La juventud cubana aborrece la palabra bloqueo. Somos la segunda generación en Cuba que no conoce otra cosa, que nos tocó esa terrible circunstancia de estar rodeados de agua y a solo 90 millas del vecino más incómodo en el planeta, quizás exceptuando a Corea del Norte. Tampoco nos recuperamos del trauma provocado por aquellos interminables noticieros y mesas redondas que nos obligaron a ver, expresión de otra especie de bloqueo mental que infantiliza las maneras de hacer política en el país. Algunos canalizaron el rechazo a lo obligatorio con los pies, otros somos más obstinados. Los bloqueos han venido de fuera y de dentro, unos inevitables y otros innecesarios.

Por: Harold Cárdenas Lema ([email protected])

En 2010 dedicaba la mayor parte de mi tiempo a los últimos capítulos de Lost y aprovechar la soltería cuando se me ocurrió hacerme un blog con unos amigos. Un día fuimos a ver el administrador de redes en la universidad para recabar apoyo y este casi saltó de su asiento. “¿Un blog? ¿En Internet? Compañeros, mejor hagan una página interna para dialogar entre nosotros”. A uno de mis amigos se le ocurrió defender la idea con ganas, mientras más insistía más le rebatía su interlocutor y más le pellizcaba yo para que dejara la discusión infértil. Quien nos negaba la posibilidad no era mala persona, pertenece a una generación para la cual la disciplina pesa más que el instinto político de lo correcto. Ese día que nos negaron apoyo institucional para nuestro proyecto, salimos disparados hacia una computadora y creamos La Joven Cuba.

Irónicamente, 6 meses después la misma persona que nos había bloqueado se unía a nosotros y terminaba teniendo un blog, en Internet.

En 2011 bloguear era ya un estilo de vida que asumía con gusto y nos permitía marcar la diferencia a un grupo de jóvenes. En Cuba se criticaba mucho la “campaña mediática” que tenían medios internacionales respecto al país, la creíamos cierta pero estábamos saturados de leer lo mismo siempre. Un día nos escribe un periodista de Página 12 que quería escribir sobre la emigración joven del país, contrastando nuestra opinión con la de Yoani Sánchez. Respondiendo las preguntas que nos hacían sobre el tema, esa noche nos cayó un aguacero tremendo y llegamos muy tarde a nuestras casas. Días más tarde nos llega un correo electrónico donde el periodista se disculpaba porque su editor le había eliminado 500 palabras en la pieza, precisamente las nuestras. Le habían dicho que cuando se trata de bloggers en Cuba, la persona a publicar era exclusivamente Yoani Sánchez.

Joder, yo creía hasta entonces que Página 12 era de izquierda pero ese día aprendimos de primera mano una lección sobre libertad de prensa y campañas mediáticas reales.

El bloqueo estadounidense ha condicionado las vidas de varias generaciones en Cuba que no existían cuando este tuvo su origen. Por otra parte, el discurso en la Isla para denunciarlo  ha sido tan trillado que a ratos nos parece retórica. Y no lo es. Si nos hubieran enseñado la política sin necesidad de dosificarla, de seguro no habría mayores contradicciones generacionales pero no hay aterrizaje forzoso que no tenga un precio.
Hoy toca lidiar una batalla por la soberanía en la arena extranjera y otra doméstica por el sentido común, dos bloqueos en los que el enemigo se agazapa y adopta distintas formas.

Si buscamos el término bloqueo en la mayor enciclopedia del mundo, encontraremos que Wikipedia menciona uno tras otro ejemplo histórico pero sobre Cuba se limita a citar el ocurrido en la Crisis de los Misiles obviando el de medio siglo. Hasta el propio Obama lo critica y sin embargo no es suficiente, algo bloquea el camino hacia el fin del bloqueo. Seguimos en una carrera contra reloj para hacer de este un país mejor y para que nuestros hijos no tengan traumas ni conozcan esa palabra de 7 letras. Que la próxima sea una generación más sana.