El 20 de julio de 2022 se cumplieron dos años desde que el MLC se convirtiera en la moneda oficiosa de Cuba. Ese día, 72 tiendas administradas por las cadenas Cimex y Caribe reabrieron sus puertas prácticamente con los productos que hasta ese momento vendían en CUC, pero bajo una forma de pago impuesta unos meses antes para productos de gama media y alta (vedada para la mayoría de los cubanos).
Las tiendas en MLC han sido desde entonces motivo de discordia. Mientras que el Gobierno insiste en calificarlas como mal necesario, para la oposición y gran parte de la ciudadanía simbolizan una suerte de «apartheid económico». Economistas no vinculados al Gobierno consideran que, los costos de la decisión, son mucho más elevados que sus aparentes beneficios económicos.
Ante esta realidad, la pregunta inevitable es: ¿no hay alternativas a las tiendas en MLC? ¿Acaso se convertirán en una de las tantas «medidas coyunturales» que terminaron por ser definitivas?
Las primeras tiendas en MLC abrieron sus puertas en octubre de 2019, dedicadas a la venta de electrodomésticos y repuestos de vehículos. En un inicio fueron justificadas como una respuesta a la crisis económica en que volvía a sumirse la isla.
Para enero de 2022, el proyecto Inventario estimó que, en todo el país, al menos 515 tiendas y centros comerciales funcionaban bajo la modalidad de ventas en MLC; siete veces más de los que comenzaron a hacerlo a mediados de 2020.
Durante los últimos dos años, los cubanos se han dividido entre quienes poseen MLC y quienes no. Los primeros pueden comprar de manera directa en las tiendas en esa moneda; los segundos, deben agenciarse los productos que allí se venden, pero de segunda mano y a precios más elevados.
En resumen, las tiendas en MLC han sido el camino corto, a pesar de su impopularidad, para que el Gobierno siga respirando sin tener que transformar la estructura que le permite el control monopólico de la economía. Ello le facilita continuar siendo el Estado todopoderoso al que «hay que agradecerle» en lugar de exigirle.
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