Martin Wolf, prestigioso analista del Financial Times, desplegó recientemente un mapa de cinco puntos para situarse en la economía global de 2024: demografía, cambio climático, avance tecnológico, difusión del know-how y crecimiento (económico) propiamente dicho. Como veremos a continuación, es un mapa que no perfila un 2024 fácil para América Latina.
En cuanto al primer punto, gran parte del mundo –incluida China– se dirige a unas tasas de fertilidad muy por debajo del nivel de reemplazo, cifrado en 2,1 hijos por mujer. No así el África subsahariana, cuyo peso en la población mundial podría dispararse en 10 puntos porcentuales hacia 2060.
El cambio climático supone un fenómeno global. Pero la clave no está exclusivamente en la reducción de emisiones que afectan a todo el planeta, sino en gran medida en la inversión que cada país realice para adaptarse a las nuevas condiciones.
En el ámbito tecnológico destacan el procesamiento de información, las comunicaciones y la inteligencia artificial. Este terreno tiene numerosas ramificaciones: desde la vertiente estrictamente económica hasta la seguridad nacional, pasando por la creación y difusión de conocimiento y los desafíos jurídicos.
En cuanto a la difusión del know-how, Wolf destaca la capacidad de ciertas regiones en desarrollo para absorber, utilizar y expandir conocimiento. Se refiere al este, sudeste y sur de Asia, y augura que esta tendencia continuará y traerá consecuencias geopolíticas de gran magnitud.
Finalmente, Wolf señala que el crecimiento global de la economía durante el presente lustro es el menor desde los años noventa. No se trata de estancamiento ni de recesión, pero el crecimiento es escaso y desigual, afectando negativamente a gran parte del mundo en desarrollo.
Las descritas por Wolf son tendencias globales. ¿Qué hay para América Latina?
Siguiendo el mapa del británico, comencemos por la demografía. La misma semana que Wolf destacaba su relevancia económica, The Economist señalaba el rápido declive en las tasas de natalidad latinoamericanas, y los problemas que trae aparejados al combinarse con el aumento en la esperanza de vida y las altas tasas de emigración, mayormente de personas en edad laboral. Destacan dos problemas: la dificultad para pagar las pensiones y para sostener el sistema de salud. Y destacan los países más grandes –Brasil, México, Argentina–, pero también algunos pequeños, como El Salvador.
Algunos –Brasil, Uruguay y Costa Rica– ya han comenzado a aumentar la edad de jubilación. Pero numerosos desafíos persisten: el trabajo informal, el abandono escolar, la baja productividad, las dificultades para atraer mano de obra inmigrante y para aumentar la presencia de la mujer en el mercado laboral.
En segundo lugar, las emisiones asociadas al cambio climático son proporcionalmente bajas en América Latina. Frente al 29 % de China, el 11 % de Estados Unidos o el 7 % de India, Brasil emite apenas el 2,44 % de los gases de efecto invernadero del mundo, México el 1,52 %, Argentina el 0,71 % (2023 Report, Emissions Database for Global Atmospheric Research, Comisión Europea). Sin embargo, las consecuencias del cambio climático no respetan esas proporciones nacionales.
La clave de la resiliencia está en la adaptación. CaixaBank Research publicó –la misma semana que Wolf y The Economist– un estudio sobre el impacto del cambio climático en el turismo en España. Sus conclusiones son diáfanas: se requieren estrategias de adaptación a un futuro con temperaturas más extremas. Infraestructuras resistentes al clima, experiencias turísticas adaptadas a las nuevas preferencias de los turistas, o “prácticas sostenibles que ayuden a reducir la contribución del sector turístico al calentamiento global”. Del mismo modo, es imprescindible que en América Latina se estudien los efectos del cambio climático sobre cada sector económico para abordar las correspondientes estrategias de adaptación.
Respecto del avance tecnológico, América Latina se sitúa en la retaguardia. En inteligencia artificial, por ejemplo, aporta el 2,66 % de las publicaciones en revistas especializadas a nivel mundial, el 3,07 % de publicaciones de congresos y el 1,8 % de publicaciones en repositorios (Artificial Intelligence Index Report 2023, Universidad de Stanford). Por otro lado, el Financial Times informaba el 23 de enero de un cambio de tendencia en las inversiones chinas en la región para centrarse en las “industrias del futuro”. Si la Unión Europea –a través de su programa Global Gateway– o Estados Unidos aspiran a competir con la potencia asiática, deberán seguir un camino similar. Indudablemente, ninguno transferirá a América Latina know-how que le permita competir o prescindir de ellos, pero la región puede establecer condiciones que beneficien al inversor sin apartar por completo al país receptor del acceso a las tecnologías transferidas.
El punto anterior está vinculado a la difusión del know-how a través del mundo. Dos indicadores destacados en este terreno son el registro de patentes y la inversión en I+D como porcentaje del PIB. Según el informe World Intellectual Property Indicators 2023, en 2022 se concedieron 1.823.200 patentes en el mundo. A la cabeza, China, con 798.347 (44 %); EEUU, con 323.410 (18 %); y Japón, con 201.420 (11 %). En América Latina, las cifras más altas corresponden a Brasil, con 23.546 (1 %); México, con 9.698 (0,5 %); y Chile, con 2.668 (0,1 %).
Respecto de la inversión en I+D, mientras Estados Unidos le dedica un 3,5 % de su PIB, Japón un 3,3 % y China un 2,4 %, Brasil invierte un 1,15 %, Argentina un 0,5 %, Uruguay un 0,47 %, y Chile y México un 0,3 % (cifras del Banco Mundial).
Para finalizar, el informe Global Economic Prospects (enero 2024) del Banco Mundial augura para la región un crecimiento muy modesto este año: 1,5 % para Brasil, 1,8 % para Chile y Colombia, 2,5 % para Perú, 2,6 % para México y 2,7 % para Argentina.
América Latina no arranca 2024 desde un punto de partida especialmente prometedor. Se requieren medidas urgentes para enderezar ese rumbo. Excepto la demografía, el desempeño en los demás factores depende en gran medida de las relaciones que establezcan los países latinoamericanos entre sí y con otras regiones. En ese sentido cabe destacar un elemento mencionado por Andrés Oppenheimer: ¿cómo se ha de entender, en este contexto, que solo los presidentes de Argentina y Colombia hablaran en el Foro de Davos, galería destacada para establecer esos vínculos económicos que América Latina tanto necesita? ¿Cómo interpretar que ni Lula ni López Obrador se tomaran el trabajo de acudir al Foro?
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