los pelotazos intencionales, que Valdés calificó de «demasiado», aunque el sistema disciplinario sigue sin incluir multas, porque —según se reconoce— «hay que educar». Una palabra muy bonita, por cierto, que en la práctica se traduce en suspensiones, regaños y la esperanza de que los peloteros aprendan por iluminación divina.
La joya de la entrevista fue cuando Valdés reconoció que «la escuela de árbitros cubanos se perdió». Así, sin anestesia. Un detalle menor, casi insignificante, si no fuera porque en la escuela es precisamente donde se forman los árbitros de la Serie Nacional.
Hoy, el país intenta «recuperarla» mientras revisa cada día qué árbitro está más perdido que la brújula del Triángulo de las Bermudas. De momento, van 11 separados temporalmente. Un récord de rotación que ni Pinar del Río alcanzó en la mejor de sus épocas de lanzadores.
Tercera parada: Santiago de Cuba y la dirección más movida que una tanda de bullpen
Mientras el país intentaba estabilizar el barco, en Santiago de Cuba reorganizaron la tripulación. Cambios en la comisión provincial, ajustes en el cuerpo técnico, regreso de figuras como Idalberto Lamothe, ascenso de sabermetristas «no oficiales» por falta de curso, etcétera.
¿Recuerdan que el mentor indómito Eddy Cajigal ha perdido varios partidos esta campaña por alineación indebida? Pues a él no lo movieron.
Lo bueno, dicen, es que el equipo mantiene aspiraciones de clasificar. Lo curioso es que parte del optimismo proviene de que, por fin, se pagaron los salarios atrasados. No hay nada que motive tanto como cobrar, especialmente cuando llevas meses sin ver un peso.
Pero la vida en Cuba es así: se quiebra una provincia por un huracán, se atrasan los pagos a los peloteros, y el equipo sigue tratando de competir en el campeonato nacional como si todo fuera normal.
El panorama que dibujan estas noticias es claro: el sistema que sustenta el deporte en la isla se desmorona. Falta de inversión, improvisación estructural, salarios atrasados, escuelas desaparecidas, regulaciones arbitrarias, y decisiones de calendario internacional que más parecen excusas que estrategias.
El béisbol cubano no está en declive por falta de talento; está en declive porque el sistema que lo maneja se niega a modernizarse, a planificar y a reconocer la realidad. La pelota no necesita más discursos ni gestos simbólicos: necesita algo que funcione. Pero los decisores no quieren darse cuenta ni les conviene.
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.











Comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *