Foto: captura de pantalla.
El Norah-tour en La Habana, la masterclass que no espera el mundo (+ Narración)
14 / noviembre / 2023
Come gather around people / Wherever you roam / And admit that the waters / Around you have grown
Bob Dylan
La visita de Norah Jones a Cuba en febrero de 2024 redefine el concepto de concierto, lo moderniza, lo posmoderniza, lo eleva a nivel de experiencia. Intercambio cultural le llaman. Norah Jones Vive en La Habana. Una experiencia musical que rebosa de buenas intenciones. Las mismas buenas intenciones del empedrado camino del infierno en el que se ha convertido la isla. Ya tú sabes.
Norah Jones viene a aportar su granito de arena. También lo hizo cuando, en su momento, no solo fue capaz de alcanzar la fama y el reconocimiento de la crítica y el público. Quizá sin proponérselo, logró también que parte del elitismo del jazz se dejara querer asomándose a un mainstream más sofisticado, aplicando una pátina jazzística a sus canciones como un filtro premium e irresistible de IG. Lo anterior, sin que su autenticidad dejara de explicarse mejor desde la fusión del soul, el blues, el country y el pop-rock antes que del jazz.
La combinación, desde luego, también consiguió que parte del elitismo del género terminara odiándola. En cualquier caso, la responsabilidad de las etiquetas puede comprenderse mejor porque Blue Note —el sello que la dio a conocer— era una discográfica demasiado mítica. Que habían descubierto a una estrella era un hecho incontestable. Lo que no quedaba tan claro es que se tratara de la estrella que realmente estaban buscando. Eso sí, Blue Note se relanzó y posiblemente los puristas del jazz terminaron por comprender que tampoco era para tanto y Norah Jones inició su imparable y meteórica carrera.
A pesar de que somos conscientes de que su visita no es la primera que realiza una estrella internacional a Cuba, nos preguntamos, ¿por qué molesta tanto?
Cuando en 2001 Manic Street Preacher llenó las localidades del Karl Marx, a más de uno nos hubiera gustado conocer mejor las letras de las canciones, distinguir un riff, una conexión mínima, algo, porque, al fin y al cabo, habíamos ido a escucharlos.
Entre el público del teatro se podía vislumbrar el bouncing de la barba rala del rey del realengo. Know your enemy. Fidel Castro recibió la banda, le descargó como villanamente pudo. Incluso así, algún habitante de la isla que no era de la Juventud o del Partido logró formar parte. ¿Aquello podía entenderse como intercambio cultural? Puede ser. La pregunta, sin embargo, sería: ¿hubo dilema?
En 2005, la visita de Audioslave reconvirtió el protestódromo de la Tribuna Antimperialista en un escenario inolvidable. Algo se habló, incluso se manejó la idea de que el concierto había servido para blanquear la imagen del Gobierno.
Cuatro años más tarde llegó Juanes de la mano de Miguel Bosé con Paz sin Fronteras y se formó el evento a lo multitudinario. Olga Tañón, Víctor Manuel, Aute, Jovanotti… La actividad no quedó mal, hubo intercambio cultural, dilema y los cubanos sentimos que formábamos parte, había venido gente, ¡cantidad de gente, caballero!
Cuando llegaron los Rolling se partió el bate, el intercambio ganó flow. Las satánicas majestades cantándole a vuestra majestad Satán. Cinco días antes había llegado Obama a resquebrajar el hielo de la Edad de Hielo.
―¡Qué bolá, Cuba! ―argumentó Barack.
―Los tiempos están cambiando ―añadió Mick.
Una cálida y temblorosa sensación de embullo recorrió la isla con el tema de la apertura, la gente se sabía un poquito más las canciones. El dilema se diluyó porque Obama se reunió con la disidencia y, claro que sí, hubo un gran intercambio cultural.
Se acerca entonces ese pequeño tramo de futuro que nos separa de la experiencia que está cocinando Norah. Miramos las tarifas y por reflejo nuestra hiperinflada mente lee los precios en pesos cubanos, 3 499, 8 599… Pero es en dólares, bro. La sensación de intercambio se disipa. Viajes en almendrón, restaurantes, paladares. Masterclass con alumnos de la Universidad de las Artes, conciertos con Alain Pérez, Síntesis, da igual, la sensación de que estás en presencia de un pack turístico no te la quita nadie de la cabeza.
Es verdad que Norah ocurre en una época en la que la dictadura isleña sufre la democratización del wifi. Gracias a las redes se está más cerca de zarandear la verdad que en todas las décadas anteriores de la Revolución. El dolor quizá sea igual de profundo, pero ahora es más fácil compartirlo.
El dilema moral de ir a dar un par de conciertos envueltos en una campaña publicitaria turística cuando Cuba sufre la mayor crisis económica y migratoria desde 1959 toca algo más que las narices. Eres un artista y tienes que cobrar, eso no van a discutírselo ni a Norah ni a nadie. El problema radica en que los artistas que se referenciaron antes, sin contar a otros que no se mencionan, pero que de alguna manera también vinieron en nombre de sus ideas, no formaron parte de un negocio tan descaradamente corporativo como el que se está preparando para febrero del próximo año.
No podemos quejarnos, el hospedaje del pack será en el Gran Aston La Habana, de Archipelago International —el operador hotelero más grande del sudeste asiático— y no en hoteles pertenecientes a Gaesa, como ocurrió en gran parte con el soporte del reciente Santa María Music Fest. Así todo, el Norah Jones Vive en La Habana será una pata más del cacareado deshielo de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, solo que esta vez con entradas cuyos precios se antojan prohibitivos, diseñados para un tipo de cliente que se parece demasiado a un turista que no es precisamente cubano.
Lo del negocio corporativo no sería un problema si la corporación y el negocio no pertenecieran al Gobierno. Claro que, si la cosa no versara sobre eso, no se trataría de una dictadura; en todo caso estaríamos hablando de un Gobierno corrupto. Por cosas de la vida, Cuba es una dictadura con un Gobierno corrupto. Esta definición, según se mire, coloca a la isla en una zona de abundancia. Lo tiene todo. Incluidos un millar de presos políticos, los apagones, la hiperinflación, la escasez, generaciones y generaciones partidas al medio por la necesidad de emigrar y una rabia, una tristeza y una impotencia imposibles de calcular.
Por otro lado, el ejercicio de economía liberal del Gobierno parece que funciona. Si alguien lo duda, que se lo pregunten a Dreamcatcher Events, productora que se encarga de que los hilos que agita el querido Estado cubano se muevan indefinidamente. Aunque tenga que atravesar la piel agrietada y traslúcida del bloqueo.
Detrás de lo que se puede y lo que no se puede, entre vacíos legales y semánticos, se vivirá del intercambio cultural. Funcionó con el concierto de Rufus Wainwraight, con el Santa María Music Fest y funcionará con Norah Jones. Lo del pack turístico será cada vez más a la cara. Al menos Rufus cantó con Varela. Habrá que agradecer el detalle de no escuchar a Norah haciendo sopa con la trova tradicional en la Plaza Vieja o que en el Chevy del 57 del póster no se cuele Buena Fe para grabar una colaboración.
No le podemos negar a los que negocian el futuro de la isla el golazo de traerse a una artista tan mediática. Si quieren que el gol parezca olímpico y, sobre todo, digno, que al conversatorio con los alumnos del antiguo Instituto Superior de Arte o a algunos de los conciertos inviten a Maykel Osorbo o a Luis Manuel Otero o a alguno de los presos políticos o a cualquiera que diga la verdad. Lo que haga falta, Norah, para no desentonar con la masterclass que debería estar esperando el mundo.
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.
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