Cubana, cubana

Foto: Abelo

Cubana, cubana

1 / junio / 2016

Si algo aprendí en las redes sociales es la tolerancia y la aceptación. De hecho, hoy mantengo relaciones de amistad impensables hace 6 años.

No me da pena decirlo: tenía una estrechez de mente de Récord Guinnes. Y aún me falta. Y por eso no entiendo las elucubraciones pesimistas que advierten el supuesto daño que hacen las redes sociales. Desde que estoy en internet disponible para interactuar siento que me expongo a comentarios que me hacen pensar y reflexionar… y otros que me hacen infartar; eso también es cierto.

Sin embargo, la posibilidad de poder reflexionar y discutir sobre temas disímiles la aprovecho al máximo para cada día expandir mis propios límites. En algunas ocasiones se trata de temáticas en las que anteriormente no tenía una posición exacta (no tengo por qué, lo sé) los temas que con el debate me quedan más claros (o más oscuros). Y eso se lo agradezco fundamentalmente a un número de personas que llegan a mi muro de manera respetuosa y constructiva.

Negra, ¿Tú eres cubana, cubana?

De esa misma manera participo en muy pocos muros, quizás con mayor frecuencia en el de Leticia, la periodista santaclareña; quizás porque hasta el momento hemos podido dialogar a partir de las diferencias irresolutas que tenemos. Ella lo sabe y yo también.

En ese mismo muro, el de Leti “mi amiga de Facebook” (y a quien me une además el cariño por Rosita, la polillosa) una de sus visitantes, se cuestionó mi nacionalidad cuando comentaba sobre la ida de los Gourriel, un tema en mi opinión tan trascendente como mi propia residencia en Alemania. Dijo entonces la mencionada comunicadora: Negra, ¿Tú eres cubana, cubana?”

El anterior es sin dudas, uno de los pocos cuestionamientos que me pueden detener por horas. Decidí no responder por respeto a un muro que no es el mío (una ley que mucha gente se salta en las redes cubanas). Sin embargo, le expresé a la periodista “cubana, cubana”, que le dedicaría un post.

Tres o cuatro meses después llega este texto.

Valga decir que este tipo de comentario lo he visto exclusivamente en las redes sociales cubanas. Teniendo en cuenta mi larga experiencia en foros, grupos y otras variantes digitales, jamás he visto una persona de otra nacionalidad espetarle a otra del mismo origen la autenticidad de su discurso. Solo desde Cuba alguien puede llegar a preguntarte: Negra, tú eres cubana, cubana, como si una opinión cualquiera pudiera estar ligada indisolublemente al hospital donde naciste, con la trampa que supone considerar no cubana a Ceci porque haya nacido en Bonn.

En la base de tan inoportuno cuestionamiento reconozco un torcido concepto de nación que se ha modelado en Cuba en los últimos 50 años. El mismo se  resume prácticamente en que “ser revolucionario” es un estado que solo quien lo define puede decir exactamente a qué se refiere. “Ser cubano” es entonces pagar la MTT.

En mi capacidad de pensar está mi libertad, por lo tanto también soy cubana cuando yo lo decido. 

Esta negra cubana, luego de haber nacido en esa isla y haber vivido sus circunstancias por 42 años, las cuales no me puedo obviar aunque viva a no-se-cuántos-kilómetros, no tiene certeza alguna de lo que significa ser revolucionario en un país donde, quienes más usan esa denominación, vetan mi derecho a casarme con la persona que amo, no importa su identidad de género.

Recordaremos que en tiempos aún cercanos, en la Isla, con una tranquilidad soberbia, se le podía endilgar la etiqueta “contrarrevolucionario” a cualquiera que pensase un pelímetro diferente. Ahora me pregunto: diferente a qué o a quién. También es moda cuestionarse si la persona es “cubana de verdad”, “cubano de dentro” o “cubano de fuera”, las que cohabitan con la muy usada “disidente”.

Si ser revolucionaria significa no poder exponer mis criterios y defender hasta las últimas consecuencias los valores en los que creo, pues yo decido ser  contrarrevolucionaria. Le respondo entonces a la periodista: No, no soy “cubana, cubana” como tú. Por suerte. En mi capacidad de pensar está mi libertad, por lo tanto también soy cubana cuando yo lo decido. Y sí, soy cubana cubana.

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Amir Valle

Estimada Sandra: es un texto éste con el que mucho me he identificado, pues me ha pasado también muchas veces. Como bien dices, tú has mentanido una posición respetuosa de diálogo (me consta, pues te sigo), y aunque siento muchas veces desinformación en algunos de tus criterios, es una rareza tener en el “tema cubano” a quienes, como tú, están dispuestos a escuchar al otro. Yo, como seguro sabes, soy de los más críticos acerca de la situación política de nuestro país y muchas veces estoy en desacuerdo con tus opiniones, pero los cubanos necesitamos eso: diaparidad de puntos de vista para poder dialogar y encontrar las mejores vías de salida del atolladero en que hoy estamos.

Felicidades por este post, pero, por ejemplo, aquí dices: “Recordaremos que en tiempos aún cercanos, en la Isla, con una tranquilidad soberbia, se le podía endilgar la etiqueta “contrarrevolucionario” a cualquiera que pensase un pelímetro diferente”, y lamentablemente, aunque en algún sentido se ha relajado, esa esa es una realidad que sigue existiendo. Podría ponerte cientos de ejemplos, pero creo que tú también podrías encontrar muchos…

Saludos desde Berlín (donde vivo desterrado porque, pese a las leyes, soy de esos cubanos a los que el régimen no deja entrar a Cuba)

Amir Valle
http://www.amirvalle.com

Amir Valle

Sandra

Gracias por su comentario Amir. Si, sobre el asunto pudieran encontrarse muchos ejemplos. Siento mucho que no pueda entrar a Cuba, y espero que un día terminen todas los obstáculos que impidan su regreso y el muchas otras personas nacidas en la isla. Un abrazo desde Berlin (donde estoy de visita hasta mañana). Sandra
Sandra

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