Ilustración: Bradys Izquierdo

Nuevas rutas de la migración cubana

7 / diciembre / 2021

La última crisis migratoria protagonizada por cubanos ocurrió en 2015. En los primeros nueve meses de ese año cerca de 27 000 cubanos ingresaron al territorio estadounidense por la frontera sur según una nota del diario Granma. Miles de personas abandonaron el país cuando se normalizaron las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos e intentaron, por cualquier vía, llegar a tierras norteamericanas ante el inminente fin de la política «pies secos, pies mojados».

Migrar ha sido una salida para escapar de los problemas del país. Datos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas (UN, DESA) confirman un aumento de la población de personas procedentes de Cuba en países centro y sudamericanos. Aunque Estados Unidos y España siguen siendo los principales destinos, en los últimos años se han diversificado las rutas migratorias, algunos utilizan mecanismos oficiales y otros se arriesgan con vías ilegales.

Al otro lado del Atlántico

Entre La Habana y el punto más occidental de Europa hay casi 7 000 km. El océano Atlántico ha marcado el ritmo de la migración cubana hacia el Viejo Mundo: la vía legal es la única alternativa para quienes salen de la isla hacia el continente, siendo España el principal destino. La relación histórica, los vínculos familiares y las facilidades del idioma hacen del país ibérico un lugar deseado.

Aunque Rusia ofrece libre visado a los cubanos, también se ha utilizado como trampolín para llegar por vías ilegales a Europa. Por ejemplo, de Moscú a Bielorussia y Polonia hasta Alemania, donde residen poco más de 14 000 isleños, o por los Balcanes rumbo a Italia o a España. Recientemente el Consulado de Cuba en Rusia informó que serían regresadas a la isla 71 personas detenidas en el aeropuerto Vnúkovo por no cumplir con los requisitos de las autoridades locales.

Incluso en los países africanos encontramos potenciales destinos migratorios para cubanos que buscan una alternativa a las condiciones de vida en el país.

«Realmente, fue la primera oportunidad que tuve y la tomé», dice Alina Brito (52 años) mientras prepara la clase del día siguiente. Como maestra de Geografía le apasionaba no solo describir el mundo, sino también la posibilidad de conocerlo, pero cuenta que nunca pensó vivir en Guinea Ecuatorial.

Comenzó a documentarse sobre el país después de que unos guineanos que conoció le ofrecieran un contrato de trabajo en una escuela primaria privada de Malabo, la capital. Hasta entonces pensaba en África solo como un continente pobre, con muchas zonas selváticas y enfermedades contagiosas.

Su indagación arrojó muchos aspectos que contradecían esa idea: Guinea tiene un clima agradable, muy similar al de Cuba, y es el tercer productor de petróleo del África subsahariana después de Angola y Nigeria, con un PIB que ha aumentado 10 veces en 10 años (1999-2009). Portales oficiales del país lo confirman. «Y también me sorprendió que había bastantes cubanos. Nunca pensé encontrar tanta gente de mi tierra en un país tan pequeño y lejano como este», comenta Alina.

Según la plataforma Datos Macro, solo en 2019 se reportó la entrada a Guinea Ecuatorial de 1 704 inmigrantes procedentes de Cuba, una cifra similar a las llegadas anuales que se registran desde 2005. No es el único país de África con presencia de ciudadanos de la Mayor de las Antillas. También destacan República del Congo, Namibia y Sudáfrica. Este último país encabeza el podio del continente, y se calcula que solamente en 2019 recibió casi 2 700 emigrantes cubanos.

«Para mí uno de los aspectos más favorables en Guinea es el idioma. Es uno de los poquísimos países de África que tiene el español como uno de sus idiomas oficiales. Si a eso se le suma la demanda de personal calificado, se vuelve una opción muy buena a explorar por los cubanos, sobre todo por los profesionales», agrega Alina.

En tierras sudamericanas


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Infografía: Bradys Izquierdo

Guyana se ha convertido en uno de los destinos principales para cubanos que desean cruzar fronteras hasta llegar a Estados Unidos. Al tener libre visado para extranjeros, muchos isleños llegan hasta Georgetown, su capital, desde donde emprenden rumbo a Brasil o Venezuela para continuar el trayecto al Norte.

En la mañana del 3 de abril de 2020 Ernesto Abel Rodríguez (29 años) revisó su celular y respiró aliviado. Los mensajes de su familia en Cuba le contaban que solo dos días antes el Gobierno cubano había suspendido los vuelos comerciales y chárteres desde y hacia la isla.

«Si no hubiera salido antes, sabrá Dios por cuánto tiempo me hubiera quedado allá», comenta. Se especulaba que con la llegada de la COVID-19 a Cuba existía una gran posibilidad de que cerraran las fronteras, así que se apresuró a sacar su pasaje a Guyana antes de que eso sucediera. Aunque compró boletos de ida y vuelta (porque así lo exigen las autoridades), esta vez no regresaría.

Ernesto se encuentra ahora en la ciudad brasileña Santarém, a casi 900 km de la frontera con Guyana, ubicada en el Estado Roraima. Aunque este pueblo se aleja bastante de la frontera colombiana —la próxima que debe cruzar—, era su única opción para reunir un poco de dinero que le permitiera continuar su trayecto. En Santarém tiene un techo, comida y un trabajo en la construcción que le ha garantizado un amigo cubano que vive en Brasil como refugiado.

Brasil es uno de los países que más refugiados cubanos recibe. De 2000 a 2015 se procesaron alrededor de 1 300 solicitudes de asilo. Solo en el último lustro, esa cifra creció casi doce veces.

Los refugiados aumentaron con el fin del programa Más Médicos, integrado por casi 20 000 cubanos profesionales de salud. En 2018 el Gobierno de la isla canceló el convenio de cooperación luego de que el presidente brasileño Jair Bolsonaro decidiera cambiar las bases del acuerdo.

En medio de la euforia, Bolsonaro prometió otorgarle asilo político a todo aquel médico cubano que lo requiriera. En realidad, esto no sucedió; pero más de 2 500 profesionales abandonaron la misión y permanecieron en el país. La mayoría quedó desamparada y sin posibilidad de ejercer la medicina; algunos, incluso, se trasladaron a otros territorios.

Si bien este contexto propició el aumento de cubanos en Brasil, la principal causa de llegada irregular de migrantes es la cercanía de Guyana al Estado Roraima. La vía que utilizó Ernesto.

Por otra parte, aquellos que deciden continuar el viaje hacia el Norte para llegar a la frontera estadounidense con México deben enfrentar un largo recorrido por toda Centroamérica, atravesando previamente el Tapón del Darién, entre Colombia y Panamá.

Quienes han sobrevivido al trayecto relatan la crudeza del viaje: cadáveres en el camino, violaciones, hambre, naufragio, enfermedades… Miles de kilómetros a pie para cruzar un continente y conseguir «el sueño americano».

Hace poco varios medios difundieron la trágica historia de una familia cubana que perdió a dos de sus miembros, madre e hijo, mientras cruzaban la selva colombo-panameña. La progenitora murió en un naufragio; unas semanas después el niño de 14 años falleció a causa de un infarto. Escenas como estas se repiten…

Entre enero y septiembre de 2021 más de 91 000 inmigrantes han atravesado el Darién camino a Estados Unidos. Al menos 13 000 son cubanos.

Otros, para sortear la «ruta de la muerte», prueban la travesía marítima por el Pacífico y entran a Panamá por la costa de Jaqué, ubicada en el distrito Chepigana. La suerte depende de cuánto resistan las embarcaciones, casi siempre precarias y cargadas con más personas de las que pueden soportar.

«Emigrar cruzando fronteras es en sí una cuestión de suerte, dice Ernesto. Suerte de que no te asalten, de que no pierdas tu dinero, de no enfermarse o sufrir un accidente fatal. Suerte de poseer una visa para algún país de Centroamérica; lo cual te acorta meses de viaje, y si es para México ni hablar, porque solo te queda un pasito», comenta.

A las puertas de Estados Unidos

A decir de Laritza Beltrán (32 años), ella es una persona que no se puede quejar de su suerte. En 2017 la Embajada mexicana en Cuba le otorgó una visa de turismo por diez años. Al principio, viajaba a comprar mercancía para revender en la isla. Luego, valiéndose de métodos que prefiere no explicar, logró obtener la residencia en el país en poco tiempo y montó una tiendecita en Cancún, donde otros cubanos iban a comprar productos para llevar a la isla.

«Fueron tiempos muy buenos. Ni siquiera pensaba en irme a Estados Unidos porque ahí tenía todo lo que necesitaba, el negocio iba bien y podía viajar a Cuba cuando quería, de una forma rápida y barata, pues el pasaje de Cancún a La Habana costaba menos de 120 dólares».

Históricamente México ha sido una vía de tránsito hacia los Estados Unidos, sin embargo, el endurecimiento de las políticas migratorias durante el mandato de Donald Trump impidió que muchos migrantes cruzaran la frontera y se plantearan la posibilidad de residir en este país. En 2019 Trump estableció los Protocolos de Protección al Migrante (MPP, por sus siglas en inglés), conocidos como «Quédate en México»; un programa que obliga a los solicitantes de asilo estadounidense a esperar el fin de su proceso en el territorio azteca.

Aunque el actual Gobierno liderado por Joe Biden inhabilitó la medida a inicios de 2021, la orden fue revocada por la corte y, al margen de las críticas, este mes se reanudó el programa. El MPP no solo deja inseguras a las personas que aguardan una decisión, también las fuerza a establecerse de forma permanente en tierra mexicana y pedir asilo.

Sin embargo, con la llegada de la COVID-19 y su impacto en las economías nacionales y personales, muchas de las personas radicadas en esta nación consideraron partir hacia Estados Unidos.

«Con el coronavirus los precios de la mercancía que yo vendía aumentaron. Por otra parte, Cuba cerró sus fronteras y los vendedores cubanos quedamos prácticamente sin compradores durante varios meses. Vi como gran parte de nuestras tiendas en Cancún Centro comenzaron a desaparecer, así que muchos de los cubanos que estaban en esta área decidieron cruzar la frontera aprovechando que Biden había eliminado el «Quédate en México», y que el procedimiento era más fácil. Entre los que partieron hacia la frontera norteamericana para solicitar refugio estábamos mi esposo y yo», cuenta Laritza.

El Anuario de migración y remesas (2021) documenta que Cuba es el tercer país que más solicitudes de protección presenta en México, solo por detrás de Honduras y Haití. De enero a septiembre de 2021, 7 683 viajeros cubanos han pedido protección, de acuerdo con el reporte más reciente de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

La Convención sobre el Estatuto de los Refugiados define como «refugiado» a toda persona que debido al temor de «ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país».

En 2020, 24 694 cubanos reconocieron encontrarse «desplazados por la fuerza», de acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). El 84 % de ellos fueron acogidos por cinco naciones: Estados Unidos, México, Uruguay, Costa Rica y España.

El añorado «sueño americano»

El 78 % del total de migrantes cubanos vive en Estados Unidos; esto representa tres cuartas partes de la población cubana que reside en el extranjero. Además de la proximidad geográfica y los lazos familiares que existen entre ambos países, la llegada de inmigrantes procedentes de la isla está motivada por ventajosas y exclusivas políticas migratorias.

En Estados Unidos, los asilados tienen derecho a trabajar en el territorio, posean o no el documento que lo autoriza. Además, pueden obtener una tarjeta de Seguro Social, pedir asilo para la familia, solicitar residencia permanente e, incluso, orientación profesional y adiestramiento en el idioma.

Si la solicitud de refugio no les es concedida, pueden acogerse al año y un día a la Ley de Ajuste Cubano, vigente desde 1966, que facilita el proceso de elegibilidad para convertirse en residente permanente de los Estados Unidos.

Tras la crisis de los balseros (1994), el texto se modificó para incluir la política «pies secos, pies mojados». Al amparo de esta resolución, los cubanos que tocaran suelo norteamericano eran aceptados legalmente; en cambio, de ser interceptados en el mar, serían devueltos a la isla.

Este programa fue derogado en 2017 por la Administración de Barack Obama, sin embargo, esto no detuvo la salida ilegal de los cubanos por vía marítima. Según informa la Guardia Costera, en lo que va del año fiscal 2021 se han interceptado 838 migrantes cubanos en el mar, una cantidad diecisiete veces mayor a lo reportado en 2020.

Solo en 2019, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos registró 11 798 detenciones en el paso fronterizo, una cifra récord en la última década, que se prevé aumente.

En febrero de 2021, ante el riesgo de una gran ola migratoria hacia EE. UU. tras la apertura de las fronteras cubanas, el presidente estadounidense Joe Biden se refirió a la necesidad de continuar con la Emergencia Nacional respecto a Cuba. La carta indica que la entrada ilegal de cubanos a los Estados Unidos a gran escala perturbaría las relaciones de este país con Cuba por permitir o proporcionar los medios para que ocurra una migración masiva. En caso de que suceda, sería considerado una amenaza a la seguridad nacional.

«No sé decir a ciencia cierta cuántas personas estaban en la frontera cuando yo crucé, pero eran muchísimas. Los cubanos se están apurando para cruzar porque saben que en algún momento esto volverá a restringirse. La gente tendrá que buscar otras vías, o irse a otros lugares, por suerte eso lo veré desde el lado de acá», dice Laritza.

***

Los expertos temen una nueva ola en los próximos meses como consecuencia de la actual crisis económica del país. Aunque el Anuario Demográfico publicado por la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) registró en 2020 apenas 4 474 nuevos cubanos radicados en el extranjero —la cifra más baja desde 2014—, la principal causa de este descenso fue la pandemia provocada por el SARS-CoV-2 y el cierre de fronteras.

La escasez de productos esenciales, la inseguridad alimentaria y los altos precios en el mercado informal —donde compra y vende la mayoría— podría acelerar la salida de miles de cubanos hacia destinos diversos.

Los cambios en la política migratoria y la flexibilización de los requisitos para viajar a algunas naciones han definido la ruta de los migrantes irregulares procedentes de Cuba en la última década. En el continente americano países como Granada, Trinidad y Tobago, Santa Lucía y Belice no exigen visado para los ciudadanos cubanos.

El 15 de noviembre de 2021 se abrieron las fronteras internacionales, luego de que los vuelos comerciales a la isla estuvieran limitados por más de un año debido a la pandemia.

Una semana después, el 22 de noviembre el Ministerio de Gobernación de Nicaragua informó que permitiría la entrada de los isleños sin necesidad de visa, «con el fin de promover el intercambio comercial, el turismo y la relación familiar humanitaria». Si seguimos la tendencia, todo indica que el territorio se convertirá en otro trampolín hacia el Norte, como sucedió antes con Ecuador (2008-2015) y Guyana ( 2016).

El libre visado establecido por el Gobierno de Daniel Ortega confronta la postura que asumió en 2015 cuando ordenó cerrar todos los accesos terrestres al país para interrumpir el paso de una caravana de cubanos varados en Costa Rica. De un año a otro, el flujo de migrantes pasó de ser un cuentagotas a torrente, ante el temor de que los privilegios de la Ley de Ajuste Cubano serán eliminados.

Aunque el gigante del Norte continúa acaparando las mayores atenciones de los migrantes cubanos, se pronostica también un aumento del número de cubanos en otros territorios muchas veces movidos por los juegos políticos y migratorios de turno; como la eliminación del visado, una frontera débil o el mensaje de un amigo o un familiar diciéndole que es el momento, que se vaya ahora y no espere más.

A fin de cuentas, marcharse de la isla ha sido una alternativa política, económica y social para los cubanos. La historia posrevolucionaria, marcada por tres grandes olas migratorias (la salida por Boca de Camarioca en Matanzas, en 1965; el éxodo del Mariel, en 1980, y la conocida crisis de los balseros en 1994), y la salida sistemática en pequeña escala de su población así lo demuestran.



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