Manifestante sostiene una bandera cubana ensangrentada durante las manifestaciones del 11J. Foto: Rialta.
El 11J y las relaciones Cuba-Estados Unidos. El día después
20 / julio / 2021
Las extendidas e inéditas protestas que tuvieron lugar el pasado 11 de julio en diversos barrios y pueblos de Cuba complejizan mucho más —bastante más— el panorama externo de la Isla, en especial el de sus trabadas, conflictuadas e importantes relaciones con los Estados Unidos.
Lo sucedido ese día, y la respuesta violenta del Gobierno cubano, nos colocan frente a un escenario particularmente negativo si lo comparamos con el contexto de los días previos al 11J.
Hasta entonces podían observarse algunas tímidas señales, en declaraciones y gestos, que indicaban que la administración de Joe Biden estaba lista para iniciar un lento, pero direccionado proceso de reversión de las medidas implementadas por Trump hacia aquel país durante los últimos cuatro años.
Sin embargo, ahora mismo esa tendencia aparece con un grado de reversa bastante acentuado luego de la respuesta represiva y el discurso beligerante y torpe elegido por las autoridades cubanas frente a las demandas de los miles de cubanos en las calles.
Sea fruto del cálculo y el control de daños, la falta de talento y flexibilidad política de sus principales gestores, los pocos márgenes que ofrece un sistema rígido y de escasa maniobrabilidad o porque apelan a lo que mejor y más eficientemente saben hacer: la promoción del miedo y la represión, lo sucedido ese día beneficia de manera directa y automática a los hardliners en la política hacia Cuba y deja a la administración con pocas justificaciones de peso frente a un electorado sensible que se ha movilizado y que es posible sea contrario al establecimiento inmediato de medidas disuasivas hacia Cuba.
De hecho, hay muestras de todo lo contrario, y la Administración norteamericana, con el propio presidente Biden quien declaró que en Cuba hay un «Estado fallido que está reprimiendo a sus ciudadanos», toma una acentuada distancia formal del Gobierno de Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez y advierte, una vez más, ahora con más énfasis, la importancia que le conceden al respeto a los derechos humanos, al derecho a la protesta pacífica y a las garantías procesales.
Gracias al alto impacto de las protestas, durante los últimos días no solo ha declarado el presidente, sino varios asesores de seguridad nacional, los senadores Bob Menéndez (poderoso jefe del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, un demócrata duro en relación con Cuba y poseedor de un importante voto que vale doble) y Marco Rubio, los congresistas Alexandria Ocasio-Cortez y Bernie Sanders, y otros políticos y figuras de peso. Llama la atención una idea de consenso a la que sobre Cuba han arribado claros adversarios del juego político local: solidaridad y apoyo con el pueblo cubano, condena a la represión e inexistencia de peros frente al respeto a los derechos a la protesta pacífica y el repudio a la violencia. Luego, esas declaraciones se llenan de matices y alguna que otra variable de color, como por ejemplo las menciones al embargo, pero todas parten de lo apuntado más arriba como declaración primera y principio indiscutible.
También es curioso que Estados Unidos no le preste mucha atención a las insistentes acusaciones de Cuba de que las protestas fueron organizadas o financiadas desde el exterior (hasta ahora sin más pruebas que los juegos retóricos, las interpretaciones sobre eventos y acciones colaterales, los descargos sobre el embargo o la simple propaganda).
Lo que sí ha declarado de manera abierta la administración es que trabaja seriamente para ayudar al pueblo cubano y proveer Internet libre a la sociedad (propuesta de Marco Rubio que costará alrededor de 200 millones de dólares y que varias fuentes aseguran sí se llevará a la práctica). Todo lo cual nos coloca frente a uno de los más complejos dilemas del orden internacional heredado con posterioridad a 1945: ¿hasta dónde un Estado tiene derecho a invocar razones de soberanía y seguridad nacional si para ello suprime masiva, conveniente y flagrantemente derechos civiles y políticos a sus ciudadanos? ¿Hasta dónde un Estado tiene derechos unilaterales sobre otro Estado reconocido? ¿Cuáles serían los límites de esa compleja relación entre soberanía estatal vs. derechos y garantías individuales? (Vale mencionar que ese derecho y orden internacional heredado merece actualización, pues se llena de conflictos sin solución y no siempre responde de forma coherente a los problemas de este tiempo).
El asistente especial y director para el Hemisferio Occidental, Juan González, declaró el 18 de julio que han recibido instrucciones del presidente para la creación de grupos de trabajo, con carácter urgente, para el restablecimiento de las remesas y los servicios consulares. Todo, según se dijo, en directo beneficio del pueblo cubano.
Respecto a los dichos de González, lo primero que llama la atención es la propia idea de la creación de grupos de trabajo cuando se supone ya estaban creados desde hacía varios meses (la política hacia Cuba la analizaban con seriedad y profundidad, declararon más de una vez a todos los niveles). O sea, no queda claro si la Administración busca evitar a toda costa una nueva crisis migratoria (verdadero problema de seguridad nacional para EUA), tener más presencia oficial en Cuba en momentos muy especiales luego del 11J o si intentan adelantarse en lo posible o contener una opinión que por estos días se comporta de manera bastante emotiva y reclama acciones más decididas a la Casa Blanca.
Ese gran cúmulo de declaraciones nos colocan frente a otro problema que enreda aún más el futuro inmediato: mientras más hablan o se hable sobre Cuba en estas circunstancias, menos espacio habrá para las medidas disuasivas o de acercamiento entre los dos ejecutivos. El actual Gobierno de Estados Unidos necesita capital político para muchas otras tareas y prioridades, y es muy poco el margen de maniobra que, visto así, podrían conceder a la recomposición de las relaciones con Cuba si todo lo que llega de su contraparte es de poca o ninguna contribución a ese fin y teniendo a una opinión pública cubanoamericana bastante activa en estos días.
Quizá el único elemento o declaración positiva de importantes autoridades norteamericanas durante la pasada semana ha sido el rechazo tajante a la posibilidad de una intervención humanitaria o de cualquier otra categoría.
Este nuevo escenario también parece indicar que no es un buen momento para los que han apostado por el inicio de relaciones más beneficiosas y constructivas con la Isla, incluida la Unión Europea y otros actores internacionales relevantes. El 18 de julio se supo, por ejemplo, que el ministro de Relaciones Exteriores de Japón, Toshimitsu Motegi, de gira por la región, canceló una visita oficial a Cuba anunciada en días previos al 11J.
Acá la única excepción recaería en los que aparecen como aliados estratégicos de la Isla, Rusia y China, quienes al menos formal y públicamente cerrarán filas con el Gobierno cubano y constituyen una defensa fundamental en un escenario clave como el Consejo de Seguridad de la ONU, así como en otros órganos del sistema internacional.
Habrá que estar muy atentos a la evolución del delicado escenario cubano, así como a las posiciones que asuman los principales actores globales, en especial Estados Unidos, y a cualquier iniciativa que pueda surgir en espacios multilaterales.
Parece más que obvio que no es un buen momento para el Gobierno cubano. Ahora mismo, en medio de su mayor fragilidad económica, financiera, comercial, epidemiológica y de crisis de los valores políticos y simbólicos que han sostenido a ese sistema, quizá asistamos a su hora más dramática, a su mayor desafío, luego de los muy claros cuestionamientos internos y del deterioro que se puede observar en sus relaciones con el mundo.
El Gobierno cubano está frente a una especie de tormenta perfecta en los ámbitos interno y externo, frente a lo cual no parecen alcanzar la suerte ni las consignas. Para navegar con éxito por esas aguas necesitarán resultados positivos y mediatos, talento político, valentía, análisis crítico, objetividad, altas cuotas de flexibilidad e, incluso, la humildad frente a propios y extraños.
¿Podrán? ¿Estarán a tiempo o se les agotó?
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