Autor

Mónica Baró Sánchez

Mónica Baró Sánchez

Periodista independiente nacida en La Habana, en 1988. Se graduó de Periodismo en la Universidad de La Habana en 2012. Trabajó para la revista estatal Bohemia entre 2013 y 2014, luego en el Instituto de Filosofía de Cuba. En 2015 formó parte del equipo fundador de Periodismo de Barrio, donde fungió como reportera y miembro de su Consejo Editorial hasta 2018. Actualmente, colabora con El Estornudo y reside en La Habana.
Cuba no necesita que un bando se imponga sobre otro a la fuerza. Cuba no necesita una mitad de ella misma derrotada y sometida y humillada. Cuba necesita que ninguna agenda política sea más importante que la agenda de la libertad.
El 9 de julio de 2020 se publicó en la Gaceta Oficial de la República de Cuba una resolución —la 23/2020— del Ministerio de Salud Pública que prohíbe, entre otras cosas, que yo tenga un imán con la forma de una hoja de marihuana.
Esta entrevista al científico Amílcar Pérez profundiza en el tema del diagnóstico masivo, una medida eficiente para enfrentar el nuevo coronavirus.
Si bien el cierre de escuelas ayuda en un sentido a prevenir los contagios con el nuevo coronavirus, también genera grandes desafíos para las familias y los países, especialmente los de pocos recursos, como Cuba.
La periodista independiente cubana Mónica Baró cuenta su experiencia de detención arbitraria en Guantánamo, cuando realizaba su labor junto a otros colegas. “Cuando me dijeron que debía irme de Baracoa, que debía abandonar la provincia, yo sentí que me estaban quitando mi país”, dice.
Si soy justa, debo reconocer que el cine ha valido cada libra perdida. Me mantendré lejos del espejo del baño por un tiempo. Si no termino como empecé, con música, es porque, como bien dice uno de los personajes de El cuento de las comadrejas, de Juan José Campanella: la vida no es como el cine.
Los espectadores cubanos suelen interactuar con los personajes bastante a menudo. Les reprochan comportamientos, les avisan de peligros, les dan o les quitan la razón, aplauden sus victorias o pronostican sus finales. También hay quienes tienen a mal hacer crítica de la película en tiempo real: me pasó en Vendrá la muerte y tendrá tus ojos y yo terminé en el rol de la tipa pesada que manda a hacer silencio.
Mónica Baró cuenta en su columna de viernes que el documental A media voz la dejó en una especie de limbo donde solo existía la nostalgia. Más que la emigración, o la amistad entre dos mujeres, dice que la esencia de este material es la nostalgia.
En Parásito, como a los 40 minutos, lo que ocurre es que la película deja de ser apenas la simpática historia de una familia y empieza a ser la triste historia de una clase social.
Quien vaya al cine hoy y se crea que va porque quiere, porque es una libre, se engaña. Hoy nos van a dejar ir al cine, como mismo nos dejaron ir ayer y nos van a dejar, o no, ir mañana.
Luego de Monos, ayer no vi nada más. Me fui de fiestas con unos amigos. Cada vez me interesan menos las noches y las madrugadas habaneras, es decir, sus fiestas, pero anoche necesitaba que el domingo fuera el sábado que no había tenido. Cuarta entrega de “Vagabunda”, columna de Mónica Baró.
Si los hombres menstruaran y, por tanto, pudieran embarazarse, en Cuba los abortos se practicarían con anestesia y respeto. Muchas mujeres no serían tratadas como puercas que van a ser sacrificadas para la cena de fin de año. O peor.
Cuando me probé las tres piezas y me miré al espejo yo me sentí un personaje de Blade Runner (1982) -de la película original, no de la que se produjo en 2017, que merece todo el olvido del mundo- y pensé que ese atuendo podía ser una bonita manera de celebrar que estábamos en 2019, como en Blade Runner.
“Siento que La Habana y yo llegamos al final de algo. Por lo pronto, lo único claro es que queda mucho cine por delante.”, segunda entrega de la columna Vagabunda, de Mónica Baró.
Le he puesto Vagabunda a esta columna porque un nombre tenía que tener. Vagabunda puede tener varias interpretaciones, yo me identifico con todas, pero si elegí este nombre es por Sin techo ni ley (1985), de la cineasta belga-francesa Agnès Varda
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Mónica Baró Sánchez

Mónica Baró Sánchez

Periodista independiente nacida en La Habana, en 1988. Se graduó de Periodismo en la Universidad de La Habana en 2012. Trabajó para la revista estatal Bohemia entre 2013 y 2014, luego en el Instituto de Filosofía de Cuba. En 2015 formó parte del equipo fundador de Periodismo de Barrio, donde fungió como reportera y miembro de su Consejo Editorial hasta 2018. Actualmente, colabora con El Estornudo y reside en La Habana.

Cuba no necesita que un bando se imponga sobre otro a la fuerza. Cuba no necesita una mitad de ella misma derrotada y sometida y humillada. Cuba necesita que ninguna agenda política sea más importante que la agenda de la libertad.
Si bien el cierre de escuelas ayuda en un sentido a prevenir los contagios con el nuevo coronavirus, también genera grandes desafíos para las familias y los países, especialmente los de pocos recursos, como Cuba.
Los espectadores cubanos suelen interactuar con los personajes bastante a menudo. Les reprochan comportamientos, les avisan de peligros, les dan o les quitan la razón, aplauden sus victorias o pronostican sus finales. También hay quienes tienen a mal hacer crítica de la película en tiempo real: me pasó en Vendrá la muerte y tendrá tus ojos y yo terminé en el rol de la tipa pesada que manda a hacer silencio.
Quien vaya al cine hoy y se crea que va porque quiere, porque es una libre, se engaña. Hoy nos van a dejar ir al cine, como mismo nos dejaron ir ayer y nos van a dejar, o no, ir mañana.
Cuando me probé las tres piezas y me miré al espejo yo me sentí un personaje de Blade Runner (1982) -de la película original, no de la que se produjo en 2017, que merece todo el olvido del mundo- y pensé que ese atuendo podía ser una bonita manera de celebrar que estábamos en 2019, como en Blade Runner.
El 9 de julio de 2020 se publicó en la Gaceta Oficial de la República de Cuba una resolución —la 23/2020— del Ministerio de Salud Pública que prohíbe, entre otras cosas, que yo tenga un imán con la forma de una hoja de marihuana.
La periodista independiente cubana Mónica Baró cuenta su experiencia de detención arbitraria en Guantánamo, cuando realizaba su labor junto a otros colegas. “Cuando me dijeron que debía irme de Baracoa, que debía abandonar la provincia, yo sentí que me estaban quitando mi país”, dice.
Mónica Baró cuenta en su columna de viernes que el documental A media voz la dejó en una especie de limbo donde solo existía la nostalgia. Más que la emigración, o la amistad entre dos mujeres, dice que la esencia de este material es la nostalgia.
Luego de Monos, ayer no vi nada más. Me fui de fiestas con unos amigos. Cada vez me interesan menos las noches y las madrugadas habaneras, es decir, sus fiestas, pero anoche necesitaba que el domingo fuera el sábado que no había tenido. Cuarta entrega de “Vagabunda”, columna de Mónica Baró.
“Siento que La Habana y yo llegamos al final de algo. Por lo pronto, lo único claro es que queda mucho cine por delante.”, segunda entrega de la columna Vagabunda, de Mónica Baró.
Esta entrevista al científico Amílcar Pérez profundiza en el tema del diagnóstico masivo, una medida eficiente para enfrentar el nuevo coronavirus.
Si soy justa, debo reconocer que el cine ha valido cada libra perdida. Me mantendré lejos del espejo del baño por un tiempo. Si no termino como empecé, con música, es porque, como bien dice uno de los personajes de El cuento de las comadrejas, de Juan José Campanella: la vida no es como el cine.
En Parásito, como a los 40 minutos, lo que ocurre es que la película deja de ser apenas la simpática historia de una familia y empieza a ser la triste historia de una clase social.
Si los hombres menstruaran y, por tanto, pudieran embarazarse, en Cuba los abortos se practicarían con anestesia y respeto. Muchas mujeres no serían tratadas como puercas que van a ser sacrificadas para la cena de fin de año. O peor.
Le he puesto Vagabunda a esta columna porque un nombre tenía que tener. Vagabunda puede tener varias interpretaciones, yo me identifico con todas, pero si elegí este nombre es por Sin techo ni ley (1985), de la cineasta belga-francesa Agnès Varda

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