En medio de la grave crisis que atraviesa Cuba, el sector privado ha pasado de ser prohibido y marginado a ser uno de los actores más dinámicos de la economía nacional. A pesar de los obstáculos financieros, regulatorios y burocráticos, los emprendedores han logrado consolidarse en áreas claves como la alimentación, el comercio minorista y los servicios, al punto de superar por primera vez al Estado en las ventas al consumidor final.
Las cifras oficiales así lo demuestran: en 2024, las mipymes realizaron el 29.4 % de las ventas de bienes y servicios en el país, mientras que los trabajadores por cuenta propia alcanzaron el 24.9 %. En conjunto, el sector privado llegó al 55 %, frente al 45 % estatal. «Si uno compara 2024 con respecto a 2022, las ventas de las mipymes crecieron en un 1 700 %, y los TCP en un 300 %. Eso nos da la medida de la relevancia actual del sector privado», afirmó a elTOQUE el economista cubano Omar Everleny Pérez Villanueva.
Esa expansión, sin embargo, ocurre bajo duras limitaciones. Para Everleny, el sistema cambiario es uno de los factores más distorsionadores. «El sector privado cubano está impactado, entre otras cosas, porque la tasa de cambio cada vez va creciendo más, y eso lo reflejan en sus precios». La falta de acceso a financiamiento formal es otra de las trabas. «Yo creo que si el sector privado tuviera acceso a fuentes de crédito, si los bancos les otorgaran créditos para producir e importar, podría desarrollarse más. Muy pocas empresas en el mundo operan exclusivamente con sus propios recursos», explicó Everleny.
Los emprendedores confirman ese diagnóstico. Brenda, una emprendedora cubana en el sector de la elaboración de alimentos, afirma que su negocio se mantiene a flote «gracias a las ventas en plataformas online, que son directamente en dólares». No ha encontrado en Cuba mecanismos de crédito, y sus compras de materias primas dependen mayormente de proveedores en el extranjero. Sobre el marco regulatorio, confiesa: «Es terrible, pero me adapto a todo o hago lo que me dé la gana, sea legal o no».
Mauro, otro emprendedor del sector alimentario, describe un panorama similar: «Acceder a financiamiento en Cuba es muy complicado, sobre todo para las mipymes. Para mantener el negocio funcionando hemos tenido que depender de financiamiento propio, de reinvertir utilidades y de buscar alternativas de proveedores que nos permitan pagos diferidos o compras en consignación». Para él, la descentralización hacia los Gobiernos municipales de la autorización de nuevas empresas privadas no ha sido una solución: «La descentralización ha complicado los trámites. Los municipios tienen prioridades distintas, muchas veces más urgentes, y la aprobación de mipymes pasa a segundo plano. Eso ha provocado retrasos que pueden ser de meses».
El impacto de esa ralentización, según Mauro, se refleja en los precios y en la falta de competencia: «Al frenar la entrada de nuevas empresas, la competencia se reduce y los precios tienden a mantenerse más altos de lo que serían en un mercado más dinámico. Esto afecta tanto a los consumidores como a los emprendedores que buscan innovar y ofrecer mejores alternativas», afirmó.
A las trabas económicas se suman los problemas jurídicos. Adalberto, un jurista que ofrece asesoría a emprendedores, considera que «los órganos legislativos que regulan de forma inestable el emprendimiento están en deuda con los ciudadanos que arriesgan capital y recursos humanos tratando de desarrollar el sector privado en Cuba»; y denuncia: «la falta de uniformidad interpretativa de lo dispuesto y la coexistencia de un “Derecho de indicación o epistolar” ajeno o neutralizante del promulgado en el medio oficial de publicación del Derecho en Cuba, que es la Gaceta Oficial».
Pese a las dificultades, el sector privado sigue aumentando su relevancia dentro del panorama económico cubano. Mauro estima que «representa alrededor del 80 % de las ventas de alimentos y productos de primera necesidad, mucho más de lo que reflejan las estadísticas oficiales. Lo cual muestra que los cubanos confían en los emprendedores privados para satisfacer necesidades cotidianas».
Las demandas de los emprendedores y de los especialistas coinciden: acceso real a financiamiento, eliminación de trabas regulatorias y un marco más flexible para operar. Everleny propone al Gobierno cubano eliminar las prohibiciones que tienen determinados oficios que no están autorizados a ser ejercidos por el sector privado, flexibilizar la propiedad empresarial y permitir que las mipymes puedan importar directamente. «El Estado, por poner su nombre, por darte un papel para que tú saques la mercancía en el puerto, se coge un arancel. Esa es una mentalidad rentista», criticó.
En medio de la grave crisis económica, el sector privado cubano da señales de que seguirá creciendo, a pesar de las limitaciones. Su dinamismo contrasta con la rigidez estatal, pero su expansión depende de cambios de fondo que todavía parecen lejanos. Como resume Everleny: «El sector privado sigue creciendo, la estadística lo demuestra, pero pudiera crecer mucho más».
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