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José Daniel Ferrer. Foto: tomada de Facebook, mejorada con IA.
José Daniel Ferrer y su visión de la Cuba futura
20 / febrero / 2025
José Daniel Ferrer lleva muchos años dedicado a la lucha por un cambio político en Cuba, a favor de la democracia y por el respeto a los derechos humanos en la Mayor de las Antillas. Es líder de la Unión Patriótica de Cuba (Unpacu), una de las organizaciones opositoras de mayor impacto y número de afiliados en el país.
Fue excarcelado el 16 de enero de 2025, como resultado de un proceso de negociación que involucró a la pasada Administración de Estados Unidos, presidida por Joe Biden, y al régimen de La Habana, con la mediación del Vaticano.
Desde que pisó las calles de Santiago de Cuba, el 16 de enero de 2025, Ferrer no ha dejado de expresar sus ideas sobre la crisis cubana y la solución que él propone. Sus declaraciones a diversos medios de prensa cubanos y extranjeros, incluidas las ofrecidas a elTOQUE durante un diálogo con Eloy Viera Cañive en el programa ¿Ahora Qué?, han causado debates entre los cubanos que disienten del Partido Comunista de Cuba.
Para también dejar un registro escrito de esta entrevista, y que pueda llegar a más personas, la transcribimos casi en su totalidad. Algunas partes del intercambio original han sido editadas y resumidas para su mejor comprensión en este formato. Si desea verla de forma íntegra, puede acceder aquí.
***
Eloy Viera: Mi generación ha sido víctima de un adoctrinamiento durante muchísimo tiempo que ha establecido determinados estigmas. José Daniel Ferrer y otros opositores cubanos han sido sujetos de ese proceso. Más allá de cualquier diferencia que pudiéramos tener, he aprendido a respetar a las personas que como usted son coherentes y valientes. ¿Cómo ha sido pasar 12 años de su vida, o más, en prisión?
José Daniel Ferrer: El sentimiento que eso genera tiene diversas aristas. Son más de 12 años ya —y sin tener que contar las detenciones prolongadas en unidades policiales hasta por un mes, o 15 días…—. Uno se pregunta, ¿vale la pena pasar tanto tiempo alejado de la familia, privado de libertad? ¿Vale la pena pasar diez de esos años en confinamiento solitario, y más de cuatro en aislamiento extremo, sin la más mínima posibilidad de conversar con otro ser humano? ¿Vale la pena haber recibido tantas golpizas, verse obligado a realizar tantas huelgas de hambre? ¿Vale la pena sufrir humillaciones constantes, acoso, tratos crueles, muchas veces muy inhumanos y degradantes? Creo que es demasiado costo, demasiado dolor y sufrimiento para uno y la familia; pero al final la respuesta que me he dado siempre, que he obtenido en mi búsqueda de respuestas a estas interrogantes, es que sí vale la pena. Sí vale la pena sacrificar todo cuanto haya que sacrificar por la libertad, por la democracia, por la justicia y por el bienestar de un pueblo.
Nuestro pueblo ha vivido en condiciones muy difíciles durante muchas décadas, sin derechos, sin libertad de expresión, de asociación, de prensa, de manifestación —pacífica, por supuesto, que es lo que defiendo, mi opción es la no violenta—. Y para Colmo, nuestro pueblo está viviendo la peor crisis. Antes vivimos la crisis de los años noventa, llamada Período Especial por la propaganda oficial, pero esta realmente es una situación muy crítica, muy penosa y sí vale la pena arriesgarlo todo, incluso la vida, para que nuestro pueblo recupere sus derechos y podamos reconstruir la nación y vivir fraternamente todos los cubanos.
Los cubanos de dentro, los que decidan quedarse en otra tierra, y los que decidan regresar luego de que democraticemos nuestra patria, nuestra nación. Eso nos hace decir: sí ha valido la pena —aunque todavía no hayamos alcanzado nuestra principal meta— 12 años de sacrificio, sufrimiento y dolor.
Y cuando uno pregunta a la familia y te dicen: «Cuentas con mi apoyo, es duro, he pasado momentos difíciles, muy críticos, pero no nos rendimos»; pues eso hace que uno se sienta muy fuerte y con ánimos para continuar.
He estado muy al tanto de tu situación, sobre todo desde el punto de vista del análisis jurídico. Sé que en esta última detención viviste cosas muy serias. Recuerdo un incidente en el que hablabas de unos zumbidos que sentías en celda. También leí una entrevista en El Estornudo en la que decías que por primera vez habías pensado en quitarte la vida durante el encierro. ¿Cuál ha sido la diferencia entre la prisión política que viviste en la Primavera Negra (2003) y la más reciente?
Quiero clarificar la cuestión del término suicidio, porque quizá no fui muy preciso a la hora de responder en esa entrevista.
En los primeros tres meses, aproximadamente, en aquel brutal encierro —yo sabía que me encontraba en la prisión de Mar Verde, pero no podía ver ni un patio ni un pasillo ni una cerca, porque mi celda era herméticamente cerrada con una ventilación muy escasa y un calor excesivo— no tenía ninguna comunicación con la familia, supuestamente por la cuarentena por la COVID-19 (…), y comía un poquito, lo que podía digerir de los pésimos y escasos alimentos del penal.
Empecé a sentir un fuerte dolor de cabeza durante varias horas, a veces casi todo el día, con pequeños intervalos en los que disminuía ese intenso dolor, un dolor como nunca —ni después de esos primeros meses— lo he vuelto a sentir. Y sentí un sonido muy fuerte, como un zumbido en los oídos, al punto que valoré que podía tener algún daño en un nervio. Estos síntomas se conocen clínicamente como acúfenos (…).
En medio de esa situación, a mis 51 años en ese momento, por primera vez en mi vida tuve alucinaciones, estaba viendo que las paredes se estaban cerrando sobre mí. Llegué a la conclusión que no podía ser el encierro porque yo había pasado uno muy similar durante 84 días en Pinar del Río, cuando la primera prisión mía en la Primavera Negra.
Entonces pensé que el dolor era algo muy raro y extraño, el zumbido también. Allí [en el penal] es difícil obtener atención médica —y más si te están creando el problema con alguna sustancia u otro método—. Es obvio que tratarán de que no se solucione tu caso, sino llevarte a una situación extrema para conseguir lo que el régimen siempre ha querido: la rendición, no solo la mía, sino de todo preso político y que abandonemos el país. Ellos [las autoridades] te quieren lejos de Cuba, que no seas ni siquiera una imagen visible para para tus vecinos o las personas que te rodeen, aun cuando te quieras apartar del activismo para evitar represalias o volver a prisión.
Conclusión: [en la prisión] me dijeron que tomara alprazolam y no lo hice. (…) Pero cuando empezó a denunciarse todo esto y dejaron que recibiera alimentos de mi familia y ya no comía los escasos y de mala calidad del penal (con sabores incluso raros), fueron disminuyendo los zumbidos con el paso del tiempo.
Los dolores de cabeza siguieron durante mucho más tiempo, pero ya luego eran más intermitentes e incluso disminuyeron su intensidad. Nunca más sentí la sensación de aflicción, el estado aquel de ansiedad, ni vi que las paredes se achicaban.
No puedo demostrarlo, pero si dejé de comer lo del penal mi conclusión es que a los alimentos que me dieron le aplicaron algún alucinógeno, alguna sustancia o combinación de sustancias que me producían dolor de cabeza intenso, un gran aumento de la presión arterial y ese zumbido que no siento en lo más mínimo desde hace un buen tiempo, incluso cuando estaba en prisión.
Pero cuando estaba en ese estado de ansiedad, que, reitero, nunca había sentido, no pensé en suicidarme. La explicación correcta es que me dije: «si esto continúa, si siento que mi salud psíquica se puede quebrantar, degradar de una manera pronunciada, yo prefiero morir o suicidarme, antes de que la tiranía me presente en un video como un hombre demente, manipulado, diciendo que no vale la pena luchar, que me equivoqué, que la Revolución es magnánima». ¡No! La dictadura de magnánima no tiene nada. Y la lucha no es una equivocación, es un deber de todo cubano digno.
Por lo tanto, pensé en esa solución que nunca ha estado presente en mí por mi cercanía con el cristianismo, por las enseñanzas de mi padre sobre sobreponerse a toda adversidad y que es preferible que te maten luchando por lo correcto y lo justo, antes que rendirte o pensar en el suicidio. La posibilidad de quitarme la vida fue una valoración de «prefiero llegar a este punto antes de que aparezca en cualquier video un José Daniel quebrado y rindiéndose», pero nunca una idea a realizar.
Me disculpo si en una respuesta precipitada se sintió [que el suicidio era una] opción que estaba valorando seriamente. El tema es muy delicado y alguien me advirtió luego: «te mata la dictadura en cualquier momento y dice que te suicidaste como ya lo habías dicho».
No creo que tengas que disculparte. Te preguntaba al respecto porque me pareció necesario entender qué puede pasar en una prisión de ese tipo. No es lo mismo quien cumple por un delito común, que sabe que ha cometido un error que debe retribuir, y quien está encarcelado por razones que entiende injustas, motivadas políticamente, y mucho más en un estado de aislamiento, con tiempo para pensar en un montón de cosas que le pasan por la cabeza una y otra vez.
Hay un tema que se ha discutido mucho en redes sociales luego de tu salida. Hiciste unas declaraciones en las que consideras un proceso indigno a la negociación que te excarceló. Ello ha generado reacciones de tirios y troyanos. ¿Por qué crees eso y cuál hubiese sido para ti una mejor solución?
Siempre he tenido la mejor opinión y muchísima admiración por el trabajo de la Iglesia católica. Soy católico bautizado, confirmado, y me fuí en busca de la Iglesia católica en tiempos de San Juan Pablo II, mi papa favorito durante los últimos 100 años.
Agradezco la mediación de la iglesia en cuanto al factor humanitario. Me alegra muchísimo que puedan salir otros 552 presos de esas mazmorras con muchas características de campo de concentración nazi o de gulag estalinista. Quizá en alguna entrevista en la que me pidieron una respuesta concisa no expresé todos los argumentos necesarios, lo que dio lugar a confusión (pero lo he dicho bastante claro).
¿Por qué en mi caso, aunque reconozco la buena voluntad, no agradezco mi excarcelación? Porque nunca la pedí en esas condiciones y dije, previo a todo esto, hace dos años, en un audio dirigido a Joe Biden: no quiero salir de prisión por un proceso al que la tiranía le saque mucho más provecho que el beneficio que traiga esa negociación para la democratización de Cuba o para la liberación de presos.
Es una excarcelación bajo amenaza de volver a prisión de inmediato si continúo con el activismo. Es un proceso en el que el régimen se burla de la iglesia y de la Administración estadounidense que terminó. No soy yo quien lo dice, nada más hay que leer las declaraciones del Ministerio de Relaciones Exteriores. Es una burla a cualquier ser humano medianamente inteligente decir a los cubanos y al mundo que Biden, de manera «tardía y muy limitada», ha tenido que retroceder ante la firmeza del régimen [y sacar a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo].
Entonces, automáticamente, presentan otra declaración anunciando que, en un gesto de buena voluntad hacia el papa Francisco y el Vaticano, van a liberar a 553 presos por diversos motivos. Nunca dicen presos políticos ni siquiera que participaron en actividades contra lo que ellos llaman Revolución o Estado socialista.
Según lo que dijeron, puede ser beneficiado cualquier delincuente, cualquier asesino, cualquiera que robó o violó o cometió otra falta grave. Eso no es serio para con la Iglesia católica, para Joe Biden ni para los cubanos.
Agradezco grandemente poder estar hoy con mi familia, pero no con condiciones, con amenazas de que si digo y hago lo que estoy haciendo, lo que te estoy diciendo ahora a ti, por un medio de prensa independiente, serio, voy de nuevo a la prisión.
Por eso yo le dije a ellos [los oficiales del Ministerio del Interior]: «No voy a salir de aquí, voy para mi celda hasta que caiga la dictadura, y a ustedes también les conviene que Cuba se democratice porque ustedes con los salarios que reciben no viven con dignidad y decoro».
Ellos me miraron con una cara molesta, pero no se atrevieron a refutarme nada. Solo me decían que no iban a discutir conmigo sobre términos ideológicos. Yo les dije que no aceptaría sus términos supuestamente legales y las amenazas. Yo fui el que les advertí que, por sus graves violaciones a los derechos humanos, cuando Cuba se democratice iban a ser sancionados por Tribunales independientes, justos, imparciales, aunque no iban a tener que sufrir en las condiciones que ellos hacen pasar a los presos políticos y a los presos comunes.
Les dije que estarían en prisiones civilizadas, donde se le van a respetar sus derechos elementales como seres humanos. Eso tampoco les gustó, pero tengo que decírselo.
El proceso fue indigno para la Iglesia católica y para la Administración que terminó, porque los utilizaron y el régimen recibe mucho a cambio de muy poco. ¿Por qué es poco excarcelar a 553 personas? Porque más de la mitad de los presos políticos va a seguir en la cárcel y porque lo que salimos, si decidimos retomar nuestro activismo —como he hecho yo—, vamos a ser encerrados en cualquier momento.
No hay un compromiso de no seguir persiguiendo a quienes disienten ni de que van a liberar al resto de los presos políticos en una segunda etapa. Es un mecanismo con el que el régimen se gana muchos aplausos de sus amigos de la izquierda y también de algunos ingenuos en la Unión Europea y América Latina, a cambio de muy poco.
En Cuba la situación sigue siendo dramática en cuanto a libertades civiles y políticas; y en cuanto a derechos económicos, sociales y culturales hay mucho que hacer. El hambre y la miseria afectan a la inmensa mayoría de los cubanos.
Creo que la Iglesia católica, después de asumir un papel como mediador en este asunto, debió haber hecho más en función de monitorear y fiscalizar el proceso. Pudo haber exigido que publicaran los nombres de los posibles beneficiarios para que se supiera si eran todos presos políticos. ¿Compartes esa impresión? ¿Crees que la iglesia tiene alguna deuda o no?
Comparto plenamente lo que acabas de decir y voy incluso un poco más allá. El momento actual, la crisis que vive Cuba, exige de la Iglesia católica un poco más de labor en el campo profético.
Recordemos la Biblia, cuando unos fariseos le dicen a Jesús: «vete de aquí, porque Herodes (el poder político, el que reprime, persigue) te quiere matar». Y Jesús responde, según Lucas 13:32: «vayan y díganle a ese zorro que hoy y mañana continúo sanando, predicando, expulsando demonios y que al tercer día —estoy parafraseándolo—, voy para Jerusalén, porque un profeta no debe morir fuera de Jerusalén».
Esa labor profética pública de la iglesia ha disminuido. En los noventa tuvimos pastorales como «El amor todo lo espera». En estos momentos, se necesitan pronunciamientos en esa línea. Lo pido como católico que quiere ver a su iglesia dando el mejor ejemplo de amor cristiano.
Las iglesias, no solo la católica, también las evangélicas y todas las denominaciones religiosas en Cuba, siguen siendo las que menos derechos y espacio público tienen en el continente. Les dan solo algunos momentos para Navidad y Semana Santa, quizá, y a la católica, puede ser que le permitan una transmisión en un Canal Educativo el día de la Virgen de la Caridad.
El resto del tiempo no tienen acceso a los medios de comunicación nacionales ni derecho a tener un periódico o una revista de mayor circulación. Tienen pequeñas publicaciones en tirada muy escasa que no llegan a muchas personas.
Tampoco les permiten mantener una emisora de radio o un canal de televisión para difundir sus mensajes. En Cuba no todo el mundo tiene para pagar datos del teléfono móvil y conectarse a Internet. Hay personas que no tienen acceso ni a un plato de comida digno cada día, pero sí pueden ver en la casa de un vecino la televisión.
Si leemos las homilías de Juan Pablo II y recordamos lo que le dijo a los obispos y sacerdotes, a los laicos comprometidos, a los creyentes en general, al pueblo de Cuba y a las autoridades… ¡Por Dios! No hemos avanzado ni siquiera en la promoción de ese mensaje tan claro y liberador.
Por eso critico como me criticaría a mí mismo si yo no sintiese que estoy dando lo mejor a favor de los más necesitados, de los más sufridos, de lo que más hambre tienen, de los que carecen de medicamentos y donde atenderse su salud, de los que están en prisión picados por chinches, con sarna, tan desnutridos que parecen víctimas de campos de concentración nazi.
Esa labor profética por el bien de la iglesia que amo, admiro y que sé que tiene una labor —con sus luces y sombras como toda institución humana— y ha hecho muchísimo por la humanidad. ¡La Iglesia católica polaca hizo tanto por los derechos humanos cuando echaban abajo un régimen comunista parecido al que tenemos! Y también las iglesias bautistas, pentecostales, todas las denominaciones de las iglesias protestantes.
Estoy de acuerdo contigo. Creo que la misión de la Iglesia católica implica no solo el anuncio del proceso, sino también las denuncias. Agradezco la excarcelación, pero creo igual que ha faltado caminar «la milla extra», un esfuerzo adicional de la Iglesia católica para matizar este tipo de proceso.
¿Crees que la excarcelación de presos políticos se detuvo cuando Donald Trump anunció que Cuba no saldría de la lista de países patrocinadores de terrorismo?
Después de una conversación que tuve sobre el tema con Javier Larrondo, presidente de la ONG Prisoners Defenders —y también fue fundador desde España de la Unpacu, junto a mi hermano Luis Enrique Ferrer— llegamos a la conclusión de que no creemos que el régimen incumpla con el compromiso que tiene con el papa Francisco.
No les conviene. No es porque sean de fiar ni tengan un historial de seriedad a la hora de negociar, sino porque sería demasiado riesgoso para el régimen en la situación en que se encuentra Cuba.
Ya Biden no está, así que con él incumplirían sin problema ninguno, pero creo que no van a faltar al compromiso con el Vaticano y liberarán a 553 presos. El temor que sí tengo es que completen ese número con personas que en realidad no sean presos políticos. Si la iglesia no puntualiza, no monitorea el proceso, temo que rellenarán la cifra [con presos comunes] y dirán que cumplieron lo prometido.
Te preguntaré sobre otro tema en discusión: la política de sanciones de Estados Unidos. En un tuit que publicaste como reacción a una supuesta filtración de medidas hacia Cuba de la Administración Trump —que era una desinformación—, expresaste: «El régimen debe ser condenado y castigado por sus crímenes, pero el pueblo debe ser protegido. Este equilibrio es posible con amor e inteligencia». ¿Qué quisiste decir con esto?
Sabemos que el régimen, mientras el pueblo cubano no se sienta lo suficientemente empoderado y fuerte como para reclamar de manera no violenta sus derechos en la calle, no va a conceder esos derechos. Sabemos que ninguna dictadura regala o concede derechos al pueblo si no se conquistan con firmeza, coraje y valor.
Mientras eso no ocurra, mientras el régimen siga reprimiendo brutalmente a quienes disienten, es necesario que se le castigue, que lo sancionen, no solo EE. UU., sino todo Occidente.
Esto debían estarlo haciendo la Unión Europea, Reino Unido, Canadá, los países de Latinoamérica con Gobiernos coherentes sobre lo que pasa en Cuba y que saben hasta dónde llega la larga mano del régimen cuando se trata de ayudar a sus aliados, ya sea en Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Honduras, Siria o cualquier otra parte del planeta —esa solidaridad que existe entre dictaduras, esa cooperación, eso de votar juntos en foros internacionales, en espacios de la ONU—. Mientras el régimen siga con esa línea, hay que castigarlo, pero hay que evitar al máximo posible que esas sanciones lleguen a un punto en el que el pueblo cubano no pueda recibir las necesarias remesas para llevar un plato de comida y tener medicina para cualquier enfermedad.
Hay que buscar mecanismos a través de las iglesias, de diferentes organizaciones de derechos humanos serias y que no estén comprometidas ni con el régimen ni metidas en situaciones de corrupción. Yo tengo mis ideas sobre cómo se podría hacer, pero no las haré públicas porque podría afectar la puesta en práctica de esas soluciones urgentes.
Si el régimen cede, si se compromete y empieza gradualmente a respetar derechos y libertades fundamentales de los cubanos, se le puede a cambio disminuir sanciones. Eso, si fuesen capaces de negociar de manera seria y no dar un paso adelante y luego tres atrás.
La libertad de los cubanos no debería ser negociable, sino un hecho porque somos seres humanos y nos merecemos vivir con libertad, pero hay que poner en práctica esas herramientas para evitar un incremento de una situación que ya es desesperada.
A todo el que está pasando por mi casa, aunque sea un pan le estoy dando, un refresco o una sopa, porque no hay cosa más dura y triste, más dolorosa, que ver un ser humano con hambre. Hay quien dice: «se lo merecen porque no luchan, por cobardes, o porque se metió a alcohólico». Señores, nadie quiere ser alcohólico. Nadie quiere ser cobarde.
En ese punto siempre voy a defender: castiga los crímenes de la tiranía, impón medidas que afecten a los funcionarios implicados en esos crímenes, que esos funcionarios no puedan viajar a EE. UU. —ojalá que también lo hiciesen los europeos, hasta los australianos—, que no puedan disfrutar de beneficios; busquemos medidas para que no reciban remesas, que hay una gran cantidad de represores recibiendo dinero de algún familiar o amigo en el extranjero y están dando golpes en la prisión. Vamos a identificarlos, demostrar lo que están haciendo y evitar que se beneficien... Yo sé, estoy seguro, de que esta Administración no va a asfixiar al pueblo cubano como se estaba diciendo en ese escrito.
Yo no quiero ver a ningún cubano pasando más hambre de la que está pasando ahora. No quiero ver a una familia que no tenga qué comer cuando desde el exterior le pueden mandar 50 USD. Pero sí estoy en contra de que un refugiado cubano que sé que aquí fue perseguido, golpeado, torturado, encarcelado, se vaya a vivir a Estados Unidos y después venga a hacer fiesta en el barrio y a congraciarse con el Comité de Defensa de la Revolución (CDR) y hasta con la Policía política para que le dejen entrar a Cuba y hacer su fiesta sin problema ninguno.
Eso es inmoral y estoy de acuerdo con que le impidan obtener el estatus de asilo político o se lo quiten, si la persona cae en esa actuación desvergonzada.
A mi familia no la dejan entrar a Cuba. A mi hija, a mi madre, a mi hermana Ana Belkis, a mi hermano Luis Enrique, no los dejan entrar. Los pude ver cuando estuve en Estados Unidos en una ocasión, pero hace más de ocho años que no los veo.
Por lo tanto, hay que castigar a quién se merece, pero hay que buscar canales o crearlos para aliviar el hambre, las necesidades y los problemas de salud de una población que no tiene ni siquiera paracetamol para el dolor de cabeza.
En el tuit del que hablamos utilizabas el término «amor». Te pregunto, conectando con otra cosa que dijiste al inicio de la entrevista: ¿cómo ve José Daniel Ferrer un proceso de justicia transicional en la Cuba futura? ¿Qué te parece que se investiguen, se publiquen, e incluso se judicialicen lo que tú has llamado crímenes?
Ese es uno de esos temas tan complejos que cada oración, frase y palabra pronunciada puede dar lugar a malentendidos, sobre todo de esa persona que le gusta ver fantasmas o equivocaciones en la postura o el pronunciamiento del otro sin profundizar, sin analizar.
Sabemos cómo ocurrieron los procesos de transición a la democracia en Europa del Este. En Checoslovaquia se le llamó Revolución de Terciopelo, fue una de las menos convulsas y violentas y yo quiero que aquí ocurra algo parecido, pero eso depende de la actitud de quienes aún tienen el control de la nación.
En la medida en que ellos se cierren, se muestren más agresivos, intolerantes, y en la medida en que más encarcelen, torturen y hasta maten a quienes disienten y se le oponen, van cerrando las puertas cada vez más a ese proceso que podría ser pacífico.
También, por desgracia, ocurrieron situaciones complejas en Rumanía con el dictador Ceaușescu. O también tenemos el caso soviético con la perestroika, la glásnost de Gorbachov; el golpe de Estado que le dieron los de línea dura, el papel que jugó Borís Yeltsin, todo eso lo sabemos.
Es decir, el caso cubano tiene mucho parecido con alguno de esos casos europeos, pero también tiene cosas que son muy diferentes.
Todavía estamos dispersos. Se ha avanzado, pero falta mucho por hacer. Falta entrenar y capacitar líderes, crear la unidad y la sinergia necesaria para que de verdad seamos fuertes y lleguemos a una oposición como la encabezada por María Corina Machado y otros líderes en Venezuela, o a una situación como la que pudo conseguir el movimiento Solidaridad en Polonia.
No estamos en ese punto, a pesar de lo que pasó el 11 de julio de 2021, que fue histórico y muy importante.
El régimen tiene el apoyo y la solidaridad de muchas dictaduras, desde la Rusia de Vladímir Putin, pasando por Xi Jinping en China; Corea del Norte, Irán, Venezuela, etcétera.
Si nosotros tuviésemos de la Unión Europea el mismo apoyo que la tiranía tiene de esos regímenes, otra cosa fuese el momento actual de Cuba, pero no ha sido así. Hay solidaridad y agradecemos que en el Parlamento Europeo hayan aprobado resoluciones muy importantes, pero los diferentes Gobiernos no se han comprometido suficientemente con una política de condenas morales y también de sanciones como sí han hecho contra el régimen de Nicolás Maduro.
Muchos dirán, con cierta razón, que no estamos suficientemente estructurados y organizados y no mostramos la fuerza de la oposición venezolana. Pero no es lo mismo. A los venezolanos no le han quitado todos los derechos y espacios que nos quitaron a nosotros con el apoyo de la Unión Soviética y del pacto de Varsovia.
Yo quiero justicia para todas las víctimas. Que el que mató a golpes a un preso político, el carcelero, y el de la Seguridad del Estado que dio la orden, sean llevados a un Tribunal justo, independiente e imparcial en una Cuba futura; pero ¿y si tuviésemos que resolver este mismo año el problema de Cuba, en un momento en el que todavía el pueblo no está lo suficientemente consciente de que debe sumarse con valentía a quienes luchamos por la democratización?
Si en el estado actual de cosas, mañana el régimen dice: «Estoy dispuesto a negociar y a hacer elecciones libres con todas las garantías, y permitir que se organice la oposición en un frente común o que cada grupo independiente se presente, pero ponemos como condición que no se considere hacer juicios contra nadie que haya servido al régimen o haya sido dirigente…».
Ahí yo le preguntaría, a los cubanos de dentro y fuera, ¿estarías dispuesto a aceptar eso? ¿Estarías dispuesto a un tipo de negociación como hizo la oposición de Chile con Pinochet para que se llegue a un plebiscito o a elecciones libres o a una Asamblea constituyente? Creo que la inmensa mayoría de los cubanos va a querer llegar a ese acuerdo, si es serio y hay garantes internacionales de que no va a ser una estafa de la tiranía.
José Daniel estaría dispuesto, incluso, a obviar quién fue el que lo pateó y lo dejó tirado en el piso durante un montón de días, arrastrándose para ir a bañarse en la prisión. A mí me han golpeado centenares de veces, pero el 9 de diciembre fue una de las más brutales, me partieron el tabique, me dio una patada el jefe de la prisión de Mar Verde, de apellido Pineda.
Yo estaría dispuesto a no acusar a ese individuo y estaría dispuesto a no acusar al que ha golpeado a mi mujer, a mis hijos, con tal de que los cubanos tengan libertad lo más pronto posible y no seguir en este estado de cosas.
Muchos nos critican porque planteamos opiniones como estas de reconciliación, de diálogo serio y respetuoso, pero para llegar a ese punto hay que tener fuerza política y mostrarla en las calles de Cuba y ante el mundo. ¿Qué sí tenemos? A muchos que critican cualquier actitud como esta, incluso con ofensas, y nos acusan, nos atacan, sin haber pasado nunca por una prisión, sin saber lo que es acostarse sin comer porque no hay más que un poco de agua de azúcar, que hasta eso ya es difícil encontrar; sin saber qué es tener un dolor de cabeza o la presión altísima a punto de infartarte y no tener medicinas para estabilizarte.
Cuando usted tiene comida, medicinas, aire acondicionado, no piensa igual que cuando le falta todo y le están dando golpes constantemente. Entonces, mi problema no es odiar, vuelvo y repito, amo a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo. Por eso si ellos [las autoridades] deciden aceptar un rápido proceso de transición en Cuba, yo estaría de acuerdo en que eso comenzara a andar y que nos reconciliemos y saquemos a Cuba adelante y me voy a olvidar del que me pateó.
A quienes me critican y atacan posiblemente nunca los hayan pateado ni pasaron por una prisión. Quizá no sepan lo que es ver a tus hijos y tu mujer recibiendo golpes, sin tener qué comer en la casa porque, aunque desde el exilio la familia y amigos garantizan lo indispensable, la Policía política te lo roba o trata de arrinconarte para que no tengas dónde comprar alimentos. Así lo han hecho durante años, nos asaltan en nuestra casa, nos han robado desde la leche de nuestro niño, hasta la silla donde uno se sienta a comer, y el televisor.
¿En Polonia no negoció [el líder disidente] Lech Wałęsa con Wojciech Jaruzelski, el hombre que declaró la ley marcial, sacó los tanques a la calle y fue responsable de la muerte de manifestantes pacíficos? ¿No terminaron pactando todo un proceso y no llegó Solidaridad al poder con el apoyo del pueblo? ¿Por qué no vamos a optar por eso en Cuba?
¿Por qué nos vamos a parar en que hay que tumbar la tiranía a toda costa y que no se le puede dar cuartel, cuando los que afirman eso no tienen ni 50 seguidores para manifestarse en una plaza pública de Cuba para exigir cambios que favorezcan los derechos humanos, la democratización y el bienestar del pueblo?
Estoy a favor de la reconciliación, de que esto se solucione, pero siempre defiendo que la única manera de llegar a ese punto es que nos unifiquemos, nos comprendamos, que implementemos estrategias y tácticas verdaderamente útiles para conseguir la fuerza política necesaria para tener un movimiento como que el que Gandhi tuvo en la India y llevó a los ingleses a concederle la independencia; o como el que tuvo el sindicato Solidaridad en Polonia y llevó a los polacos a salir del comunismo; o como el movimiento que ocurrió en Chile y llevó a Pinochet al plebiscito, que perdió por un margen estrecho, pero perdió.
Apoyo cualquier cosa ética y moral con tal de solucionar el problema de Cuba de manera no violenta y lo más pronto posible. Lo indigno es aferrarse a que «los odio y los quiero muertos», que no es cristiano, no es sano.
Escuchar los planteamientos de opositores que llevan tiempo haciendo política en Cuba, que además tienen el deseo de participar en el futuro político del país, a mí me parece indispensable. Y por eso te hago este tipo de preguntas que están en el centro del debate.
Cuando hablas de la unidad de las fuerzas democráticas cubanas, exactamente a qué te refieres. ¿Qué papel crees que juegan las diferencias ideológicas y políticas en la oposición y la sociedad civil, y la generación de un frente único?
Cuando hablo de unidad en la acción para conseguir la democratización de Cuba me refiero a un proceso muy cubano, como el que encabezó Martí con el Partido Revolucionario Cubano que fundó junto a otros muy buenos patriotas. Es un ejemplo admirable de cómo logró reincorporar a Maceo, Gómez y otros grandes generales y oficiales de las guerras anteriores.
Cualquiera puede liderar este proceso. No estoy hablando de unidad porque quiera liderar yo a nada ni a nadie.
También está el caso de Solidaridad en Polonia. No todos los polacos que se oponían al régimen comunista estuvieron en ese movimiento. Incluso había algunos que decían lo mismo que ahora dicen de cualquiera de nosotros cuando hablamos de reconciliación en Cuba. Cuando hablamos de firmeza, coraje y valor, pero no odio, no una mentalidad enfermiza de «ojo por ojo, diente por diente» hasta que todo el mundo quede ciego y desdentado.
Te digo más: Manuel Cuesta Morúa es socialdemócrata y yo me considero de centro derecha. Pero trabajo con él y con otros, como cubano que quiere la libertad y la democracia. Cuando la logremos, si él se presenta como candidato a la presidencia de Cuba con un programa socialdemócrata y me parece que no cumple con las expectativas o las necesidades de la nación, yo no voy a votar por Cuesta Morúa ni creo que él votaría por mí porque él va a preferir a alguien que se identifique más con la socialdemocracia que José Daniel. Pero eso es en el futuro. Yo no puedo estar poniendo la carreta delante de los bueyes.
Mientras esté el régimen, ni socialdemócrata ni democristiano ni conservador ni liberal va a llegar al poder en elecciones libres, porque no se lo van a permitir. El régimen es dueño de la nación todavía.
Entonces, vamos a unirnos liberales, conservadores, democristianos, socialdemócratas, incluso si aparece un comunista por ahí que dice con sinceridad «mira, yo prefiero una situación de democracia al estilo Francia y luchar por mi ideología de izquierda bien pronunciada, en un ámbito donde todos tengamos igualdad de decir, y la misma libertad para llegar a ocupar cargos públicos», yo trabajo con ese comunista también. Negarse es ceguera política, querer vivir de confrontación en confrontación y no solucionar el problema.
Nos hemos echado años desgastándonos, repitiendo funciones, repitiendo cosas que al no coordinarse de una manera efectiva e inteligente no dan los resultados que necesita todo proceso de lucha por la libertad de un pueblo.
El régimen cubano siempre ha intentado vincularte con hechos de violencia, pero has reiterado en muchísimas oportunidades que sigues confiando en la lucha pacífica para la democratización de Cuba. ¿Cuál es la posición de José Daniel Ferrer en relación con la lucha violenta y qué papel cree que juegue ese método en la realidad cubana actual?
Cada enfermedad tiene un proceso, algún tipo de terapia en busca de cura. Quien conoce la esencia de un régimen comunista como el que nos impusieron hace más de seis décadas, sabe que comienzan convirtiéndose en un régimen totalitario y luego entran en esa fase definida como postotalitario. La cura no es la misma que pueda emplearse con efectividad para un régimen como fueron, en su tiempo, el de Fulgencio Batista en Cuba o el de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana.
Los regímenes totalitarios se adueñan de todo, controlan todo tipo de educación, monopolizan la sociedad por completo. No hay escuelas privadas o independientes del control estatal que no se rijan por las políticas e ideologías de corte marxista, leninista, maoísta, fidelista, etcétera. También controlan la cultura, el deporte… Aunque en los últimos años, como parte de ese proceso postotalitario, se ha ido perdiendo gradualmente el control absoluto que tenían en la década de los setenta, de los ochenta e incluso durante buena parte de los años noventa. El régimen no puede mantener todo bajo control como hicieron durante tanto tiempo porque el cubano no tenía acceso a Internet, ni siquiera tenía acceso a un teléfono móvil.
Siempre me remito a Václav Havel, que con su libro El poder de los sin poder me enseñó muchísimo cuando lo leí hace ya más de 25 o 30 años. A lo largo de los años, llegué a la conclusión, primero, que no sería lo mejor un baño de sangre entre cubanos; y segundo, que por las características del sistema la lucha armada no funcionaría. Estoy completamente seguro de que no sería lo mejor y que tampoco funcionaría.
Una invasión extranjera al estilo de aquella contra Sadam Huseín cuando ocupó Kuwait, sí pondría fin al régimen en cuestión de horas; pero eso no va a suceder ni tampoco la quiero como cubano. Ninguna Administración estadounidense, ni esta que va a ser muy amiga del pueblo cubano y la oposición porque tiene un secretario de Estado que le interesa mucho el futuro de Cuba, ninguna, repito, va a pensar en llenar a Cuba de bombas y misiles. Quieren lo mejor para los cubanos. Que termine la tiranía y Cuba sea una nación amiga, con las mejores relaciones con Occidente, respetuosas de ambas partes, porque la soberanía siempre la voy a defender.
Voy a abogar siempre por la libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos y las buenas relaciones con Occidente, empezando por Estados Unidos, la Unión Europea, Noruega, Reino Unidos, etcétera.
Poniendo cada cual su granito de arena donde mejor puedan hacerlo, en esta construcción del edificio que es la lucha no violenta por el cambio en Cuba, resolvemos el problema bastante rápido. Creo que vamos a contar con muchísimo apoyo desde Estados Unidos y vamos a ganar en apoyo desde otros lugares que hoy no lo hacen más que con declaraciones porque no nos ven verdaderamente articulados y efectivos como los venezolanos, y como demostraron los polacos, chilenos y otros pueblos.
El que piense que la lucha armada es la solución, que lo diga con honestidad y no con la intención de minimizar o despreciar la lucha no violenta. Yo no tengo por qué atacarlos ni burlarme de ellos. Ahora bien, quien me hable de lucha armada y no esté combatiendo, que no me diga a mí que ese es el método, porque yo estoy llevando a cabo el que creo correcto.
No creo en quien predica una solución sin ponerla en práctica. Esto no es una incitación, porque no estoy de acuerdo con la violencia, pero si no tienes otra propuesta real no minimices la mía, no le quites importancia a mi modesto sacrificio cuando tu fórmula no la has puesto en práctica, o si lo hiciste fue de una manera muy limitada, casi inexistente.
Reconozco que no hemos alcanzado nuestro propósito, pero estamos luchando y vamos a seguir dando lo mejor de nosotros mismos por la democratización de Cuba.
Te agradezco muchísimo el tiempo que nos has dedicado. Sin dudas volveré a invitarte en otro momento para conversar. Te dejo para que concluyas con un mensaje que quieras darle a la gente…
A los cubanos de adentro, a los exiliados; a los cubanos de esa diáspora inmensa que se ha ido creando, buscando libertad, oportunidades, derechos en otras tierras… Les digo que estamos en el momento, en la hora, en que los aportes, por pequeños que sean, de cada uno de los cubanos que amamos a nuestra tierra y queremos lo mejor para todo nuestro pueblo, esos aportes sumados, bien coordinados, pueden hacer que tengamos lo que durante tanto tiempo hemos añorado: una Cuba con todos y para el bien de todos como soñó Martí, y no una Cuba con todo para el beneficio de unos pocos.
Es hora de que tengamos esa Cuba justa, libre, con derechos para todos. Donde los cubanos puedan hacer su proyecto de vida, donde las familias puedan progresar, alcanzar la felicidad en su suelo. Una Cuba fraterna, amiga de los pueblos que viven sin libertad, sin democracia porque sufren regímenes muy parecidos al nuestro y que hoy son aliados de la dictadura, en mayor o menor medida.
Es hora ya de la libertad, de la democracia, del respeto a todos los derechos de los cubanos y de la reconstrucción de nuestra nación para dejar atrás el hambre y la pobreza que tanto nos afecta.
Un fortísimo y fraterno abrazo. Siempre estoy dispuesto a escuchar consejos, opiniones, crítica constructiva, pero sin tiempo para responder a cualquier difamador, calumniador, odiador al servicio de ideas que no van en consonancia con el sentir de la mayoría de los cubanos dentro de la isla y en el exilio.
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