Habitaciones de migrantes en Holanda / Foto: El Estornudo

Habitaciones de migrantes en Holanda / Foto: El Estornudo

Todos los puntos en común del emigrante cubano

26 / julio / 2019

El emigrante 1, el emigrante 2 y el emigrante 3 están a 7667 kilómetros de casa. Todos usaron, de niños, pañoletas azul y roja, y les hicieron repetir consignas comunistas que ya habrán olvidado o quizás no.

Luego supieron quién era Fidel. Luego crecieron pensando que en cualquier momento llegaría la guerra. Luego oyeron a sus padres quejarse del salario del mes y la rutina diaria. Luego se bañaron en los mismos aguaceros de mayo. Luego estudiaron una carrera, trabajaron un poco, se obstinaron y se fueron.

Llegaron a Holanda, todos, en enero de 2018, y todavía hoy permanecen en un campamento al que arriban emigrantes de todas partes.

Ellos son cubanos.

***

Emigrante 1: Osniel Salomón Álvarez, 30 años, nacido en Holguín y luego de San Miguel del Padrón, La Habana.

Emigrante 2: Franklyn Varela Delgado, 36 años, Matanzas.

Emigrante 3: Andy Manuel Alemán Valenzuela, 25 años, Cárdenas, Matanzas.

Franklyn Varela Delgado, 36 años y Andy Manuel Alemán Valenzuela, 25 años / Foto: El Estornudo
Osniel Salomón Álvarez, 30 años / Foto: El Estornudo

Schiphol

El emigrante 1, el emigrante 2 y el emigrante 3 compraron sus boletos destino Rusia por más de 2 000 dólares en el Centro de Negocios de Miramar, un barrio cómodo de La Habana. Luego tomaron un avión en el aeropuerto José Martí y aterrizaron en Schiphol, situado a unas 56 millas del centro de Ámsterdam.

En Schiphol, con sus grandes salones de espera, sus decenas de tiendas libres de impuestos, su sala de meditación y spa, el Bowery Restaurante y el Holland Casino donde los viajantes tiran el dinero y liberan la ansiedad, un total de 411 cubanos solicitaron asilo político entre 2017 y enero de 2018, según cifras oficiales del Ministerio de Seguridad y Justicia y el Servicio de Inmigración y Naturalización (IND).

Antes de entregarse a las autoridades migratorias, una valla publicitaria les dió la bienvenida a todos. Una copia de La ronda de noche con un letrero que dice: «Rembrandt, here I come».

El emigrante 1, el emigrante 2 y el emigrante 3 querían irse a los Estados Unidos. Incluso el emigrante 1 intentó tres veces cruzar en lancha el Estrecho de la Florida, pero a 30 millas de Cayo Hueso fue lo más cerca que estuvo. Los guardacostas siempre lo interceptaron y lo enviaron de vuelta a Cuba.

El 12 de enero de 2017, un año en el que se suponía que los balseros cubanos seguirían llegando en masa e instalándose en Miami, la administración de Barack Obama terminó su mandato anunciando, entre otras cosas, que ponía fin a la Política de Pies Secos/Pies Mojados, y con ella a los beneficios de los emigrantes de la Isla en Estados Unidos.

«Quitaron la ley y no pude salir. La única vía que quedaba era esta», dice Osniel Salomón mientras conversamos sentados en el césped de AZC Leersum.

Franklyn Varela, pareja de Andy Manuel Alemán desde hace casi dos años, dice algo parecido: «Yo creo que todos los jóvenes cubanos tienen en la cabeza salir de Cuba, pero con el cambio de política de Estados Unidos no tuvimos otra opción que estar a la expectativa de cuál era el lugar al que nos podíamos ir».

el lugar de turno resultó Holanda: lo que una vez fue Ecuador, o lo que ha sido Guyana o Rusia, países que no exigen visado a los cubanos. Alguien, no se sabe quién, descubrió que se podía salir de Schiphol al tomar el vuelo de Cuba a Rusia y perder la conexión en Ámsterdam.

Aeropuerto de Schiphol / Foto: El Estornudo

En esos días cualquiera en Cuba podía preguntarte si conocías a alguien en Holanda, algún holandés que echara una mano, alguna holandesa para casarse, o si sabías donde se compraba pasaje para el país europeo. Aunque las cifras oficiales hablen de poco más de cuatrocientos, quienes forman parte del éxodo afirman que hubo casi 3000 cubanos que se fueron en esa oleada, pero muchos nunca pidieron asilo político en ese país y se trasladaron a otros lugares del espacio Schengen como España o Alemania o República Checa.

«Yo me enteré por la madre de mis hijos, que me avisó que en Holanda estaban dando asilo», cuenta Osniel Salomón. «El 24 de enero fui a comprar mi pasaje a Rusia pero ya todos estaban vendidos. Había un pasaje reservado y la vendedora me dijo que si a las 4:30 pm no lo habían pagado, pues que fuera a comprarlo ese mismo día».

Por su parte, Andy Manuel comenta que ellos se enteraron «por medio de unos amigos que ya habían solicitado asilo aquí. Aprovechamos la oportunidad antes de que se cerrara ese camino también y decidimos venir».

El emigrante 1 llegó a Schiphol el 25 de enero. El emigrante 2 y el 3, veinte días antes. Justo el 29 de enero de 2018 el gobierno holandés anunció que exigiría visado de tránsito a los cubanos que deseasen ingresar al espacio Schengen. Con la llamada visa A ya ninguno podría salir del aeropuerto.

Ni el emigrante 1, ni el 2 ni el 3, dijeron a sus familiares en Cuba que solicitarían asilo en Holanda. El 1 ni siquiera informó que iba a viajar. Compró su pasaje, agarró dos mudas de ropa y se fue al aeropuerto. Los padres se enterarían luego, cuando el emigrante ya se encontrara en manos de las autoridades holandesas. «Esa es la desesperación por salir de Cuba», piensa.

El emigrante 2 y el 3 solo contaron que iban a Rusia de compras, jamás que emigrarían a los Países Bajos.

«Ya les dijimos que estábamos en un proceso y que estábamos bien. Uno siempre trata de decir que está más cómodo de lo que realmente está. Acá es cierto que tenemos comida, una ayuda que da el COA, pero son necesidades básicas. Nosotros no teníamos una mala situación en Cuba, esa no es la razón por la que estamos aquí», relata Franklyn.

Los tres emigrantes llegaron a Schiphol a media mañana, dejaron ir el vuelo de las 11 a Rusia y se presentaron ante los oficiales del Royal Netherlands Marechaussee. El emigrante 1 recuerda que en su vuelo venían al menos unos ochenta cubanos más que también hicieron lo mismo. Parejas gays, familias con niños, gente sola.

–¿Y no tenías miedo? –le pregunto.

–Sí, un poco, pero si estás arriba del burro, hay que seguirle dando los palos.

Los oficiales de inmigración les preguntaron si estaban de acuerdo en ser trasladados al Centro de Detención de Schiphol y solicitaron, además, datos personales, tomaron huellas dactilares y fotos. Les hicieron firmar la petición de asilo, les retiraron los documentos, el dinero que llevaban, y les inspeccionaron el equipaje. Ya en el Centro de Detención, donde debían permanecer un mínimo de 15 días, los desnudaron, los revisaron, y averiguaron si tenían antecedentes penales o si estaban perseguidos por la Interpol. Luego les hicieron pruebas de tuberculosis, y debieron responder si eran alérgicos a algún medicamento.

Cada uno recibió, mientras fueron llegando, un cuarto, o más bien una celda pequeña con un televisor, una nevera, un microwave y una litera. De ahí les permitían salir en la mañana y regresar a las 9 de la noche.

«No te sacaban en la noche ni aunque te estuvieras muriendo. Te hablaban por un intercomunicador y si te tocaban se ponían guantes», recuerda Osniel, a quien las bajas temperaturas le provocaron un terrible dolor de muelas y nadie lo atendió.

Los emigrantes 2 y 3 no olvidarán en buen tiempo, o quizás nunca, sus días en el Centro de Detención. No saben si fue el estrés de las diez horas de vuelo, más otras seis en el aeropuerto, donde, según Franklyn, los revisaron como criminales, más el encierro en una celda de dos metros cuadrados lo que hizo que Andy Manuel tuviera un episodio de claustrofobia que nunca antes había experimentado. Se quedó sin habla, no podía mover las manos, la vista en blanco.

«Estábamos con la incertidumbre de que nos negaran el asilo y nos devolvieran a Cuba, o nos obligaran a seguir a Rusia», dice Andy Manuel. «Teníamos esa preocupación de no saber lo que iba a pasar. Al verme en una habitación cerrada, me puse mal».

Franklyn, que es graduado de Lenguas Extranjeras y domina perfectamente el inglés, apretó un botón en la celda y logró comunicarse con los oficiales, quienes demoraron una media hora en llegar, y a través de un cristal les preguntaron qué sucedía. Franklyn se echó a Andy Manuel en la espalda y lo llevó hasta la puerta. Solo allí tomaron su presión arterial y le hicieron pruebas de diabetes. Los parámetros eran correctos. Andy Manuel experimentaba la fobia del encierro y el miedo.

Incluso hoy, cuando hablamos en Leersum, me dice que no lo ha superado. Tiene constantes taquicardias y padece de ansiedad. Ha pasado madrugadas coloreando. Ha corrido, como le recomendaron, por los alrededores de Leersum. Ahora tiene pánico a los espacios cerrados y piensa en el día en que deba volver a subirse a un avión.

«Lo que me ayudó a pasar ese momento fue la decisión de no querer regresar a Cuba y saber que Franklyn estaba conmigo», dice.

El emigrante 1, el emigrante 2 y el emigrante 3 fueron sometidos a entrevistas en el Centro de Detención de Schiphol ante el IND. Su identidad, su familia, si provenían de un país seguro o ya tenían protección internacional en otro país de la Unión Europea, y por qué motivos solicitaban asilo en los Países Bajos.

–Yo dije que lo pedí porque en Cuba me había tratado de tirar tres veces al mar en lancha de forma ilegal, y a consecuencia de eso el gobierno cubano me catalogaba como contrarrevolucionario –asegura Osniel Salomón.

–¿Pero en algún momento te dijeron exactamente eso en Cuba, que eras un contrarrevolucionario?

–Sí –responde–. Cuando mi primera salida ilegal por Playa Salado me detuvieron y me llevaron a una prisión en Bahía Honda por una semana, más una multa de 3000 pesos. Después me presentaron ante el CDR como una persona que no estaba de acuerdo con las cosas del país. Yo quería irme porque mis hijos estaban en Estados Unidos y quería estar con ellos, pero después de esa salida empezó todo.

–¿Qué te hicieron?

–Yo era carnicero de CIMEX y surtía a varias cadenas de tiendas como TRD o Caracol, pero cuando se enteraron de que me había tratado de ir del país me sacaron del trabajo y me dieron la baja porque eso pertenece a las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

–¿Qué más?

–Otras veces la policía me paraba cuando andaba en mi moto, porque vivía en Santa Fe y tenía la dirección de la casa de mi mamá en San Miguel del Padrón, y me preguntaban: ‘qué tú haces aquí’, y yo me molestaba y les decía: ‘¿si tú eres de Oriente qué haces en La Habana?’ Luego me tiraban por la planta y cuando veían que había salido ilegalmente del país me ponían multas. Después fui a conseguir trabajo en el hotel Meliá Habana, y cuando preguntaron sobre mi comportamiento en el CDR, no me dieron la plaza. Imagínate, yo no hacía vigilancia, no iba a reuniones.

El emigrante 2 y el 3 se habían ido de Cuba por otros motivos, debidamente presentados ante el IND. Uno de ellos, la falta de protección a los homosexuales.

–¿Sufriste en particular algún acto de violencia por ser homosexual? –pregunto a Andy Manuel.

–Lo que sucedió el 2 de junio de 2017 nos hizo tomar la decisión de irnos de Cuba. Esa noche estábamos reunidos con unas amistades, y cuando salimos del lugar, dos morenos altos, corpulentos, nos persiguieron y empezaron a provocarnos. Nos dijeron: ‘maricones, no pasen por mi cuadra, este es mi barrio, estamos cansados de los maricones’. No tenemos certeza de que fueran personas de la policía o la Seguridad del Estado, pero tenían táctica. A mí me dieron un golpe en el estómago y caí al suelo. Franklyn sí se pudo defender mejor.

Franklyn recuerda con detalles el pulóver blanco que llevaba esa noche y que se manchó completamente de sangre. «Cuando llegamos a mi casa y mi mamá me vio ensangrentado, se le unió el cielo y la tierra. Le dije que me habían robado. Mentira».

Ninguno de los dos denunció el suceso, luego de que dos hombres los amenazaran con matar a la madre de Franklyn si informaban a la policía.

Estas fueron las pruebas que los emigrantes 1, 2 y 3 ofrecieron a las autoridades migratorias holandesas para merecer el asilo político. Por su parte, el IND respondió que necesitaba más tiempo y pruebas para estudiar cada caso. Fueron entonces trasladados del Centro de Detención de Schiphol a un campamento para refugiados, mientras el proceso legal continuaba. Así es como llegaron a Leersum.

AZC Leersum

AZC Leersum / Foto: El Estornudo

El camino a Leersum, desde la parada de autobús más cercana, pareciera un lugar encantado: la abundante vegetación, la humedad de los árboles altos, el sol escaso de los Países Bajos. Una carretera te conduce directo, sin pérdidas, al campamento donde ahora viven el emigrante 1, el 2 y el 3, y unos 13 cubanos más. Si no eres un emigrante, y llegas de visita, Leersum te hará pensar que las cosas no van tan mal como creíamos. Un lugar tranquilo, mucha sombra, buen aire, paredes color barro y una arquitectura ejemplar.

Si eres un emigrante, Leersum comienza a perder cualquier encanto con el paso de los días. El silencio y la soledad te golpean constantemente, el tiempo se estanca, y comienza a aflorar el espíritu del lugar, que hacia 1950 fuera el manicomio de Hoogstraat: los pasillos solitarios, las voces que vienen de ninguna parte, gente de distintos países, caminando casi por inercia, que se cruzan y se miran y siguen de largo sin nada nuevo que decirse.

Hay en Leersum un señor que parece ser realmente lo único que todos los emigrantes comparten. El señor se llama Míster Jon, y lleva trabajando ahí doce años. En su experiencia, es fácil establecer una relación de amistad con los cubanos. Sobre todo por cuestiones de la limpieza. «Son muy limpios los cubanos», dice. Y porque siempre están jugando.

Camino hacia AZC Leersum / Foto: El Estornudo
Campamento que antes fuera el manicomio de Hoogstraat /
Foto: El Estornudo
AZC Leersum / Foto: El Estornudo
Migrantes de diversos países en el campamento / Foto: El Estornudo

A Míster Jon se le ve en cualquier parte. Revisa las instalaciones de electricidad, vela por el orden, se dedica a asuntos administrativos, y de pronto algún cubano sale de su apartamento y le grita: «¡Míster Jon, guapo!, ¡Míster Jon, amigo!, ¡Hola Míster Jon!». Y Míster Jon, que no domina el español, responde “guapo” si le dicen “guapo”, si le dicen “amigo” responde “amigo”, y si le dicen “hola” lo repite también.

Recuerda haber conocido a unos 15 cubanos desde que trabaja en el campamento. Pero hay un detalle que revela Míster Jon –alto, blanco, ojos claros– y que casi ningún emigrante sabía: Míster Jon es sirio. Llegó a Holanda hace justo veinte años, pidiendo asilo. «Por cuestiones políticas», dice, y luego sigue con su trabajo.

El emigrante 1 vive en el cuarto 009, y el 2 y el 3 comparten el 007, todos en un primer piso del campamento. Los pasillos de Leersum –verdes y blancos– llevan a varios cuartos de otros emigrantes, y a baños y cocina compartidos. Allí, la Agencia Central para la Recepción de Solicitantes de Asilo (COA) es la organización encargada de la salud física o mental de los emigrantes, también del orden en el campamento y de las clases de idioma holandés. Además, le garantizan a cada quien un total de 58 euros semanales para comida o transporte. Los emigrantes no tienen restricciones para entrar o salir del lugar, y si se suman a trabajar en asuntos de limpieza, su cobro aumenta 14 euros.

Pasillos de AZC Leersum / Foto: El Estornudo
Cocina compartida en el campamento / Foto: El Estornudo
Baños compartidos del campamento / Foto: El Estornudo

Los emigrantes 1, 2 y 3 saben que, comparados con otros emigrantes en otros lugares del mundo, no tienen una situación límite. No obstante, el tedio, la espera o la incertidumbre hacen que un día, cuando se vayan, no quieran volver a Leersum jamás.

En Leersum los cubanos son casi una familia. Están los de La Habana, los de Matanzas o los de Villa Clara. En el extranjero las provincias quedan a un lado y prevalece el país. Dejan de ser matanceros, camagüeyanos o villaclareños, y pasan a ser cubanos a secas, una condición que nunca fueron más que ahora. Sin embargo, cuando varias personas de distintos países emigran y confluyen en un destino, mudan camaleónicamente la piel de sus respectivas nacionalidades y comienzan a pertenecer a un país y a una identidad mayor que, quieran o no, tienen que asumir los que se largan de su tierra. Algo así como que los emigrantes 1, 2 y 3 y Míster Jon, por ejemplo, son en un sentido prácticamente lo mismo.

Si los emigrantes 1, 2 y 3 hubiesen salido de Cuba antes del 12 de enero de 2017, habrían tratado por todos los medios de llegar a Estados Unidos y hubiesen pasado a formar parte de la gran comunidad cubana instalada en ese país. Automáticamente habrían recibido Food stamps, Medicaid, permiso de trabajo a los tres meses, la posibilidad de aplicar a la residencia después de un año y de convertirse en ciudadanos pasados cinco. Pero no es el caso. El estatus privilegiado terminó con el fin de la política de Pies Secos/Pies Mojados, y ya pertenecen a la gran comunidad de emigrantes del mundo entero.

Hoy apenas cruzan en balsa el Estrecho de la Florida, o recorren Centroamérica o y llegan a la frontera mexicana en grupos de cientos o miles. No cuentan con ninguna ley especial, sino que tienen que asumir la condición de asilados o refugiados políticos. No regresan a casa luego de un año y tanto en vuelos de 45 minutos, sino al cabo de ocho años en vuelos de más de diez horas. Sus familiares no están a noventa millas, y no se reencuentran en Miami con los vecinos de toda la vida. Dejan el español atrás y se inician en el holandés, el alemán, el serbio o el francés. No siente calor, sino un frío terrible que alivian con calefacción y, como es obvio, ya no sudan.

Estos nuevos emigrantes cubanos forman parte de los seis millones de personas solicitantes de protección internacional que llegaron a Europa en los últimos cincuenta años, según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), y también son víctimas de las políticas restrictivas en materia de asilo e inmigración que muchos gobiernos europeos con discurso xenófobo y antiinmigrante han acogido en los últimos tiempos.

En 2017, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dio a conocer que 205,816 cubanos residían en distintos países europeos, principalmente España, Italia, Alemania, Francia y Suiza. Esta cifra representa alrededor del 13.2 por ciento de los casi 1.6 millones de cubanos residentes fuera de la Isla.

No obstante, según Jorge Duany, director del Instituto de Investigaciones cubanas y profesor de Antropología en el Departamento de Estudios Globales y Socioculturales de la Universidad de la Florida, «el éxodo cubano a Europa aún no ha llegado a constituir una ‘crisis migratoria’, como la que ocurrió en varios países de Centro y Suramérica en 2015 y 2016, o la crisis de los balseros en 1994. Ciertamente, hoy en día se registra el mayor número de cubanos residentes en Europa (más de 200,000 personas en el año 2017) y esa cifra probablemente continuará en ascenso en el futuro inmediato. Comparado con otros flujos migratorios hacia Europa Occidental, como los provenientes de África, el Medio Oriente o Europa del Este, el éxodo cubano no parece haber hecho crisis aún, a juzgar por sus números relativamente modestos y su percepción pública poco estigmatizada en las sociedades receptoras».

La espera(nza)

Este enero de 2019 el emigrante 1, el 2 y el 3 cumplieron un año en el campamento esperando una última respuesta sobre su situación migratoria. El IND les ha desaprobado el caso y apelarán ante un juez en la Corte Suprema holandesa.

A Osniel Salomón las autoridades le informaron que se contradecía en su testimonio ya que, según sostienen, unas veces había declarado que salió del país en balsa, y otras que en lancha. «Yo les dije que barco, lancha y balsa en Cuba es lo mismo. Pero ellos no lo entienden así. Si es lancha es lancha, y si es barco es barco».

También ha presentado otras pruebas, como el acta en la que consta que un policía le fracturó la cabeza luego de una discusión, pero en Holanda le han dicho que en Cuba no pasan esas cosas.

A  su vez, Franklyn y Andy Manuel no esperaban una respuesta negativa por parte del IND. «Es una respuesta confusa, falta de argumentos», dice el primero. «Ellos respaldan a un gobierno que es dictatorial y que reprime. Han sido más de 300 cubanos LGBTI los que han pedido asilo pero ellos están reacios a dar asilo a personas por su condición homosexual. Hay algún problema en Cuba cuando tanta gente está viniendo a asilarse. Ellos te dicen que en Cuba no hay discriminación, que se han hecho avances en las políticas LGBTI. Todas las pruebas se las dimos a las autoridades, pero ellos dicen que no fue un ataque homofóbico. Si yo iba con dinero y con mi celular y mi pareja también, y no nos robaron nada, ¿entonces de qué va el ataque?»

Andy Manuel piensa que el IND no puede afirmar que la policía cubana no es homofóbica: «Lo que hay que ver es que aunque no hay una ley que condene un acto homosexual tampoco hay una que te proteja. Ellos quieren pruebas y en Cuba es muy difícil conseguirlas. No bastarán que miles de cubanos lleguen a Holanda para que ellos nos crean. Eso nos decepciona».

Según el abogado de migración Stefan Koolen, quien ha defendido casos de varios cubanos en Holanda, el IND suele responder, a quienes presentan pruebas sobre discriminación sexual, que la situación general en Cuba no es crítica, que las cosas han mejorado con el Cenesex de Mariela Castro y, sin muchas explicaciones, refieren que es posible recibir protección de la violencia.

«Es común que los problemas por orientación sexual puedan llevar a problemas políticos. Y cuando uno critica a las autoridades, también se vuelve un problema político», afirma Koolen. «Se puede decir que las puertas se han cerrado para este grupo (LGBTI). Si el argumento es en cuanto a la orientación sexual, se vuelve muy difícil para los cubanos recibir protección acá. Y debemos tener una posición más favorable con las personas de la comunidad LGBTI, por ellos es que tenemos que luchar como país, como país europeo y occidental».

¿Cuál es el motivo de que a unos migrantes cubanos les concedan el asilo y a otros no? ¿Qué posibilidad real tiene un cubano de recibir asilo político en Holanda? ¿Cuál es la diferencia entre un migrante cubano y un migrante de otra nacionalidad? Ante estas preguntas, enviadas por El Estornudo al IND, la institución se limitó a responder de modo general y escueto, o simplemente no respondieron lo que se les preguntaba. No obstante, ofrecieron los siguientes datos:

–En 2015, el IND recibió 9 solicitudes de asilo por parte de cubanos. En 2016, 23. En 2017, 256. Y en 2018, 162 peticiones, la mayor parte en el mes de enero. 

–De 2015 a 2018, atendieron los procesos de 430 cubanos, de los cuales 390 fueron denegados y 10 aceptados. Entre los 30 restantes hay quienes siguen pendientes, o han abandonado el proceso, o se han ido a otros países del territorio Schengen.

–En términos porcentuales, de un 100% de solicitudes de asilo por parte de ciudadanos cubanos, un 89% ha sido denegado y un 1% aceptado.

El emigrante 1, el 2 y el 3 están contenidos en esas cifras. Forman parte de las 430 solicitudes de asilo, del 100% de solicitudes atendidas, y no están entre los aceptados ni los denegados, sino en el limbo de los 30 pendientes. Pero solo por el momento.

 

Este texto fue publicado originalmente en El Estornudo y forma parte del especial Migración cubana: las rutas hacia Europa. El limbo tras el fin de “Pies secos pies mojados”. Se reproduce íntegramente en elToque con la intención de ofrecer contenidos e ideas variadas y desde diferentes perspectivas a nuestras audiencias. Lo que aquí se reproduce no es necesariamente la postura editorial de nuestro medio.

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Tengo curiosidad por saber que ha pasado hoy con esas personas.
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