Foto: Cortesía del proyecto Akokán, en Los Pocitos.
«Placemaking» o humanizar la ciudad
13 / diciembre / 2021
La mente de Gabriela García bosqueja una ciudad ideal. La imagina. La hace accesible, segura, autosustentada. La desarrolla atendiendo al bienestar de sus habitantes. Promueve en ella la movilidad de peatones y ciclistas y construye las condiciones para mantenerla. En su cabeza, La Habana donde nació hace 29 años se ha ido transformando y ahora ha aprendido a reciclar, ha potenciado la agricultura urbana y ha hecho que sus residentes estén identificados con sus localidades y con los procesos que la hacen evolucionar.
Claro que este no es más que un sueño que lleva mucho tiempo moldeando la arquitecta, junto a la periodista Leysi Rubio. Gracias a las oportunidades que les ofreció un máster en una universidad del Reino Unido, las exbecarias de Chevening fortalecieron su capacidad de liderazgo y creación de redes colaborativas. Se interesaron en construir un espacio de debate para conectar a quienes abogan por el desarrollo comunitario y sostenible y defienden los espacios públicos.
Decididas a propiciar cambios positivos en Cuba, ambas obtuvieron el apoyo del Chevening Alumni Programme Fund y la Embajada Británica en la capital cubana para fundar el Foro Internacional «Espacios [Inter]activos» («Our City, Our Space», en inglés), que se ha celebrado en dos ocasiones. Dentro de su marco, además, crearon la red colaborativa Placemaking Cuba.
Según Rubio, se trata de «un ejercicio de reflexión y creación colectiva, de aprendizaje mutuo y de desarrollo de capacidades. En nosotros está la responsabilidad y la capacidad de construir una ciudad conectada a sus ciudadanos, y la formación de ciudadanos conectados a su ciudad».
Desde una óptica que puede resultar futurista, García entiende que «la forma en la que se planifican las ciudades afecta el desarrollo de la vida de las personas, sin importar de dónde vengan. Los cambios urbanos pueden modificar a gran escala la realidad de los cubanos y es por eso que, aunque esos cambios sean difíciles, representan una vía para transitar hacia modos de vida mejores y más sostenibles».
De acuerdo con los expertos, el urbanismo táctico o placemaking no son más que intervenciones urbanas (cada vez más usadas) que buscan recuperar el espacio público y maximizar su valor compartido, a través de acciones puntuales, controladas, normalmente con costo bajo y fácil implementación.
Este urbanismo, también llamado «do it yourself» (en español, hazlo tú mismo) y asociado a la peatonalización de las calles, habla de redistribuir las vialidades y enfrentar con activismo el inmovilismo que ha caracterizado por décadas a muchas urbes modernas. Su propósito más ambicioso radica en hacer ciudades humanizadas, diseñadas por sus propios residentes, ciudades en las que los ciudadanos participen de la toma de decisiones.
A partir de cambios estructurales como darles más espacio a parques, aceras, andadores o bicicletas, y menos a carreteras o parqueos, se obtiene un mayor índice de cohesión ciudadana, de identidad cívica y de sostenibilidad ambiental. Descrito por García, «es un proceso que involucra a los miembros de la comunidad, los Gobiernos locales y otras partes interesadas que se comprometen colectivamente en el proceso de desarrollo de comunidades específicas. No solo rehabilita su entorno, sino que estimula un sentido colectivo de identidad y de propósito para sus habitantes».
Las ediciones de Espacios [Inter]activos han contado con la intervención de más de cuarenta ponentes y panelistas de casi una veintena de países, entre los que resaltan las eminencias del tema a escala global Jan Gehl, Fred Kent y Gil Peñalosa; también han reunido a especialistas de La Habana, Cienfuegos y Matanzas. De hecho, sus principales organizadoras pretenden llegar a líderes de toda la isla, sin desatender el enfoque de género.
Innovadora idea nacida de jóvenes mujeres con una fuerte formación académica, el Foro les ha demostrado que en poco tiempo podría transformarse la esencia de un barrio, una ciudad, un país. García asegura que está estudiado y comprobado que «las mujeres y los hombres tienen comportamientos diferenciados. Constituye una realidad histórica que hace imprescindible tener en cuenta cuestiones de género a la hora de abordar temáticas de ciudad. Si queremos que estas sean exitosas, deben, ante todo, ser inclusivas».
A pesar de que en los últimos dos años el distanciamiento físico ha hecho que modifiquemos la manera en la que nos relacionamos, la vuelta escalonada a una nueva normalidad hace necesario que los espacios públicos «inviten a las personas al ocio, a conversar, a jugar, a caminar, y que estén diseñados para todos los grupos etarios y condiciones físico-mentales», señala la máster en Rehabilitación Arquitectónica Internacional y Desarrollo por la Universidad de Oxford Brookes.
En palabras de Gabriela Lage, otra arquitecta que se encuentra entre los más de treinta miembros que integran actualmente Placemaking Cuba, «el espacio público es el más democrático de las ciudades e invertir pensamiento y recursos en él beneficia a todos. Por su condición de público, es donde podemos imaginar de manera colectiva cómo queremos que sean nuestras ciudades y conformar un nuevo paradigma».
Por un lado, asegura Lage, «el coronavirus ha dificultado los procesos participativos tan necesarios en las formas de hacer que defendemos y esto es un reto que se ha sumado a muchos otros como la escasez de recursos y la ausencia de marcos regulatorios consecuentes con las necesidades de la población cubana actual».
Por otro, destaca García, quien trabajó tres años en la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHC) y ha centrado su práctica e investigación en la regeneración de asentamientos urbanos en La Habana, que «la pandemia y la pos pandemia han llamado la atención sobre las estrategias de desarrollo que han caracterizado a la modernidad y han convertido en una prioridad la vida peatonal y la creación de espacios para las comunidades».
A tenor con Lage, «el contexto de crisis ha sido una alerta para todos y una oportunidad para replantearnos la forma en la que vivimos. En ese sentido, se ha avanzado mucho en el cambio de pensamiento de las personas que, a mi entender, en tiempos “normales” tal vez hubiera tomado años. El impacto de una pandemia nos hace poner todo en perspectiva y hemos visto en doce meses cambios significativos que no hubiésemos soñado en años».
Urbanizar Cuba tácticamente
Para lograr la transformación de los espacios comunitarios, García explica que un proyecto requiere de mecanismos participativos desde que nace hasta que se ejecuta. «Quienes pertenecen a una comunidad deben ser considerados expertos porque son los que la conocen mejor y porque son sus aspiraciones y descontentos los que debemos solucionar. Eso es placemaking, el punto en el que los profesionales y las instituciones solo apoyamos ese desarrollo que, si nace desde la comunidad y los involucra en cada etapa, eleva el sentido de pertenencia de los residentes con sus espacios».
Si existen buenos urbanistas, arquitectos, diseñadores, comunicadores, sociólogos, activistas comunitarios, académicos, emprendedores vinculados a esta iniciativa, ¿qué falta para llevar a la práctica lo que plantean? «Fortalecer las alianzas entre la academia y los líderes locales con las autoridades. Por años, decenas de profesionales se gradúan con ansias de transformar la ciudad y hacerla más resiliente, inclusiva, divertida, dinámica. El reto sigue estando en convertir todas esas ideas en acciones concretas. Las ganas y las buenas ideas nunca faltarán», asegura García.
¿Las estrategias gubernamentales han tenido en cuenta los debates de «Espacios [Inter]activos»?, le pregunto. «Durante la primera edición la academia fue la más involucrada, pero es una realidad que el nacimiento de los proyectos de desarrollo local favorecen mucho lo que promovemos en el foro desde sus inicios y en la edición de este año contamos con la participación de la Dirección General de Transporte, la OHC y otras instituciones y ONG que se han inspirado mucho en los proyectos llevados a cabo por miembros de Placemaking Latinoamérica. Pienso que con la consolidación de esa red en Cuba podremos trabajar de conjunto en iniciativas comunitarias.
En opinión de Lage, el principal pendiente de incorporar al planeamiento urbano en la isla es mirar a las personas, «pensar en ellas como eje central de cada proyecto que se decida implementar. Ignorar sus necesidades nos llevará al fracaso y eso se ha demostrado».
No obstante, con la puesta en vigor de una Política para impulsar el Desarrollo Territorial, el país se encuentra ante un escenario mucho más propicio para asumir el placemaking y consolidar alianzas influyentes y alejadas de una gestión vertical. Por primera vez en muchos años, destaca Lage, «comienza a verse en Cuba una descentralización de la economía y los recursos. Eso es muy positivo porque lo que no era prioridad en las estrategias de país, puede ser abordado con más interés por las iniciativas y Gobiernos locales. Cada comunidad puede gestionar sus recursos y empoderar a sus miembros de manera más soberana».
Datos revelados por el Ministerio de Economía y Planificación en octubre pasado afirman que en 2021 se han estado ejecutando en Cuba 423 proyectos de desarrollo local, de los cuales 314 (el 74.2 %) son de carácter económico-productivo y se enfocan en la exportación, la producción de alimentos para personas y animales, la industria local, el turismo y el comercio. Unos 57 de ellos son socioculturales, 21 ambientales, 19 institucionales y 19 de investigación, desarrollo e innovación.
La primera propuesta de Placemaking Cuba se concretó precisamente con un taller de fortalecimiento de capacidades con miembros del barrio Los Pocitos, junto al proyecto Akokán y dirigido por líderes de Placemaking Latinoamérica. Asimismo han tenido contacto con otros proyectos comunitarios como Tercer Paraíso, Arte Corte, Ciclo Paple y Co-pincha.
Rubio explica que «son la experiencia viva de cómo reactivar las comunidades con sentido de responsabilidad e identidad, con proyectos concretos de alto impacto en sus localidades a través de la gestión social y cultural, la producción sostenible de bienes y servicios y el despliegue de estrategias comunicativas, educativas y participativas para el empoderamiento ciudadano».
La construcción de infraestructuras y la revitalización de aquellas en desuso, el impulso de la movilidad activa, el desarrollo de economías locales, el fomento del reciclaje y la seguridad alimentaria y nutricional son claves para garantizar el acceso de todo ciudadano a materias primas y sus derivados, fuentes de alimentación y beneficios para su salud, su bolsillo y su entorno social y medioambiental.
Con el desarrollo local como piedra angular, García, Rubio y Lage insisten en ofrecerles herramientas a las comunidades para construir la ciudad saludable, vibrante, sostenible e inclusiva que proyectan en sus mentes, mientras realizan esfuerzos creativos para que se logre.
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