Dos días los calabozos de la estación de Zanja y la advertencia de “o borras los grafitis (cerca de 200 por toda La Habana) en 7 días o serás llevado a los tribunales”, fue el último “premio” por su obra que ha recibido Yulier P., el grafitero de las almas.
Una vieja broma dice que si llegara la guerra con los norteamericanos, y un piloto yanqui debiera bombardear La Habana, pasaría por un amargo momento tratando de discernir dónde no se ha bombardeado… ¡entre tanto derrumbe!
Justo en esa llaga pone Yulier P. sus pintadas. Decenas de paredes desconchadas, edificios derrumbados, solares tapiados, destruidos o abandonados por años, son el lienzo de este artista urbano que, con solo 27 años, es reconocido nacional e internacionalmente por su trabajo.
Por sólo citar un ejemplo, la película Transformers, que vino a grabar a La Habana, incluye un plano bien detallado de su obra.
El 17 de agosto de 2017, temprano en la mañana, se ve en un video a Yulier mientras pinta uno de sus grafitis en la pared sobreviviente de un edificio derrumbado en Centro Habana. Lo acompañan su esposa y otra persona. Más tarde, llega la policía y parece que Yulier está en problemas. Un vecino sale a defender al muchacho y todo queda ahí.
Lo que sigue, según nos cuenta Yulier cinco días después del incidente, es que lo llevan a la estación de Zanja, y desde las 8:00 am lo ponen en un calabozo con otros detenidos. Las horas pasan sin que sepa mucho más.
Diez horas después una oficial le informa que estaba ahí por maltrato a la propiedad social. Cuando le explica que es grafitero, la oficial no entiende entonces por qué está aun ahí. A las 9 de la mañana del siguiente día, a Yulier le dicen que su caso lo atiende la Contrainteligencia. Pero nada más.
Luego de casi 48 horas preso, el capitán Abad le anuncia que saldrá en libertad, a condición de firmar un compromiso de borrar todos sus grafitis en 7 días, o lo llevarán a los tribunales. “Con dos días allí y totalmente presionado, yo no estaba en capacidad de procesar nada, así que firmé y por detrás de la hoja escribí que no estaba de acuerdo con esa medida.”
En una grabación difundida por el artista, se oye a un oficial explicándole que “nadie está autorizado a pintar las paredes, así esté en ruinas o cayéndose (…) eso afea, daña el ornato público” y una voz femenina (la esposa de Yulier) pregunta: “¿aunque sea una ruina?”; y continúa el oficial: “el que viole esa ley, tiene que ser juzgado por un tribunal de Cuba (…), yo lo único que hago es leerme el Código Penal y saber por qué puedo procesarte a ti.”
En Cuba, dos artículos del Código Penal hablan sobre “daños”. El 243 aclara que quien destruya, deteriore o inutilice un bien declarado patrimonio nacional o local, puede sufrir prisión de dos a cinco años. Y el 339 delimita que quien destruya o inutilice un bien ajeno, la sanción podría ser de 3 meses a un año de privación de libertad. En ambos casos también pueden pagarse multas.
¿Cómo se daña con arte lo que constructivamente está dañado? ¿Cómo se destruye o inutiliza lo que está destruido o inutilizado ya? ¿Cómo se pinta un fragmento de pared de un edificio en ruinas para tapar un grafiti? ¿Acaso, creando una mancha en lugar del grafiti? ¿Cómo se borra un grafiti sobre una pared desconchada? ¿Se desconcha más la pared? ¿Abandono, derrumbe y descuido son ornato público, propiedad social, patrimonio nacional o local?
Una cosa es la broma del bache patrimonio nacional, y otra bien diferente es que el chiste se convierta en realidad, en realidad policial.
Legalmente, no parece haber mucho soporte para un caso.
Pero esto no es de ahora, dice Yulier visiblemente indignado. “La Seguridad (del Estado) lleva rato yendo a mi casa, diciéndome que pinte, pero que no me meta en política o habrá consecuencias.”
Y quizás resulte paradójico que, meses atrás, Yulier nos dijera a los de elTOQUE que la policía en las calles siempre se ha portado bien con él. Hoy, ante la misma pregunta, dice:
“Sigue siendo así, esta vez tuve otra acción muy bonita de un patrullero. Además de tratarme bien, cuando llegamos a la estación, me ofreció disculpas, porque él entendía que lo que yo hago es arte, y que ayuda a la estética de la ciudad, pero que él debe cumplir órdenes.”
– ¿Entonces por qué te detienen, por qué te dicen que borres los grafitis?
“No sé, es todo muy inconsecuente. Atacar a un artista que está brindando un beneficio estético, proponiendo una crónica social de lo que está afectando a la sociedad cubana. Yo trato de hacer que la gente reflexione. No entiendo.
El discurso de este país es socialista, de igualdad y justicia plena, de decir lo que está mal, de emanciparnos por nosotros mismos… Y yo de una manera coincido con ese pensamiento, y ayudo a la estética de la ciudad, hago notar cosas sobre las que hay que pensar. No es posible que las autoridades que representan al gobierno, entonces, actúen de esa forma conmigo.”
Las “almas” de Yulier, como él mismo explica, hablan de la realidad cubana, habanera, de la violencia, de la marginalidad, de las miserias a las que se enfrenta el artista a su paso todos los días por una Habana entre el lujo del turismo y el hacinamiento de las cuarterías… Todo, a través de figuraciones con rostros largos y ojos llenos de melancolía o desolación. Quizá ese sea el “delito”.
“A mí no me gustaría que me sucediera nada, porque sería injusto. Sobre todo porque soy un artista comprometido con mi sociedad, con la gente. Pero lo que suceda, tendré que asumir las consecuencias, porque moral y éticamente no puedo borrar mi obra; me están pidiendo que vaya contra mis principios, que me desacredite, y eso no lo voy a hacer.”
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Jesse Diaz