Autor
Ariel Dacal Díaz
Educador Popular
El Código de las Familias es una oportunidad colectiva, social, histórica y moral para que cubanas y cubanos produzcamos más justicia. Una oportunidad para que los buenos afectos, la política y la ley se encuentren en un mismo camino.
No existen manuales infalibles del «buen papá». Eso es cierto, pero sí hay un cúmulo de lecturas, propuestas y vivencias que empujan a una relación más natural de esa condición. Una relación sin las ataduras del machismo que sesga la comprensión y plenitud de este rol.
La paternidad es uno de esos roles sociales que exige ser deconstruido y reconstruido. El pensamiento y la actitud crítica, entendida como comprensión de las condiciones que naturalizan y expanden aprendizajes y actitudes, es un recurso pedagógico para abordar este asunto.
El Código de Familias es el proceso político-legal más interesante que tenemos a la vista en Cuba. La paternidad es uno de los asuntos sobre el que se prevé ajustes en el documento. ¿Solo sobre paternidades biológicas?
¿Cómo se manifiesta, en el entorno adolescente cubano, la violencia de género? Los insultos a las hembras, las descalificaciones, las burlas, los tabúes, la cosificación, son algunas de esas expresiones.
«Estamos embarazados» es una expresión que, lejos de simplismo, broma o cursilería, anuncia, también en el lenguaje, la silenciosa revolución de las paternidades. Su uso contiene una mezcla de orgullo, responsabilidad y compromiso. Proclama un sentido más profundo y equitativo de ser pareja, más humano, más liberador.
Algunos padres suelen chocar con la expresión lapidaria, “yo soy la madre”, que en buen cubano significa: “ahí no te metas”; “de ahí pa´lla no hay más na´”. Por momentos parecería que eso es cierto. Ante esa expresión, los derechos paternos se tambalean.
En 2021 se abre un nuevo calendario en Cuba marcado por signos preocupantes. Estamos en un punto de no retorno. Se han agotado dos cuestiones fundamentales: el modelo estadocéntrico y burocratizado de socialismo y el cheque en blanco que el pueblo ha dado a quienes encaminan las reformas económicas del país.
Las niñas aprenden, sin saberlo, sin tener conciencia, sin poder explicarlo ni suponerlo, a reproducir un imaginario de relación exitosa con sustento en la solvencia económica como medidor, en la proyección de estatus que representa viajar o vivir en otro país, y la selección de la pareja como un objeto en el conjunto.
Una cola para comprar víveres subvencionados en tiempo de crisis (agudizada por demasiado tiempo) se comprende, aunque cada vez se acepte menos. Las colas, como medio para consumir paquetes turísticos con altos precios, no.
Llevar alimentos más variados y nutritivos a la mesa, o no, tributa directamente a la calidad de la sociedad que los produce o los importa, según sea el caso. Este es un asunto con muchas deudas en la Isla.
El amor no es un hecho natural, es construido históricamente, es un hecho aprendido socialmente. El vínculo entre el poder y el amor es central en la visión feminista. Quiere decir que la experiencia amorosa es también una experiencia política. Por tanto, el amor es contenido para la liberación.
Las multas son un regulador para la conducta ciudadana. Además de legales, son legítimas. Pero las multas deben mirar, también, al sector público, es decir, a los ciudadanos y ciudadanas que cumplen funciones públicas.
Muchas cosas cambian en Cuba. Algunas más evidentes y rotundas. Otras hay que mirarlas en sus matices. El machismo, la relación entre mujeres y hombres, la relación entre hombres y hombres, el patriarcado, sus manifestaciones diversas y en desafío, son de esos asuntos que pueden responderse con un “sí, pero no tan así”.
Las circunstancias actuales ponen altavoz a dos preguntas: ¿es completa una práctica médica sin virtud?, ¿es la virtud “instrumental” médico solo en las crisis?
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Ariel Dacal Díaz
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El Código de las Familias es una oportunidad colectiva, social, histórica y moral para que cubanas y cubanos produzcamos más justicia. Una oportunidad para que los buenos afectos, la política y la ley se encuentren en un mismo camino.
El Código de Familias es el proceso político-legal más interesante que tenemos a la vista en Cuba. La paternidad es uno de los asuntos sobre el que se prevé ajustes en el documento. ¿Solo sobre paternidades biológicas?
Algunos padres suelen chocar con la expresión lapidaria, “yo soy la madre”, que en buen cubano significa: “ahí no te metas”; “de ahí pa´lla no hay más na´”. Por momentos parecería que eso es cierto. Ante esa expresión, los derechos paternos se tambalean.
Una cola para comprar víveres subvencionados en tiempo de crisis (agudizada por demasiado tiempo) se comprende, aunque cada vez se acepte menos. Las colas, como medio para consumir paquetes turísticos con altos precios, no.
Las multas son un regulador para la conducta ciudadana. Además de legales, son legítimas. Pero las multas deben mirar, también, al sector público, es decir, a los ciudadanos y ciudadanas que cumplen funciones públicas.
No existen manuales infalibles del «buen papá». Eso es cierto, pero sí hay un cúmulo de lecturas, propuestas y vivencias que empujan a una relación más natural de esa condición. Una relación sin las ataduras del machismo que sesga la comprensión y plenitud de este rol.
¿Cómo se manifiesta, en el entorno adolescente cubano, la violencia de género? Los insultos a las hembras, las descalificaciones, las burlas, los tabúes, la cosificación, son algunas de esas expresiones.
En 2021 se abre un nuevo calendario en Cuba marcado por signos preocupantes. Estamos en un punto de no retorno. Se han agotado dos cuestiones fundamentales: el modelo estadocéntrico y burocratizado de socialismo y el cheque en blanco que el pueblo ha dado a quienes encaminan las reformas económicas del país.
Llevar alimentos más variados y nutritivos a la mesa, o no, tributa directamente a la calidad de la sociedad que los produce o los importa, según sea el caso. Este es un asunto con muchas deudas en la Isla.
Muchas cosas cambian en Cuba. Algunas más evidentes y rotundas. Otras hay que mirarlas en sus matices. El machismo, la relación entre mujeres y hombres, la relación entre hombres y hombres, el patriarcado, sus manifestaciones diversas y en desafío, son de esos asuntos que pueden responderse con un “sí, pero no tan así”.
La paternidad es uno de esos roles sociales que exige ser deconstruido y reconstruido. El pensamiento y la actitud crítica, entendida como comprensión de las condiciones que naturalizan y expanden aprendizajes y actitudes, es un recurso pedagógico para abordar este asunto.
«Estamos embarazados» es una expresión que, lejos de simplismo, broma o cursilería, anuncia, también en el lenguaje, la silenciosa revolución de las paternidades. Su uso contiene una mezcla de orgullo, responsabilidad y compromiso. Proclama un sentido más profundo y equitativo de ser pareja, más humano, más liberador.
Las niñas aprenden, sin saberlo, sin tener conciencia, sin poder explicarlo ni suponerlo, a reproducir un imaginario de relación exitosa con sustento en la solvencia económica como medidor, en la proyección de estatus que representa viajar o vivir en otro país, y la selección de la pareja como un objeto en el conjunto.
El amor no es un hecho natural, es construido históricamente, es un hecho aprendido socialmente. El vínculo entre el poder y el amor es central en la visión feminista. Quiere decir que la experiencia amorosa es también una experiencia política. Por tanto, el amor es contenido para la liberación.
Las circunstancias actuales ponen altavoz a dos preguntas: ¿es completa una práctica médica sin virtud?, ¿es la virtud “instrumental” médico solo en las crisis?
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