El deshielo imposible: Cuba y la ilusión del fin de la historia

Foto: elTOQUE.

Foto: elTOQUE.

En «Utopía y desencanto», ensayo publicado en 1996, Claudio Magris desarmó tempranamente el optimismo liberal de Francis Fukuyama. Lejos de ver en 1989 el «fin de la historia», Magris entendió la fecha como el instante en que la historia volvió a ponerse en marcha, liberándose del congelador geopolítico de la Guerra Fría[1]. La caída del Muro de Berlín no clausuró los conflictos del mundo, sino que los devolvió a la superficie tras décadas de hibernación forzada por los intereses de la Rusia Soviética y sus consignas que silenciaban las voces de millones de «almas», en pos de un sueño colectivo devenido en pesadilla.

Esta visión invita a mirar con inquietante nitidez lo que ocurre hoy en Cuba, un país en el que la historia aún no ha sido descongelada. Mientras gran parte del planeta entró desde 1989 en una nueva etapa, marcada por el retorno de conflictos reprimidos, el Gobierno cubano parece empeñado en mantener su historia detenida, cautiva de una retórica revolucionaria que actúa como agente de congelación de la vida real.

Al contrario de lo que Fukuyama planteaba, en Cuba no se ha llegado a ninguna forma «final» de organización política; más bien, se vive en un eterno «mientras tanto», una provisionalidad crónica en la que cualquier demanda de cambio se presenta como traición al legado revolucionario. Mientras otras sociedades lidian con lo imprevisible de una historia en marcha, la isla permanece dentro de su propio invierno político: un tiempo cerrado, sin estaciones, vigilado celosamente por quienes han convertido el inmovilismo en forma de gobierno y el bloqueo informativo en estrategia de eternización.

En el ensayo de Magris leemos que «el totalitarismo no se confía ya a las fallidas ideologías fuertes, sino a las gelatinosas ideologías débiles, promovidas por el poder de las comunicaciones»[2]. Estas palabras resultan proféticas atendiendo a las argucias de supervivencia del totalitarismo cubano, que entendió pronto que en las comunicaciones se libraría la mayor batalla. Controlando imprentas, medios y la interpretación de todos los acontecimientos, el régimen ha construido no solo un monopolio del poder, sino un régimen de sentido: la fábrica de un relato único que niega la pluralidad de la historia. No se trata únicamente de censurar, sino de reescribir continuamente, ofreciendo una narración oficial que reduce lo múltiple a lo unívoco, lo complejo a lo dogmático, lo vivo a lo archivable.

En este contexto, la historia no fluye: se repite como emblema, como consigna que suprime la posibilidad misma de lo inesperado. La Revolución se presenta como acto culminante y a la vez eternamente inconcluso; así justifica su permanencia, mientras convierte cualquier signo de cambio en síntoma del enemigo. Por esa razón, la Cuba oficial vive en un tiempo suspendido, atrapada en un simulacro de heroicidad sin héroes, donde el pasado se usa no para iluminar el porvenir, sino para impedir su aparición.

Magris sugiere que tras la caída del Muro, la historia reprimida volvió con fuerza, y que «el principio de autodeterminación, que afirma la libertad, desata conflictos sangrientos que conculcan la libertad de los demás»[3]. Aplicado a Cuba, esta advertencia se convierte en profecía peligrosa: cuanto más se prolongue este congelamiento, más violentos y caóticos pueden ser los efectos de un eventual deshielo. Allí donde no se permite que la historia acontezca gradualmente —en la calle, en la palabra, en la prensa, en la conciencia— se acumulan tensiones que tarde o temprano irrumpen. Por ese motivo el régimen teme tanto a la libre circulación de información: porque cada texto no controlado, cada pedazo de historia no tergiversado, es una fisura en el hielo.

Y este afán no se limita al presente, sino que alcanza también la reescritura del pasado: moldea de forma doctrinaria los estudios historiográficos, condena al olvido a figuras entrañables y exalta a otras deleznables y bochornosas. Reimprime una y otra vez libros destinados a sostener un discurso agotado, mientras margina los que merecerían ser leídos por las nuevas generaciones. Hoy es casi imposible tropezar con el Diario de campaña, de Máximo Gómez, o con las obras de Alberto Lamar Schweyer. Nada que pueda despertar un debate o mostrar una variedad de aspectos de una misma cuestión conviene a quienes insisten en imponer una sola vía, un único partido, la consigna absoluta de «socialismo o muerte». Incluso La historia me absolverá, paradójicamente, ha dejado de recibir las constantes reimpresiones de antaño, pues con el paso del tiempo ha terminado por adquirir el carácter de un texto disidente.

El gran drama cubano contemporáneo no es solo la falta de libertad política, sino la ausencia de historia viva: la ciudadanía no es sujeto de cambios, sino espectadora de una escenografía revolucionaria interminable. Así, al revés que en la tesis de Fukuyama, donde la historia habría llegado a su fin por realización positiva de la libertad, en Cuba la historia es amputada por la negativa a aceptar su flujo natural. Se trata del «fin de la historia» por asfixia, no por plenitud.

Según Marx y Engels, la historia avanza por medio de la dialéctica: cada modo de producción contiene contradicciones que, al agudizarse, generan transformaciones sociales profundas y abren paso a nuevas formas de organización. Ningún sistema es eterno; el progreso histórico resulta de la lucha de clases y de la superación de estructuras que ya no responden a las necesidades materiales de la sociedad. Sin embargo, la Cuba actual contradice abiertamente estos principios. El régimen, anquilosado en el poder por más de 60 años, se ha negado a reconocer sus contradicciones internas, recurriendo al estatismo y la represión para prolongar un modelo agotado. Lo que alguna vez se presentó como proyecto revolucionario se ha transformado en una estructura monolítica que bloquea la evolución histórica, convirtiéndose en ejemplo vivo de lo que Marx y Engels consideraban insostenible: un sistema que pretende eternizarse negando las leyes mismas de la dialéctica.

En el pórtico a un texto de Marisela Fleites Lear y Enrique Patterson, titulado «Teoría y praxis de la Revolución Cubana. Apuntes críticos», publicado en la revista Nueva Sociedad y disponible en Internet, leemos: «La revolución cubana se autodefinió como socialista de forma inconsulta y sin una previa formulación teórica adecuada para Cuba. Decretó ideológicamente lo que en la realidad no existía ni por asomo. El gobierno socialista que generó esta violentación fue necesariamente autocrático y permitió solo la “teoría oficial”. En términos generales, el proceso revolucionario cubano, por su carácter anti-intelectual y dictatorial, ha truncado el desarrollo del pensamiento social más avanzado de hombres como José Martí, José de la Luz y Caballero, Enrique José Varona» [sic]. Como señalaba Jesús Díaz en su artículo «Los anillos de la serpiente», a propósito de la apostilla hegeliana de que la historia se repite una vez como tragedia y otra vez como farsa, en Cuba la historia parece condenada a repetirse siempre como tragedia. Y solo los violentos golpes de timón (1898 y 1959) han generado cuantiosos cambios.

Volviendo a Magris, este interpreta la historia como «un río que arrastra y sumerge a las pequeñas historias individuales», y acota que «la ola del olvido las borra de la memoria del mundo; escribir significa también caminar a lo largo del río, remontar la corriente, repescar existencias naufragadas...»[4]. Ese «escribir» que menciona Magris, ese preocuparse por el individuo sepultado por el discurso de la colectividad forzosa, es precisamente lo que el Gobierno cubano ha aplastado con crudeza. Si el poder revolucionario ha conseguido mantener durante décadas a la historia en estado de congelación fue, en buena medida, gracias a su dominio absoluto de las imprentas y medios de comunicación, es decir, del aparato que produce el relato oficial. Sin embargo, la aparición de Internet —aunque lenta, costosa y vigilada— vino a introducir una fisura inédita en ese hielo. Por primera vez, se volvió posible narrar Cuba desde dentro sin pasar por el filtro estatal, desmontando en tiempo real la imagen que el régimen fabricaba de sí mismo.

A partir de 2018 —con la llegada de los datos móviles— comenzaron a germinar espacios virtuales que pronto se convirtieron en laboratorios de historia viva, adyacente y en pugna con la oficial. No se trata solo de compartir contenidos censurados o recibir información del mundo exterior, sino de construir redes de acción colectiva, de pensar en plural, de conectar biografías desgajadas. Así emergió el Movimiento San Isidro, un grupo de artistas y activistas que, utilizando rudimentarias transmisiones en directo, lograron transformar un acto de protesta cultural localizado en La Habana Vieja en un acontecimiento nacional seguido desde miles de móviles. Las imágenes de jóvenes leyendo poesía, bailando, resistiendo el acoso policial, quebraron el aislamiento cuidadosamente tejido por el Estado.

El 27 de noviembre de 2020 ocurrió otro hito: cientos de artistas se plantaron frente al Ministerio de Cultura. Lo decisivo no es la cifra, sino la forma: grupos de Telegram, directas de Facebook, hilos de Twitter y cadenas de WhatsApp convirtieron lo que antes habría sido reprimido y silenciado en un suceso incontrolable. Es el preludio del 11 de julio de 2021, cuando miles de cubanos salieron a las calles al grito de «patria y vida» —un lema forjado en una de nuestras expresiones culturales más genuinas: la música— mostrando, por primera vez en décadas, una protesta nacional simultánea y espontánea, generada y amplificada digitalmente.

El pasado reciente nos dice que la esfera digital es el espacio en el que se está incubando el retorno de la historia cubana a su consonancia humana, en la que ya no circulan solo consignas impuestas, sino testimonios, disputas, proyectos, indignaciones y deseos. Internet se revela así como tecnología del deshielo, capaz de devolver la historicidad a un país que el poder pretende mantener mudo. Las pantallas de los móviles —por años vistas como simples ventanas al mundo exterior— se han transformado ahora en arenas de construcción de sentido compartido, en auténticas plazas públicas imposibles de clausurar con patrullas.

Pero el acceso y el uso de esta herramienta no es, por sí mismo, garantía de cambio. Tras el 11J, el Estado respondió con encarcelamientos masivos, apagones selectivos de la red, leyes más duras de control cibernético y sofisticadas campañas de desinformación. El acoso a los intelectuales Alina López Hernández y Jorge Fernández Era es muestra actual de la necesidad de borrar toda voluntad que ponga en crisis su frágil salvaguarda. Alina y Jorge pagan la terrible culpa de ejercer la memoria y la dignidad como espacio emancipador, además de exigir claridad y justicia donde todo es más oscuro que Mordor. La limpieza ideológica va más allá de la censura: es un aparato activo de castigo, diseñado para silenciar a quienes se comprometen con una verdad plural y crítica.

Internet, por tanto, no ha derribado todavía ningún muro en Cuba, pero lo ha llenado de grietas cada día más difíciles de sellar. Si el poder se obstina en mantener la historia congelada, corre el riesgo de que el deshielo se produzca sin cauce ni control, con la violencia implícita de todo desbordamiento. Parafraseando a Magris: el desafío es lograr que la libertad que emane de la ruptura de esa cúpula en la que hibernan los dinosaurios no desate una violencia que pueda destruir otras libertades; nuestra historia tiene que regresar de forma humana. Los cubanos de hoy tenemos que tomar más ejemplo en el perdón con el que se fraguó la República de 1902, en la que tanto cubanos como españoles hallaron cabida; y no en los fusilamientos de 1959.

Tal vez la cuestión decisiva ya no sea cuándo se producirá el deshielo, sino cómo: si será ordenado, permitiendo que el país reconecte gradualmente con el movimiento natural de la historia; o si, por el contrario, será súbito, violento, incontrolado, como ocurre cuando se reprime durante demasiado tiempo la presión subterránea de los acontecimientos. En cualquier caso, lo seguro es que ningún régimen puede vivir eternamente en un invierno artificial. La historia, tarde o temprano, siempre encuentra la forma de regresar.


[1] Claudio Magris: Utopía y desencanto. Historias, esperanzas e ilusiones de la modernidad, Editorial Anagrama, 2001, p. 9.

[2] Claudio Magris: Ob. cit., p. 10.

[3] Claudio Magris: Ob. cit., p. 9.

[4] Claudio Magris: Ob. cit., p. 12.


ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO. 
toque-promo

Si crees que nuestro periodismo es relevante para Cuba y su pueblo, queremos que sepas que este es un momento crítico.

Detrás de cada publicación hay un equipo que se esmera porque nuestros productos cumplan altos estándares de calidad y se apeguen a los valores profesionales y éticos.

Pero mantener la vigilancia sobre el poder, exigir transparencia, investigar, analizar los problemas de nuestra sociedad y visibilizar los temas ocultos en la agenda pública; es un ejercicio que requiere recursos.

Tú puedes contribuir con nuestra misión y por eso hoy solicitamos tu ayuda. Selecciona la vía que prefieras para hacernos llegar una contribución.

Evalúe esta noticia

cargando ...

Comentarios

En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

MERCADO INFORMAL DE
DIVISAS EN CUBA (TIEMPO REAL)

toque_logo_white
1 EUR500.00 CUP
+5
1 USD440.00 CUP
1 MLC210.00 CUP
1 CAD300.00 CUP
+2
1 CHF380.72 CUP
-54.23
1 MXN22.81 CUP
+0.17
1 BRL72.98 CUP
-1.09
1 ZELLE430.64 CUP
+1.38
1 CLA416.65 CUP
-0.84
Calendar iconCUBA
publicidad_banenr
Encuentra la norma legal cubana que buscas
Normativa reciente
Gaceta Oficial No. 79 Ordinaria de 2025
29 sep, 2025
Respuestas a preguntas jurídicas frecuentes

Nuestras aplicaciones

elTOQUE
elTOQUE
Noticias y análisis sobre la realidad cubana.
Tasas de elTOQUE
Tasas de elTOQUE
Tasas de cambio del mercado de divisas en Cuba.
Legalis
Legalis
Acceso fácil a la legislación cubana.
Encuentra la norma legal cubana que buscas
Normativa reciente
Gaceta Oficial No. 79 Ordinaria de 2025
29 sep, 2025
Respuestas a preguntas jurídicas frecuentes

Nuestras aplicaciones

elTOQUE
elTOQUE
Noticias y análisis sobre la realidad cubana.
Tasas de elTOQUE
Tasas de elTOQUE
Tasas de cambio del mercado de divisas en Cuba.
Legalis
Legalis
Acceso fácil a la legislación cubana.