¿Por qué el 11J marcó un antes y un después para la historia cubana reciente?

¿Por qué el 11J marcó un antes y un después para la historia cubana reciente?

12 / julio / 2024

1. IMPLICÓ UN QUIEBRE EN LA PSIQUIS DE LOS CUBANOS

La indiferencia de los ciudadanos es esencial para las autocracias. Como dice Fernando Ruiz, la pérdida de libertades comienza cuando la gente se cansa de informarse y opta por ignorar los aspectos más oscuros del sistema, lo que los lleva a un acto colectivo de ceguera.

Para salir de la tiranía, es crucial el proceso inverso. Primero, enterarse en silencio, acumular una verdad contenida que empieza a presionar. Luego, la verdad estalla en forma de protestas públicas (como ocurrió el 11 de julio de 2021) que continúan ocurriendo, aunque en escalas y lapsos de tiempo diferente.

El 11J marcó el fin de la era del silencio acumulado por muchos cubanos. El fin de la idea de que los cubanos que disienten de las políticas del Partido Comunista están solos, que son una minoría irrelevante y que solamente pueden disentir en sus cabezas y sin acompañamiento. Sacó el genio de la ciudadanía contenido en la botella de la autocensura y de la catarsis reducida a los espacios privados. El 11J hizo que la gente comprendiera que, aunque el régimen diga lo contrario, la calle no es solo de los revolucionarios.

Aunque el miedo se mantiene, el 11J demostró que los atemorizados con capacidades de levantarse son también un número considerable.

El 11J produjo un quiebre en la psiquis de los cubanos porque demostró que al lado de tu casa vive gente dispuesta a salir contigo a la calle.

2. DEMOSTRÓ QUE LA OPOSICIÓN PUEDE SER POCA, PERO QUE LA DISIDENCIA ES MUCHA

Uno de los argumentos recurrentes del régimen cubano es que quienes se oponen a su gestión son —señalando su número reducido— «grupúsculos» de «apátridas» manipulados desde Estados Unidos.

No obstante, la existencia de un sector de la población nada despreciable que se opone al castrismo y al socialismo quedó evidenciada desde antes del 11J. Quizá la muestra más elocuente fue la obtenida después del referendo constitucional de 2019. En esa ocasión, al menos el 10 % del electorado mostró desacuerdo con la tiranía del Partido Comunista y con la irrevocabilidad de su modelo de desarrollo. Sin embargo, la significación del número fue relativizada, entre otras cuestiones, porque se había mostrado solamente en la seguridad de las urnas y no en un reclamo público y sostenido en las calles.

El 11J le puso rostro al sector del cual solamente se tenía una idea aproximada y relativa. Demostró que en Cuba no se necesita una oposición articulada o un liderazgo para que la ciudadanía (como actor independiente) exprese su inconformidad en las calles. Evidenció que, aunque la oposición política pueda ser limitada, los disidentes cubanos son muchos. Demostró que cientos de miles de cubanos sienten un profundo malestar con el régimen debido a la obstrucción de sus necesidades básicas y aspiraciones de prosperidad. El 11J marcó el fin de la era en la que la protesta pública era protagonizada exclusivamente por la oposición política. También mostró que aunque los disidentes permanezcan silentes, si su situación se vuelve en exceso angustiosa, pueden pasar de la queja privada a la protesta pública.

En Cuba hubo manifestaciones previas de disidencia (como el Maleconazo de 1994), pero los eventos fueron focalizados y no provocaron, como el 11J, la normalización de la protesta pública como forma de reivindicación de derechos.

Desde el 11J, la protesta pública —aunque con diferentes intensidades y lapsos de tiempo— no ha cesado en el país. El hecho de que la protesta se haya convertido en costumbre ha obligado al Gobierno cubano a cambiar la forma en la que lidia con las expresiones de descontento.

3. MARCÓ EL INICIO DE LA DESCOMPOSICIÓN DEFINITIVA

La respuesta a las protestas del 11J y la situación posterior demuestran que el Gobierno no solo reprime brutalmente la disidencia, sino que carece de otras soluciones.

Desde 1959, el castrismo ha empleado diversas tácticas para eliminar a los opositores, desde fusilamientos y campos de trabajo hasta exilio y encarcelamientos prolongados. Pero las evidencias de las prácticas se circunscribían en muchas oportunidades a los testimonios de las víctimas acallados por la normalización de la represión y por un ejército de adoradores y defensores del régimen que exportaban la idea de que la única víctima era el castrismo y no los ciudadanos que destruía.

El 11J expuso al Gobierno al punto de que sus medios de propaganda cuestionaron la existencia de desaparecidos relacionados con las protestas. El 11J dejó al menos un muerto, heridos de bala y cientos de presos políticos, muchos más que los que hay en Venezuela y en Nicaragua juntos.

El castrismo siempre ha intentado eliminar la iniciativa individual de los cubanos. Tras el 11J, la intención del Gobierno de anular la individualidad no ha cambiado, pero sus métodos son cada vez menos efectivos.

Ni siquiera las mipymes autorizadas tras el 11J han logrado convertirse en un espacio para el desarrollo restringido de capacidades individuales. A tres años de la supuesta nueva apertura a la iniciativa privada, Cuba sigue viviendo la promesa de Fidel Castro en toda su crudeza. En 1968 Fidel Castro dijo que en Cuba no tendrían futuro ni el comercio ni el trabajo por cuenta propia ni la industria privada. 65 años después, Cuba es un desierto productivo en el que no se produce ni azúcar.

Como dijo el escritor uruguayo Carlos Liscano en su libro Cuba, de eso mejor ni hablar «Castro solo dejó discursos».

La desesperanza que provoca la certeza de que el castrismo no tiene nada para ofrecer y que la ciudadanía cubana se reconozca como un colectivo disidente —producto del quiebre psicosocial generado por el 11J—, la ha llevado a intentar alcanzar espacios fuera de Cuba en los que pueda explotar sus capacidades. Algunos especialistas calculan que en apenas dos años (2022-2023) el 18 % de la población cubana ha abandonado el país.

No obstante, la emigración desde Cuba sigue siendo casi un privilegio. No todos pueden emigrar, pero en su mayoría los cubanos que se quedan también aspiran a poder desarrollar sus capacidades individuales. El 11J y lo que vino después demuestra que para lograrlo se requiere una agenda que implique la reivindicación de los derechos en la calle.

Ante el despertar, el régimen puede volverse más brutal. A fin de cuentas, la coacción y la violencia han sido los caminos del Gobierno para enfrentar los reclamos ampliamente reproducidos por la ciudadanía el 11J (comida, salud, bienestar y libertad).

A tres años del 11J, ninguno de los reclamos está resuelto, lo cual se convierte en una evidencia poderosa de que para lograrlos es preciso un cambio de régimen. Queda claro, además, que para lograrlo habrá que enfrentar lo único que queda a las autoridades cubanas, la impotencia de la violencia.

Aunque no lo parezca, la claridad acerca —mucho más de lo que aleja— a Cuba y los cubanos a un cambio. Aspecto que también hay que agradecerle al 11J y a sus protagonistas.


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