
Bonsái es un término japonés que alude a la voz china pen tsai, que significa “cultivado en bandeja”.
El trasplante debe efectuarse cada dos o tres años, generalmente a mediados de marzo, si no se corre el riesgo de que muera la planta. Foto: Adrián Sánchez y Reynaldo Aguilera.
Cultivar y comercializar bonsáis en Cuba por cuenta propia
24 / mayo / 2019
Cuando Francisco Aguilera vio por primera vez unos bonsáis tuvo la certeza de que a esos árboles en miniatura les dedicaría la mayor parte de su vida. Dedujo que para llevar a cabo su empeño debía aprender rápido el oficio e iniciar el cultivo por ciclos.
A los 13 años ya cultivaba las primeras plantas y a partir de los 15 las empezó a comercializar, “más como un hobby, por encargos principalmente”, recuerda. Por aquel entonces estudiaba Informática en el politécnico local y los clientes eran los propios vecinos.
Actualmente, a sus 28 años, vive del cultivo de bonsáis en su natal Holguín.
Al principio fue difícil. Nadie me dijo si iba a salir bien o mal. No había información ni precedentes. En el 2000 pasé un curso básico en el Museo de Historia Natural y me integré al Club de Bonsaicultores que se había fundado. Allí fui puliendo el oficio.

El trasplante de los bonsáis debe efectuarse cada dos o tres años, generalmente a mediados de marzo, si no se corre el riesgo de que muera la planta. Foto: Adrián Sánchez y Reynaldo Aguilera.
“Fue por aquella época en que nos llegaban de la capital las experiencias de maestros como la doctora Rosa María Fernández, Roberto Morales y Manuel Fermín Moya”, especifica Freddy Cobas, amigo de Francisco y quien, además, pretende reagrupar a los aficionados en una nueva asociación, esta vez bajo el amparo de la ACTAF (Asociación de Técnicos Agropecuarios y Forestales).
Pero Francisco deja en claro que su proyecto es independiente.
“Inicialmente tuvimos apoyo del museo y de muchos de los trabajadores —agrega Cobas. Exponíamos en sus salas, nos brindaban asesoría; pero poco a poco todo eso se desintegró. Cuestiones de la vida.
“En el fondo, a la institución no le simpatizaba el hecho de que lucráramos con las plantas”, dice Enrique, de 34 años, ex miembro del club. “Lo veían más bien como un pasatiempo. Es por ello que con la nueva dirección del museo, nos dejaron fuera”, acota.

El bonsái más viejo del mundo tiene más de mil años y se encuentra en la ciudad de Crespi, en Italia. Lo sigue el Goyomatsu japonés, de 554 años. Foto: Adrián Sánchez y Reynaldo Aguilera.
Las peripecias de cultivar bonsáis en Cuba
Dado que en Holguín no existen tiendas especializadas en las cuales Francisco pueda acceder a las materias primas necesarias para desarrollar su trabajo, encarga a terceros que viajan al extranjero, lo referente a las semillas, los sustratos y los productos de fumigación. “En casa yo mismo preparo los abonos, a partir de productos orgánicos. El resto lo compro donde aparezca”.
Cuenta que el bonsái lleva cuidados específicos en todas sus fases, riego diario, alambrado, poda, pinzado, trasplante. Es muy difícil obtener las herramientas en Cuba. “Japón es uno de los principales exportadores, ¿pero cómo llegas hasta allá?”, se pregunta.
Este holguinero consagra tres o cuatro años de cuidados a cada planta, antes de ponerla en venta. “Aunque tengo ejemplares que superan los 14 y 15 años”, detalla.
Entonces, ¿cómo has logrado rentabilizar la producción?
“Cultivo Ficus comerciales en masa. Bajo estándares vendiendo arbustos de tres o cuatro años, cuyos precios son más asequibles al público y salen a un menor costo de producción. Las más adultas sí las dejo para la renta”.
Los principales clientes los halla en el sector privado, artistas encargados de construcción y reparación de inmuebles, que lo contratan “lo mismo para la venta que para la renta”, revela.

Los bonsáis llegaron a ser objeto de culto en el imperio Chino, se dice que quien podía conservar uno tenía garantizado la eternidad. Foto: Adrián Sánchez y Reynaldo Aguilera.
La dedicación es una de las claves
Muchos han sido los que, tentados por la belleza de estos arbustos, se precipitan al cultivo — interviene nuevamente su amigo Enrique. “Luego los vence el aburrimiento y el esfuerzo que supone lograr las primeras ‘cosechas’”.
Fueron miembros de la élite del imperio chino quienes originalmente recurrieron a técnicas horticulturales para miniaturizar árboles en macetas. Recreaban paisajes enteros que luego (se) enviaban como lujosos regalos. Los japoneses copiaron esta práctica y la adaptaron hasta desarrollar el bonsái tal y como se conoce hoy.
Para Aguilera es muy importante la paciencia en el progreso de los ciclos. “Los bonsáis más atractivos son los que ‘echan’ flores o frutos, ya que exhiben un mejor acabado a los ojos del cliente. Lo más difíciles que trabajo son los melocotoneros, adenios y manzanos”, confiesa.
Un futuro entre bonsáis a pesar de las trabas
A pesar de la pasión con que asume su oficio, Francisco tiene que lidiar con trabas burocráticas y contradicciones para ejercer el trabajo por cuenta propia. “Lo que más se asemeja a mi actividad es la licencia de Florista, porque el bonsái clasifica como planta ornamental ordinaria —explica. Como tal no hay una ley que te permita venderlos directamente”.
Para él se trata de una limitante porque considera que el bonsái no es una planta ornamental cualquiera. “Son árboles que llevan años de trabajo para lograrlos. Requiere especialización y te reducen al mismo nivel de un vendedor de flores. De ahí que para proteger mi licencia tenga que incluir otros cultivos como el de cactus”.
De todas maneras, Francisco Aguilera quiere extender su negocio a otras provincias del país, abrir sucursales, con personal capacitado no solo para la venta sino también para instruir al cliente en el cuidado de la mercancía que, al decir de él, es un arte vivo y cambiante pese a su finalidad decorativa.
Hasta ahora, eso también es un sueño.

Los bonsáis fueron empleados también como herramienta bélica, se les obsequiaba un ejemplar medicinal a los soldados más ilustres durante las largas campañas. Foto: Adrián Sánchez y Reynaldo Aguilera.


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