Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida.
Miedos infantiles: ¿cómo la familia puede ayudar a manejarlos?
31 / julio / 2020
“¡No suste, Oche, no suste!”, le dice Alma a su hermanito José Julián cuando jugando él le pone rostro de villano. Mi niña tiene dos años y va descubriendo el mundo en pequeños fragmentos. Ha aprendido a reconocer la lluvia y la furia de los truenos. Canta una canción alusiva que sirve de bálsamo para sus miedos. Contempla el agua que cae del cielo mojando la tierra y las plantas. Sabe que la lluvia es buena porque le hemos dicho. Ante los truenos y tormentas eléctricas se asusta y refugia en brazos adultos. Divisa una mariposa bruja que revolotea en las noches toda la casa y me advierte: “¡Pocha… corre, corre, mamá!”
Jose tiene once años y tiene miedos más elaborados. Pregunta sobre la verdadera existencia del Babujal y de personajes fantasmagóricos. Juega con sus miedos y dice disfrutar ver películas de terror. Alma y Jose exteriorizan sus miedos en un juego que por sí solo representa un acto de liberación.
Los miedos infantiles aparecen en la medida que acontece el desarrollo psicológico. Son emociones evolutivas que forman parte del crecimiento y varían en cada quien de acuerdo a la edad. La naturaleza del miedo puede ser ancestral. Una parte de esta emoción tiene función adaptativa en el psiquismo infantil porque ayuda a reconocer el peligro y permite establecer límites entre comportamiento y situación de riesgo.
El miedo puede fungir como barrera de protección para los pequeños más temerarios. Permite que incorporen aprendizajes respecto a la ley social, en la cual no todo está permitido. La distinción entre miedos corrientes y aquellos que alcanzan umbrales patológicos puede hacerse al reconocer la proporción y percepción real del peligro resultante de la interacción con la naturaleza y medio social. Algunos miedos infantiles suelen ser pasajeros, otros perduran durante toda la vida.
Diferentes expresiones de los miedos en la infancia
En los primeros tres años de vida, el miedo a personas desconocidas suele ser frecuente. La separación o ausencia de la madre, el padre u otras personas cuidadoras constituye el miedo medular en esta primera etapa. A medida que aprenden a caminar, surge el miedo a caer y golpearse. Ante sonidos estridentes, el susto se acompaña de llantos y preguntas más elaboradas.
Luego, en la etapa comprendida entre tres y seis años, las niñas y los niños pueden temer a la oscuridad, los animales, los fenómenos naturales y los seres sobrenaturales. Persiste durante toda la infancia el miedo a perder a aquellas personas que han marcado emocionalmente nuestra existencia. Con el paso de los años, el miedo se vuelve más lógico y contempla peligros de la vida real.
Cuando comienza la vida escolar, surgen miedos articulados al vínculo social. Los cambios psicológicos que experimentan al comenzar la escuela, las competencias académicas y sociales que deben desarrollar en la adaptación a esta nueva fase, pueden avivar la brasa de ciertos miedos. La asimilación de un nuevo patrón de autoridad, encarnada en la figura docente, es crucial para aprender normas, reglas y valores sociales; pudiera ser amenazante si la influencia educativa se transmite desde modelos autoritarios que buscan controlar, dominar y no dejan paso para la expresión libre y espontánea del comportamiento infantil.
La construcción familiar y cultural de los miedos infantiles
El miedo puede venir de la mano de la educación, cuando se emplean métodos coercitivos y punitivos como castigos físicos, amenazas y humillaciones. Si bien es importante poner límites y reglas que contribuyan a una crianza saludable, desde muchos hogares se perpetúan prácticas educativas lesivas para el adecuado desarrollo emocional en la infancia. El cinto y la chancleta han sido los verdugos históricos de generaciones a las cuales nos han transmitido el legado de “la letra con sangre entra”. Si me preguntaran ¿puede ser el castigo físico un método educativo eficaz?, respondería de forma contundente: eficaz para introducirles en el mundo de la violencia.
De ciertas influencias educativas suele derivarse la construcción del miedo infantil. La construcción familiar del miedo conquista canciones de cuna, da cuerpo a personajes imaginarios como el coco, el hombre del saco y la bruja malvada. Algunos cuentos infantiles causan espanto mediante historias en las que el lobo feroz acosa a Caperucita y termina comiéndose a su abuelita, o una bruja engaña con confituras a los hermanos Hansel y Gretel para comérselos. Tras amenazas del tipo: “¡si no te comes toda la papa te vamos a inyectar o te va a morder el perro!”, resultan miedos patológicos a los animales y a dejarse examinar en centros médicos.
Otros miedos infantiles aparecen contaminados con miedos adultos: miedos excesivos a enfermarse, ensuciarse y a la muerte. Detrás de una educación obsesivamente sobreprotectora, rígida y temerosa, se transmite una ansiedad que condiciona perjudicialmente la subjetividad y lacera la autonomía.
La educación es una herramienta emancipadora en tanto se acompañe de métodos y fundamentos centrados en el bienestar social y psicológico. Educar a un hijo o hija nos pone de frente a muchas incertidumbres y miedos que debemos ir transformando en aprendizajes. Implementar una crianza desarrolladora nos coloca frente a la pregunta esencial de cómo hacerlo mejor cada día. Gestionemos herramientas y recursos que puedan servirnos de brújula en este camino.
Sugerencias para la educación emocional y manejo adecuado de miedos infantiles:
- Brinde una educación democrática que posibilite bienestar, equilibrio emocional y acompañamiento oportuno a los miedos infantiles.
- Establezca diálogos que beneficien la expresión de sus miedos fundamentales y dé credibilidad a sus sentimientos.
- No utilice regaños, burlas y castigos para referirse a sus miedos. Respete y escuche sus emociones. Es importante que sientan que sus miedos son comprendidos.
- No recurra al miedo como método para protegerles de situaciones peligrosas.
- No les exponga de forma forzada a situaciones que causan sus miedos, pensando que es la forma idónea para ayudar a superarlos.
- Restrinja el consumo de videojuegos, películas y series basadas en géneros de terror, catastrofismo u otros no acordes al desarrollo infantil.
- Haga una selección de historias de la literatura infantil que brinden mensajes educativos y aprendizajes respecto a cómo superar los miedos.
- Realicen actividades de forma conjunta, en las que los miedos puedan ser identificados y representados a través de dibujos, juegos e historias que atenúen el misterio que gira alrededor.
- Obsequie o construya conjuntamente en trabajos manuales, amuletos, juguetes y objetos protectores ante los miedos, de manera que sientan seguridad al usarlos.
- Propicie que encuentren soluciones ingeniosas ante sus miedos. Estos deben permitirles crear sus propios recursos para protegerse.
- Conforme realice ejercicios para estimular el aprendizaje y el intelecto de su hija o hijo, promueva la formación de habilidades emocionales que aminoren vulnerabilidades psicológicas y les enseñen a superar temores propios de la vida cotidiana.
- Observe si los miedos existentes interfieren en su desarrollo saludable y limitan su capacidad de disfrutar y jugar. Si se vuelven intensos y causan ansiedad desproporcionada, consulte a especialistas en Psicología clínica infantil.
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