100 años de Celia Cruz: Dos orillas y «un mismo sentimiento»

Foto: Cortesía de Celia Cruz Legacy Project/Celia Cruz Estate

100 años de Celia Cruz: Dos orillas y «un mismo sentimiento»

25 / octubre / 2024

Celia Caridad Cruz y Alfonso nunca dejó de cantarle su verdad al mundo. Por eso, ahora que comienzan los homenajes por el centenario, sus canciones siguen resonando en La Habana, Miami, París o Madrid. Simón y Catalina nunca imaginaron que aquella niña nacida en el barrio Santos Suárez llevaría tan lejos la palabra Cuba, incluso en los momentos donde mirar hacia atrás implicaba un dolor. 

Pero Celia Cruz es más que el peso de su leyenda y el ¡azúcar! sonoro que movió el cuerpo de los bailadores. Más que el rostro de una artista negra y cubana en una moneda estadounidense. Más que el nombre de una escuela de música en el Bronx. Incluso, más que la emoción de la actriz Whoopi Goldberg al decir, en el Lehman Center for the Performing Arts de Nueva York: «Siempre quise ser como Celia Cruz». 

«En términos políticos, Celia es el ejemplo exacto del fracaso de la censura en Cuba», refiere la historiadora Rosa Marquetti quien ha investigado el legado de la Reina de la Salsa, descubriendo en ella la Cuba de los fragmentos y de los exilios. 

«Pienso que Celia nunca se repuso de la censura en su propio país ni de la prohibición de entrada cuando murió su mamá. Ese hecho definió su postura respecto a las autoridades cubanas. Ella defendió con total coherencia que no es lo mismo la patria, el país y el gobierno. Así actuó durante toda su vida. Ahí está su discografía. En casi todos sus álbumes incluyó un tema donde expresa su posición, su nostalgia, lo que era Cuba para ella», asegura Marquetti. 

«Una de las cosas que me motivó a escribir el libro Celia en Cuba 1925-1962, es el gran desconocimiento que había en torno a su trayectoria en la isla», refiere la musicógrafa. Sobre todo, tuvo difusión su enorme éxito en el movimiento de la salsa en Nueva York, durante los años 70. Recordemos que es el momento de las grabaciones con Fania Records y de su participación, como única figura femenina, en el proyecto Fania All Stars. Después Celia continuó su carrera en solitario y esa etapa también tuvo mucha repercusión. 

«Celia Cruz es una de las primeras víctimas —pero no la única— de la censura política en Cuba impuesta desde los tempranos años 60 sobre músicos, artistas, escritores, poetas, intelectuales, deportistas que no compartieron los derroteros de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro y decidieron salir de Cuba, esperar un cambio que nunca se ha producido para terminar, desarraigados, viviendo y trabajando en otros países», afirma Marquetti.

¿Pero qué pasó antes del 15 de julio de 1960, cuando abrazó por última vez a sus padres y se despidió, sin saberlo, del cielo de Cuba? Para volver sobre su historia, la investigadora Rosa Marquetti revela datos curiosos y poco conocidos en torno a la vida de una de las artistas afrolatinas más relevantes del siglo XX. 

***

Celia fue otra víctima del intento de borrado con el que se castiga a quienes disienten del poder en Cuba. ¿Hasta qué punto la narrativa estatal ha intentado minimizar o silenciar la importancia de Celia Cruz para la cultura cubana? 

Yo pienso que realmente no ha habido una narrativa estatal. Al poder en Cuba no le ha quedado más remedio que hablar de ella y lo ha hecho, muchas veces, desde posiciones descalificadoras. Celia forma parte indiscutible del tronco de la cultura cubana. No solo de la cultura cubana, yo siempre insisto. Es parte de ese tronco nutricio y fundamental para toda una legión de intérpretes, solistas y orquestas. Tuvo roles protagónicos o muy relevantes en todos los momentos importantes de la música cubana a partir de la década del 40.

Somos tres generaciones de cubanos que crecimos sin ella, sin tener su música en la radio y en la televisión cubana. La escuchamos y supimos de sus logros de manera fragmentada. Esa circunstancia aumentó el deseo de conocer más sobre la artista. Una vez que la descubrimos, fue imposible prescindir de ella. Con creadores como Celia Cruz, la censura es inútil.

El reconocimiento de Celia dentro de la cultura latina en Estados Unidos es cada vez más visible. El Museo Nacional de Historia organizó recientemente una jornada de homenaje por su centenario ¿Cómo ha sido apropiado su legado por la diáspora cubana?

En la medida en que los jóvenes cubanos emigran, ya sea por nostalgia o por curiosidad, se van reencontrando con esa parte de la cultura y de las vivencias que les fueron escamoteadas. En esa zona está la música de Celia Cruz. 

A mí me da una alegría inmensa y me emociona mucho ver gente joven interesada en su obra. El trabajo de la Fundación Celia Cruz y de su presidente, Omer Pardillo, ha influido muchísimo. También creo que Celia quiso acercarse a la gente más joven en sus últimas grabaciones. La vida es un carnaval y La negra tiene tumbao son canciones que tienen las claves sonoras del siglo XXI. 

Sobre Celia Cruz se ha escrito mucho; sobre todo, de su vida fuera de Cuba. Sin embargo, tu obra intenta penetrar en una etapa menos difundida que explica las causas de su ascenso internacional. ¿Cuáles son las facetas menos conocidas? 

Ella hablaba de ciertos tópicos, pero no profundizó en otros. Había aspectos de su vida en Cuba que le dolían. Transitó por momentos cruciales de la música cubana en la isla. Según María Teresa Linares, ella estuvo en el lugar adecuado y en el momento oportuno. Sí, eso es cierto, pero también Celia se empeñó muchísimo. Fue una trabajadora incansable con una disciplina férrea. 

Con la investigación descubrí que su primer programa personal se llamó «Momento Afrocubano con Celia Cruz». Fue una de las estrellas que pasaron por la emisora Mil Diez durante la década del 40. Me llamó la atención que Celia hizo teatro lírico. Supe también que había sido acompañada por varias orquestas bajo la dirección de maestros como Ernesto Lecuona, Rodrigo Prats y Bebo Valdés.

Por otro lado, Celia Cruz no fue activista ni feminista. Eran otros tiempos. Sin embargo, tuvo una mirada muy singular sobre la figura de la mujer en la música popular. Por ejemplo, grabó en Venezuela una canción que se titula «Quédate Negra», en la que reivindicó la belleza de la mujer negra. Debemos tener en cuenta que es un registro del año 1948. Nunca más volvió a grabar esa canción, pero se puede escuchar en YouTube

¿Se conservan las cintas de su paso por la radio cubana?

La Sonora Matancera, con Celia entre sus cantantes, tuvo un programa diario en los años 50 de lunes a viernes durante ocho años, en Radio Progreso. Normalmente se grababan muchos programas. Pero lo único que ha quedado es lo que está referenciado en el Anexo 1 de la primera edición del libro Celia en Cuba. La mayor parte de esas cintas se perdieron, fueron destruidas o desaparecidas. Hubiera sido maravilloso poder contar con ellas porque las grabaciones comerciales no muestran todo el esplendor de un artista o de un grupo. Por ejemplo, las improvisaciones y los montunos pueden extenderse más de lo debido, por lo que se prescinde de ellos en el disco. En esas expresiones hay una riqueza extraordinaria. De haberse resguardado, tendríamos un registro del progreso de Celia Cruz como improvisadora y cantante sonera. 

En medio del «jolgorio» cubano, que se enraíza en los géneros de la música popular interpretados por Celia, hay una mirada nostálgica, una patria que se añora desde lejos. «Por si acaso no regreso, yo me llevo tu bandera», canta ella. ¿Cuál fue el momento más traumático en su relación con la isla?

El primer hecho crucial y definitorio que tengo comprobado es que Celia nunca pudo comprender por qué no la dejaron entrar a Cuba en los últimos momentos de su madre. Transcurría el año 1962. Los contextos son muy importantes para entender qué pasó. Cuando murió su mamá ya estaba en vigor la Ley 989 del 6 de diciembre de 1961, que establecía el permiso de salida y entrada al país. La normativa declaró traidores a quienes no hubieran regresado en el plazo establecido y decretaba además la confiscación de sus bienes. Celia pidió permiso para volver, pero no se lo dieron y eso marcó su relación definitiva con el Gobierno cubano y con la figura de Fidel Castro. 

Después de esa pérdida, para ella fue muy doloroso que la excluyeran de todo: «No pueden quitarme, yo soy Cuba», dijo públicamente refiriéndose a su exclusión de la primera edición del Diccionario de la música cubana, del fallecido musicólogo Helio Orovio. 

Por otro lado, pocos conocen que Celia no pudo viajar a Estados Unidos hasta 1957, aun cuando tenía que recibir un Disco de Oro. No le dieron la visa hasta ese año. Recordemos que era la época del Macartismo y ella había trabajado en la Mil Diez, la emisora del Partido Socialista Popular (por allí también pasaron Olga Guillot, Bebo Valdés y una larga lista de músicos y cantantes que luego fueron grandes figuras en el arte). Simplemente fue el lugar donde muchos artistas encontraron trabajo. 

La leyenda ha crecido junto a su proyección internacional como artista. También hay muchos huecos en su historia propiciados por la censura. ¿Qué se intenta silenciar? 

Una parte de la historia ha omitido la grandeza de Celia en Cuba. Antes de salir del país, ya era una de las grandes y más populares intérpretes. Incluso, se convirtió en una de las dos cantantes mejor pagadas y era la reina de los espectáculos del cabaré Tropicana. Tenía contrato de exclusividad para grabaciones y actuaba con La Sonora Matancera como artista invitada. Pero también llevaba su carrera como solista. Salió de Cuba con más de 125 canciones con grabaciones comerciales. 

Se dice que a Celia Cruz la hizo la Fania y la salsa neoyorkina. Nada de eso es verdad. Fania solamente amplificó su radio de acción en zonas a donde la cubana no había llegado y potenció su gran talento, así como la experiencia acumulada en los escenarios y los estudios de grabación. 

Su primer vínculo con el grupo fue una invitación para cantar en «Hommy», la primera ópera latina, creada por Larry Harlow y estrenada en 1972. Antes de eso, Celia Cruz ya tenía una carrera consolidada. 

Otra forma de minimizar su legado es decir que la cantante obtuvo la fama gracias a su posición política. Hay muchísimas evidencias de que el reconocimiento de Celia por las audiencias latinoamericanas, afrocaribeñas y estadounidenses angloparlantes tiene que ver, esencialmente, con su defensa de la música tradicional. El público internacional la reconoció como la representante de algo auténtico. Cuestionar la valía de la obra de Celia ha sido una de las líneas de ataque de la censura. 

Siempre fue admirada por la comunidad cubana en el exterior y, además, fue conquistando a la comunidad latina y afroamericana. Todo esto culmina en lo que estamos viviendo. La Casa de la Moneda de los Estados Unidos anunció la emisión de la moneda conmemorativa de Celia Cruz como parte del programa federal American Women Quarters, que continuará hasta 2025 como un homenaje a las mujeres destacadas en la historia estadounidense. Celia es la primera afrolatina reconocida de ese modo. Es curioso que, gracias a Celia, también aparecen en la moneda un símbolo de la isla, la bata cubana y una palabra en español ¡azúcar!

En uno de tus artículos más recientes, adviertes que «hasta hoy, en el caso de Celia Cruz, la censura como herramienta de política cultural ha conferido a los gobernantes cubanos el vergonzante privilegio de un récord único: el de un país que decide oficialmente despreciar, condenar al ostracismo en sus predios, minimizar su relevancia y descartar a uno de los pilares incontestables de su cultura, mientras en todo el mundo y en su país de adopción recibe los mayores reconocimientos». ¿Qué le debemos a Celia?

Casi nunca se habla de lo que puede experimentar el censurado y cómo la censura puede afectar su integridad personal. No se habla del costo personal e individual. Celia nunca se repuso de esa angustia. 

Las primeras grabaciones de música litúrgica yoruba se realizaron en 1947. También fueron las primeras grabaciones de Celia y de Merceditas Valdés. Este hecho ha sido deliberadamente silenciado, a pesar de su trascendencia. Creo que ese ocultamiento tiene el objetivo de evitar que sea mencionada y reconocida por ese aporte. 

A Celia Cruz se le debe el reconocimiento del Estado cubano. No hablo del pueblo. El pueblo la admira y la quiere. Hablo de un reconocimiento «oficial» que quizás nunca llegue. Me siento en la obligación de recordar eso todo el tiempo. El mundo entero se rindió ante la grandeza de su obra, menos en Cuba. Varias generaciones han aprendido a descubrirla, a pesar de los intentos gubernamentales por omitir su legado.

Cuando analizamos de dónde salió y a donde llegó, comprendemos que es extraordinario lo que logró. Era una artista muy inteligente. No hay manera de llevar una carrera, al punto donde ella llegó, sin disciplina. Tenía además una audacia extraordinaria para saber qué decisiones tomar. Su salida de La Sonora Matancera y de la Fania; incluso, los cambios de imagen, fueron momentos trascendentales. Siempre estuvo convencida de su responsabilidad como ícono cultural de Cuba. 

***

El 21 de octubre de 2025 Celia cumplirá 100 años. Para los cubanos de aquí y de allá, la música de Celia es más que un país roto y un exilio. Es quizás aquella idea de persistencia que asoma en su versión cubanísima de I Will Survive: «Oye mi son, mi viejo son tiene la clave de cualquier generación. En el alma de mi gente, en el cuero del tambor, en las manos del conguero, en los pies del bailador. Yo viviré». 

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