Raciel y Miguel son un par de jóvenes santiagueros que llevan seis meses en La Habana. No han emigrado, están cumpliendo el Servicio Militar como soldados del Ejército Juvenil del Trabajo, en una brigada peculiar: la que se encarga de la lucha contra el mosquito Aedes Aegypti.
Para ellos, que han encontrado como mayor obstáculo la manera de pensar del habanero, es una experiencia inigualable venir desde Santiago de Cuba a salvar vidas humanas. Eso, afirman, los llena de orgullo.
Sus jornadas de trabajo comienzan a las 7 de la mañana y terminan a las 4 de la tarde. Solo descansan los domingos, día que aprovechan para visitar algún familiar o darse una vuelta. Diariamente deben inspeccionar o fumigar 100 casas por dúos o 50 por persona.
Para Raciel, Miguel y otros centenares de soldados de este Ejército de la producción, los primeros días del año 2016 han sido muy intensos. La destapada nueva amenaza de la enfermedad del virus Zika, que aún no ha llegado al país, ha redoblado la movilización. Casi todos los cubanos saben que si el virus entra, encontrará en los muchos focos de mosquito Aedes aegypti que proliferan en el país su mejor vehículo para expandirse.
Los barrios del municipio habanero de La Lisa, que Raicel y Miguel deben inspeccionar diariamente, muestran una situación de insalubridad extrema. Salideros de agua en medio de la calle y basureros repletos sin esperanza de desaparecer, son el “campo de batalla” de cada día para estos soldados.
Hay, en el camino, una escuela primaria, la Fructuoso Rodríguez, donde yace un latón de basura que empieza a desbordarse por la ausencia de los responsables de recoger los deshechos.
Son los mismos desechos por los que Idalmis Hernández, una vecina de la escuela, ha escrito decenas de cartas a las autoridades, para que terminen con el voluminoso basurero que ha crecido al lado de su casa. Según me cuenta, su insistencia solo le ha valido el adjetivo de loca.
Ángel Luis, un joven de Pinar del Río que al igual que Raicel y Miguel “combate” al mosquito, mira el paisaje de basurero gigante y me asegura que mientras no cambie todo el esfuerzo de fumigación que hagan no valdrá la pena.
Es curioso. Hace meses vine por esta zona a contrastar los argumentos del ministro de Salud, para quien Cuba tenía un favorable panorama higiénico epidemiológico. Ahora, ¿qué dirá?
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