Te fuiste y te extraño y a cinco palabras de empezar a escribir sé que para nadie es peculiar que un cubano extrañe. Las historias de la nostalgia en Cuba son, por común, poco relevantes.
Ser cubano no solo significa ser parte de muchas cosas de las que se está orgulloso, sino también el forcejeo constante con cosas que no queremos que nos marquen, pero que, irremediablemente lo hacen.
Lo que me molesta de mi país me define tanto como lo que me enorgullece. Y no se trata de cosas pasajeras.
A nadie le importa que te extrañe por lo mismo que a nadie le importa un palestino muerto o un chino con los ojos rasgados. Pero a mí me importa y me enoja vivir en un país dictado por esa normalidad.
El destierro, la insurrección, el exilio y el futuro de este país fueron sustituidos por la nostalgia.
Una nación que no sabe vivir sin que su día a día esté sesgado por su relación con otro más poderoso: las embajadas más grandes son las de España, Estados Unidos y Rusia y todos saben dónde quedan porque han indicado el rumbo geográfico o ideológico de los cubanos.
Es triste percatarse de que necesitamos tanto a nuestros enemigos como a nuestros amigos. Y hablamos de ellos todo el tiempo, logramos que sean más importantes que nosotros mismos, y a ellos exportamos lo único que no se debe exportar: hermanos.
Hermanos hábiles, fuertes, cultos; formados en una nación que tiene, más que todo, escuelas, hospitales y hoteles. Se habla de historia en las primeras, de igualdad en los segundos y de actualidad y exclusión en los terceros.
Por eso te fuiste, porque ya eras culta y saludable, pero no te iba aquello de exclusión en el país de la igualdad. Pero tu historia no hace portadas: pocos países necesitan más su emigración que Cuba.
Y no estoy hablando del dinero que se ganan los licenciados como meseros para mandar a las familias que dejaron. De eso vive mucha gente en el mundo.
No. Más allá de la economía nacional, nuestro concepto de nación florece en la nostalgia.
Cuba es Cuba gracias a la nostalgia que sientes y que provocas
La nostalgia de héroes desterrados, de héroes presos allende las fronteras, de héroes que murieron del otro lado del océano.
La nostalgia de artistas que siembran la más caliente rumba en el suelo más frío: acaso entienden que son una delicatesen aristocrática para el público de allá. La nostalgia del público de aquí.
La nostalgia del que se fue, pero no regresa. La del que no se va, ambos a pesar de la nostalgia.
Ya te imagino, escuchando a Celia Cruz, aunque en Cuba solo escuchabas jazz y rock americanos. Pero bueno, qué cubano emigrado que se respete no oye a la Virgen de los Nostálgicos.
Yo, a decir verdad, ya no le encuentro sentido a irme o a quedarme. Desde que tengo uso de razón siento nostalgias de tíos, de Superman, de las ciudades del Mediterráneo, de los cosmonautas. Irme sería solo sustituir esas nostalgias por otras. Irse es ya, lo mismo que quedarse.
Porque dejó de tratarse, al menos en la conciencia de mucha gente, de embarcar a la Metrópoli porque si te ven en Cuba te arrancan la cabeza, de irse a preparar la liberación nacional, de derrocar a Fidel Castro, de aprender a construir una central nuclear para darle luz a las escuelas y hospitales.
El destierro, la insurrección, el exilio y el futuro de este país fueron sustituidos por la nostalgia. Sonriente, furibunda, decepcionante o cínica, pero siempre definitiva.
Cuba es Cuba gracias a la nostalgia que sientes y que provocas. Regresa algún día, o quédate… ya da lo mismo.
comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *
Jesse Diaz