Rudiel se dedica a la siembra de tabaco en Pinar del RíoTabaquero. Foto: Eduardo González
Blanco y negro del tabaco en campos cubanos
9 / mayo / 2017
Es temprano y el sol comienza a levantarse, tímido. Rudiel, de pie en el umbral de la puerta, mira el manto fino de neblina colgante que limita la visibilidad.
Vive en Caliente, un asentamiento de paso, a la orilla de la carretera, entre los mogotes y el pinar cercano. Ha construido un hogar confortable, y con sus ganancias, ha adquirido equipos electrodomésticos que le hacen más placentera su monótona vida campesina.
Lleva como veguero casi una década; aprendió el oficio del abuelo, cuando era pequeño. Y no sabe hacer otra cosa, además de improvisar décimas en canturías ocasionales. Mientras la sequía se extiende, silenciosamente, por las vegas de varios productores, la mayor parte de su cosecha permanece resguardada en su casa de cura.
Caliente está ubicado en la provincia cubana de Pinar del Río, conocida históricamente como Vueltabajo. En esta región fueron más de 10 000 productores individuales, junto a otras estructuras como 62 Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA) y siete Unión Básica de Producción Cooperativa (UBPC), quienes en su conjunto hicieron la campaña tabaquera 2016-2017.
Una mala o buena época por estos lares, decide la suerte del tabaco en el mundo. Más del 60 por ciento de lo plantado en el país corresponde a Vueltabajo. Desde temporadas pasadas, las autoridades han estimulado un ritmo frenético para incrementar las miles de hectáreas. “A ese paso habrá que sembrar hasta en los balcones”, suelen bromear los campesinos y directivos.
Con el acercamiento político entre Cuba y los Estados Unidos, se avizora, en algún momento, un disparo gigantesco en la demanda. La nación norteña tragaría toda la producción nacional del pequeño vecino. Pero muchos se preguntan si la Isla está preparada para asumir el salto que se le exige.
Esta campaña tabacalera ha sido una bendición, en contraste con la anterior. “Una cada cuatro o cinco”, dicen los guajiros, persignándose. Es un sentimiento de fragilidad que los embarga, ante lo que parece un juego aleatorio y macabro de la naturaleza. Y el efecto se amplifica con las carencias y los déficits de inversiones apreciados en los campos cubanos.
“Hay que comenzar muy temprano, porque si no la sequía te golpea mucho”, afirma Rudiel. Es la movida generalizada para sobrevivir estos períodos secos que se perciben como nunca antes en Vueltabajo.
Nadie está a salvo del clima mutante. Ni siquiera en las conocidas vegas finas de primera, clasificación élite para las tierras del cultivo de la solanácea en Cuba. Solo Caliente y los cuatro municipios del llamado macizo tabacalero-San Juan, San Luis, Consolación del Sur y Pinar del Río-, poseen esta distinción.
Pero algunos vegueros experimentados de por aquí, como Nelson, se muestran cansados de la improvisación. Apuestan por cambiar la matriz de acceso al líquido, prepararse para las transformaciones que parecen asentarse. Está harto de mirar hacia el cielo, esperando algo que no llega.
“Las empresas deben invertir más recursos. En esta zona se está perdiendo tabaco porque no hay agua. Se pudiera traer un buldócer y arreglar las presas, además de hacer pozos. Nosotros estamos de acuerdo en pagar”, insiste el cultivador.
Por más que la naturaleza intente igualarlos, los vegueros en Cuba son un estrato heterogéneo. Existen diferencias evidentes, influidas por factores como la experiencia, tradición familiar, ubicación geográfica, acceso en tiempo a los recursos, gestión personal y administrativa y, cómo no, resultados.
Incluso la pertenencia a las diferentes estructuras de propiedad -todas en formas cooperativas-, inciden en la motivación para acogerse al oficio y en el desenlace final, como ocurre en Caliente. Aquí conviven una CPA y una Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS), ambas con el mismo nombre.
El éxito económico y social flirtea con la CCS más que con los miembros de la CPA. En tiempos de bonanza pueden obtener ganancias cercanas a los 100 000 pesos.
Yoandi, el hermano de Rudiel, es unos 10 años menor y socio de la CPA. Hay entre ellos una jerarquía invisible que los sitúa en realidades desiguales. Trabajan las mismas tierras, en el mismo lugar, pero sus dividendos económicos y el mercado laboral son muy distintos.
“Este año la cosecha fue tremenda, muy buena”, afirma sonriente Yoandi. Su vega rindió con eficiencia, gracias a la cercanía afortunada de ciertas lagunas. “Pero se va a perder. Mi padre y yo solos, no podemos con 100 000 posturas sembradas”, dice acto seguido, bajando la voz.
“La gente no quiere venir con nosotros porque el campesino de la CCS paga más”, explica. Mientras los productores de la CCS pagan hasta 80 pesos diarios, la cifra de la CPA oscila entre 10 y 15 pesos.
Sin obreros ni mujeres que ensarten la hoja en el cuje, la prominente cosecha de Yoandi y de algunos compañeros, comienza a perderse en los campos. Un resultado fatal en solo uno de los miembros de la CPA y se verá disminuida la bonanza económica colectiva.
“Del año anterior me pudo quedar mucho más dinero, porque nosotros sí cumplimos. Pero en la cooperativa siempre hay quienes se “recuestan”, no rinden y cobran igual”, se queja Yoandi, quien al concluir todo el proceso, suele obtener entre 5000 y 10000 pesos de ganancia.
Un par de kilómetros más allá, su hermano Rudiel aprovecha el sol para la recolección. Las hojas, de un verde parejo, se acumulan en la carretilla de madera, mientras las ensartadoras esperan en la casa de cura. Tiene dos obreros, pero en tiempos de aprieto, la esposa y las dos hijas también ayudan.“Hay que pagar mucho más que antes, pero hasta ahora me ha ido bien, a pesar de la sequía. No imagino otro trabajo que no sea este. Económicamente, estoy mucho mejor. Pero hay que buscar otras formas de motivar a los jóvenes, para que quieran sembrar”, afirma.
Según cifras manejadas por la agencia Prensa Latina, Cuba concluyó el año anterior con ingresos por 445 millones de dólares, por la venta de Puros Premium. Impulsado por el aumento de visitantes, el mercado interno aumentó 13 por ciento en la comercialización. Sin contar a los Estados Unidos, el mercado internacional de puros Premium es de unos 400 millones de unidades y la Isla abarca el 70 por ciento de esta cuota.
Rudiel, de pie en el umbral de su puerta, desconoce la magnitud de su aporte, más allá de la economía familiar. Siquiera domina la cotización aproximada de un puro. Su vida es un flujo continuo, alterado por los caprichos de la naturaleza y el trasiego desde la vega hasta la casa, en el microclima bondadoso de Caliente.
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Jesus López Martínez