“Me gradué de psicólogo en Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (UCLV) en el 2012. Allí para ganar dinero inventé cuanto pude: hice guardia estudiantil a compañeros que pagaban por no hacerla, vendí bebidas alcohólicas, y hasta hice albañilería a cambio de comida en una casa de Santa Clara. Puedes escribir con orgullo que ganaba más en el último año de la carrera que mi salario actual, de más de 600 pesos”. Quién así se muestra ha cambiado cuatro veces de empleo estatal en menos de cuatro años de graduado. Se llama Alexis Fernández Flores y vive en Camagüey.
Por: Rogelio Serrano Pérez
“Mi inestabilidad laboral tiene como base las carencias económicas, y también la urgencia de saciar necesidades espirituales como la inquietud intelectual, pues al fin y al cabo, estudié, y no hago nada si lleno el bolsillo y no ocupo la mente”.
“A mi primer trabajo me mandaron por error, como a todos los camagüeyanos de mi graduación, que nos ubicaron en la provincia de Las Tunas para hacer nuestro servicio social. Tenía que trasladarme más de 135 kilómetros para ir a un lugar donde nunca habían pedido un psicólogo. No obstante, la liberación no fue inmediata por el burocratismo que nos caracteriza. Tuve que esperar un mes para que me dejaran ir a otro empleo”.
“De ahí empecé a trabajar con niños en una escuela de conducta, mi única experiencia como psicólogo. ¡Es terrible ver cómo se deteriora allí la conducta de los muchachos con un claustro inestable! Menos mal que solo estuve unos meses.
“El traslado lo hice para la provincia de Cienfuegos, donde tenía una novia y había hecho el cambio de dirección. Allá viví poco tiempo. Trabajé en una secundaria como profesor de Historia Contemporánea. Fue la primera vez que intenté vivir solo del salario; el experimento, entre otras cosas, me costó la relación.”
“Aquello me frustró tremendamente: estudiando ganaba más dinero y tenía menos responsabilidades, y graduado era al revés. De regreso a Camagüey me pasé, literalmente, un mes en el sillón de mi mamá pensando qué negocio hacer. Fui a pie pizzería por pizzería, a bares, cafeterías, restaurantes; no encontré nada porque para servir buscan mujeres y de elaboración de alimentos no sé mucho. Entonces, recordé a un hombre que se paraba frente al comedor de la UCLV a vender café; ¡siempre tenía un fajo de billetes! Pensé que la inversión no era mucha, y lo intenté.”

Foto: Rogelio Serrano Pérez
“Me dio tremenda pena que los conocidos me vieran, pero la pena ni me viste ni me alimenta, así que tuve que vencerla. Las ventas crecieron rápido porque la gente se identifica conmigo: Las mujeres dicen: ‘Ay, tan jovencito y mira cómo lucha’, y los hombres: ‘Eso es chama, hay que buscarla’. Al final me compran, que es lo que me hace falta.”
Hay un detalle que todavía no nos ha dicho. Alexis trabaja ilegal.
“No saco patente porque todo lo hago en cuestión de cinco horas. Da negocio, pero ya estoy pensando en qué voy a hacer para dejarlo, porque no es fácil la vida que llevo. Vendo de tres a cinco días por semana, y en esas jornadas me paso despierto 21 horas. Con este ritmo tampoco me es fácil encontrar pareja estable, y sí que necesito una mujer a mi lado, pero ¡una guerrera!”
“Nado entre dos aguas: las necesidades materiales y las espirituales. Trato de satisfacerlas lo mejor que puedo, pero no me quiero pasar toda la vida así. Empecé a vender café en el 2014 siendo profesor del Instituto Superior Pedagógico José Martí, que dejé porque no tenía tiempo para la superación. O investigaba y daba buenas clases o me ganaba la vida. Estuve en la calle cuatro meses. Vendí helado, cigarros y cerveza. Volví a trabajar con el Estado porque extrañaba mi vida profesional, que es lo que hago con mayor calidad. Mis habilidades y hábitos giran en torno a eso. Me busqué otro trabajo de profesor en un pre, que es el actual.
“¿Frustrado por no haber ejercido como psicólogo? No. Desde que estudiaba tomé la psicología como una herramienta para mi verdadera vocación: la docencia. Fuera feliz si el salario me diera para vivir sin tener que inventar”.

Foto: Rogelio Serrano Pérez
Comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
Danay
Hanny Garcia
vanessa triana
Tatiana Estrada
Edelso
Mirelys Mejías
y no gana ni mil pesos al mes, tienes contratos como profesor y aunque tiene un trabajo importantísimo como historiador, también hace guardias pagadas. Yo vi desgastarse a mis padres año tras año para hacernos la vida más simple a mi hermano y a mí y después de graduados pensamos retribuir sus esfuerzos y aún no hemos podido ninguno de los dos. Mi hermano arquitecto y yo Licenciada en Ciencias Alimentarias, he optado por la opción que muchos quisieran pero no todos pueden. Brindar mis servicios profesionales en una tierra extraña, cobrar en dólares, no lo que merezco, pero sí lo que otros determinan, porque al fin y al cabo saben que en mi país, estaba peor. No tengo la solución, la he imaginado, pero no la tengo, solo me queda pedir a Dios porque esta realidad termine pronto y podamos quitar las lágrimas y las nostalgias de las familias que dejamos atrás, para dejar de ser extranjeros en nuestra propia tierra, para gozar de la vida que por sacrificio de muchas generaciones nos merecemos todos. Que Dios te bendiga Rogelio y no ceses de trabajar y orar.
Rogelio
Danay, Hanny, Tatiana, estoy casi seguro que historias como estas se siguen repitiendo en la UCLV y en todas las universidades del país, así como también sucede cuando muchos nos graduamos. Es lamentable.
Vanessa, Edelso, creo que aunque es penosa la situación de muchos profesionales en Cuba, el lastimoso entrenamiento nos hace fuertes no solo para crecernos dentro de la isla, sino fuera de ella. Creo que es la única ganancia, y por los costos que pagan los que emigran como mi hermana Mirelys, mejor es que nos quedáramos sin tal ganancia, o sencillamente que la buscáramos dentro de Cuba: que nuestras fuerzas y habilidades sirvieran en Cuba para desarrollar Cuba, nuestra tierra, la que debería ser de nuestros hijos, nietos… Soñar Cuba desde ella, desde la inteligencia, desde la vocación que nos guste, desde la profesión que estudiamos, ese debe ser una realidad lo antes posible. Siento que nos estamos jugando Cuba, (léase nuestra felicidad, nuestra gente) y a sabiendas que hay fauces expectantes a las que se nos antojamos como caprichoso bocadillo.
Mirelys, ¿cómo dejar de orar? ¿Cómo no trabajar, cuando muchos hemos olvidado o nos han hecho memorizar muy mal lo que significa patria? Que Dios nos bendiga.
Jorgen
Dairis
Lulu
emphaya
Inalvys