El estado caótico en el que está sumida la desdichada Cuba de hoy se pone de manifiesto en los campos más disímiles. Se destaca aquí, claro, el subconsumo de alimentos al que se ve obligado el cubano de a pie que no puede pagar los precios inflados, los cuales se dispararon a raíz de ser implementada, en el momento menos oportuno, la llamada Tarea Ordenamiento.
También puede señalarse el pésimo estado de la asistencia hospitalaria, que empeora por días, y en tan gran medida que hasta los simpatizantes del régimen han optado por no volver a mencionar la pretenciosa «potencia médica» de la que tanto alardeaban. O el naufragio definitivo de la producción de azúcar, producto del que Cuba fue, durante decenios, la primera exportadora mundial, pero del que hoy se importan cantidades que superan las que salen del país. O la contracción de la industria turística.
Pero en este artículo voy a centrarme en la crisis energética que fustiga con crueldad a los compatriotas de la isla. Castiga, de modo especial, a quienes residen en el interior del país, y en tan gran medida que no resulta apropiado plantear que sufren apagones. Más acertado es afirmar que ellos disfrutan de «alumbrones».
Pero he aquí que, en estos tiempos, y dentro de lo que Martí bautizó con acierto como «Nuestra América», la Mayor de las Antillas no está sola en la desgracia. Una situación análoga se observa en la hermana República del Ecuador. A este articulista le ha parecido adecuado hacer un breve cotejo de ambos procesos, comparando el origen, las posibles soluciones y las implicaciones políticas de uno y otro.
Comencemos por el principio: ¿A qué se debe el surgimiento de la crisis energética en el país sudamericano y en el nuestro? En Ecuador, en su momento, se hizo una apuesta por las hidroeléctricas. Y he aquí que una intensa y prolongada sequía (y la consiguiente disminución en los niveles de agua embalsada) han reducido de manera sustancial la generación de energía por ese concepto.
A la luz de esa realidad, pudiera pensarse que la selección hecha en su momento no fue la mejor; que, al menos, hubiera convenido pensar en algunas fuentes de electricidad alternativas para afrontar situaciones como la actual. Pero me parece excesivo culpar a las autoridades ecuatorianas por optar por ese tipo de energía ecológica o por no prever que sobreviniera una sequía extraordinaria.
En Cuba no sucedió algo similar. La actual crisis energética se hizo inevitable cuando el régimen castrista, tras la eliminación de los cuantiosos subsidios soviéticos, decidió no hacer nuevas inversiones en ese terreno. No hubo hidroeléctricas; algo para lo que nuestra isla, larga y estrecha, y de ríos cortos y poco caudalosos, en realidad no posee buenas condiciones.
Pero tampoco se fomentaron nuevas unidades termoeléctricas. Y esto, conviene destacarlo, pese a un crédito multimillonario prometido hace años con ese fin por la Rusia actual del dictador Putin. El régimen de La Habana y sus alabarderos han callado al respecto. La prensa independiente sí se ha preguntado qué se hizo con aquel acuerdo, pero ni Díaz-Canel ni su ministro de Energía y Minas se han dignado a contestarle (y, de paso, informar al pueblo sobre este importante particular).
Para colmo de males, las antiguas plantas (que ya acumulan lustros, cuando no décadas, en explotación) han seguido siendo operadas con el crudo nacional, sobresaturado de azufre, que corroe de manera grave los equipos. Con ello, los comunistas caribeños, a quienes les encanta hablar de la «planificación socialista», parecieran estar ateniéndose al refrán criollo: «Pan para hoy y hambre para mañana».
¿Qué decir de los planes diseñados para solucionar la situación? Bloomberg Línea, refiriéndose hace unas semanas al actual presidente ecuatoriano, planteaba: «El plan de Noboa contempla que el país logre conseguir generación térmica adicional para suplir el déficit». Con ese fin, se habló de instalar 141 megavatios en noviembre de 2024, seguidos de otros 300 en diciembre. Lo anterior, claro, aparte de las perspectivas de que llueva y se reactiven las hidroeléctricas. La mejoría es palpable: a inicios de diciembre, el diario ecuatoriano Primicias informó que «desde este viernes, la duración de los cortes de luz se reduce a cinco horas».
¿Y en Cuba? Nada de nada. No existe ni el más leve indicio de alguna solución (o, al menos, de un alivio) al problema. En lugar de eso, el régimen ha optado por tratar de convertir la sucesión de apagones y «alumbrones» en algo «normal». Eso, y no otra cosa, es lo que explica la existencia de una sección diaria en los noticieros de la Televisión Cubana en la que se informa sobre el déficit previsto.
La escandalosa situación da pie para que hagamos otras amargas consideraciones sobre las diferencias entre un Estado democrático como Ecuador y una dictadura comunista como la de Cuba. En el país sudamericano, los políticos (y en primer lugar el presidente Noboa) aspiran a ser reelectos en los venideros comicios (que deberán tener lugar el 9 de febrero de 2025, en primera vuelta, y el 13 de abril, si se necesita un balotaje).
En Cuba, las elecciones brillan por su ausencia. En las votaciones nacionales, los únicos candidatos son los que presenta el régimen. Su número es igual al de los cargos de diputados (que ahora es 470). ¡Por supuesto que todos los postulados oficialistas son electos!, si no hay otra opción... ¡y ni soñar con un voto de castigo a las autoridades en funciones!
Es así como el pueblo cubano paga por el cheque político en blanco que, de manera irreflexiva y suicida, le firmó en 1959 al entonces joven Fidel Castro.
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.
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