Un vaso de leche al acostarse, tibio o frío, con «azúcar», con miel o con una yema de huevo era parte de la medicina que el amor de la abuela o la madre puso en manos de sus hijos y sus nietos durante mucho tiempo en Cuba.
Hoy los cubanos sueñan con la leche como si fuera una quimera, mientras que la familia sufre. ¿Cómo un producto tan elemental e importante ha desaparecido en Cuba? ¿Cómo un país lleno de buenas tierras para el ganado y altas precipitaciones, que recibió de la Cuba prerrevolucionaria más reses que personas, pudo llegar a este lamentable y peligroso estado?
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), organismo que el Gobierno de la isla aparenta respetar, la media de leche para la salud adecuada de la población debe estar sobre los 150 litros por persona al año. Según el organismo internacional, la producción de leche en Cuba en 1989 fue de 1 132 millones de litros, justo antes de la caída del campo socialista y del comienzo de una enorme y sistemática (fundamentalmente sistémica) crisis que no se ha detenido desde entonces.
De acuerdo con datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), la producción de leche de vaca ha disminuido de forma progresiva en los últimos años. Pasó de 576.9 millones de litros (Mt) a 369 en 2022 —menos de 35 litros al año per cápita—, lo cual representa el 23 % de la producción de leche necesaria para mantener los niveles adecuados de salud entre los cubanos, según la FAO.
Las anteriores cifras de producción de leche están fuertemente ligadas con la producción de carne de res pues ambas van juntas de la mano, la mano del ganadero.
La verdadera base de todo, la tierra
Los derechos de propiedad de la tierra en Cuba fueron debatidos en la Asamblea Nacional del Poder Popular en julio de 2023. Esteban Lazo —presidente del Parlamento— reconoció que los campesinos privados poseen el 27 % de las tierras y producen el 73 % de los alimentos a nivel nacional.
Durante la reunión, Ydael Pérez Brito —ministro de Agricultura— pidió la palabra para resaltar que la mayoría de las tierras son estatales y por tanto hay que exigirle a quienes las poseen en usufructo.
Aunque la mayoría de las tierras pertenecen al Estado, el Gobierno —que asegura estar basado en ciencia e innovación— es incapaz de aplicar los resultados de las investigaciones cubanas de pastos y forrajes (plantas utilizadas en la alimentación de animales y fundamentales en la ganadería). Para mayores males, en la poca aplicación de los recursos naturales para la alimentación de reses incide el aumento de los costos de la mano de obra, la escasez de tractores y la falta de combustible.
En 2011, un estudio de la estación experimental Indio Hatuey estimaba en unas 2 500 las hectáreas para pastos de las que solamente el 19 % estaban sembradas de forrajes. El 58 % estaba cubierto por pastos naturales y por malezas, entre las que se destaca el aroma y el marabú, que cubrían el 39 % del área agrícola total de los pastizales. Hoy la situación —sin estadísticas oficiales públicas— debe ser peor.
Vacas flacas, campesinos pobres y muchos matarifes
Un impacto directo de la falta de ciencia y tecnología aplicadas a la producción ganadera está en el empobrecimiento genético de la masa bovina. Cada vez son más raras las vacas Siboney y otras variedades que se lograron en las décadas del ochenta y del noventa del siglo pasado. Los campesinos cubanos trabajan con vacas de muy bajo rendimiento, vacas que en ningún otro lugar del planeta estarían en producción.
Según ganaderos cubanos consultados, una vaca que diariamente dé 5 litros o menos es la más frecuente en los rebaños, mientras que una vaca que dé 10 litros —sería considerada mala en cualquier otro país porque el promedio está entre 20 y 30— es una gran vaca en Cuba.
La situación de deterioro sistemático del país impacta los aspectos de la vida del cubano, pero en el sector agrícola quizá sea en el que más dura resulta la situación.
La pobreza nunca abandonó a los campesinos, menos aún a los ganaderos que hoy son, en promedio —no cuentan los casos de éxito que expone la prensa oficial—, de los sectores productivos más pobres del país.
Durante la sesión de la ANPP también se conoció que una lima para cascos costaba 800 CUP y que el jornal (día de trabajo) de un trabajador, 600 CUP. Ante esa realidad, autoridades del Grupo Empresarial Ganadero (Gegan) reconocieron que quien tenga más de diez reses se empobrece.
¡Es decir, se empobrece aún más! En realidad, en ese momento (julio de 2023) se pagaban hasta 1 500 CUP por las limas y las autoridades de Gegan ni siquiera mencionaron que el rollo de alambre en el Grupo Empresarial de Logística del Minag (Gelma) estaba por encima de los 20 000 CUP.
La destrucción sistemática del país ha impactado en los valores morales, lo cual también afecta de manera directa a los ganaderos cubanos como a ningún otro sector productivo del país.
Una vaca en las condiciones de cría que la puede tener un ganadero cubano —sin antiparasitarios, sin garrapaticidas, sin suplementos para terneros a los que se le restringe la leche al mínimo, con bajo contenido proteico en la comida de los terneros y malas condiciones en los establos— tarda no menos de tres años en estar lista para la monta y cuatro años para su primer parto.
Un matarife hace desaparecer el trabajo de cuatro años en unas horas y se toman la cerveza en el mejor bar del pueblo con el dinero del esfuerzo de un hombre honrado y, solo algunos, eventualmente, entran a prisión.
A partir de la dura crisis económica de los últimos años, han aumentado los delincuentes que roban reses y escasean los vaqueros porque es una ocupación de mucho esfuerzo y riesgo.
Muchos ganaderos no pueden pagar salarios que compensen incluso el ser atacados o asesinados, menos aún que les ayude a cambiar su vida.
Olviden el vaso de leche
Las medidas económicas que ha tomado el Gobierno en los últimos meses afectan también al campo y a los ganaderos de manera especial.
La leche es difícil de comercializar, es un producto perecedero, sensible, complicado… En las ciudades, de manera informal, se vende a más de 200 CUP el litro (la que se hace con leche en polvo).
En los campos, donde el impacto de la falta de circulante es mayor, donde la pobreza es ingente y donde los apagones son el doble o el triple el precio del litro apenas sobrepasa los 100 CUP en el mercado informal.
De manera «formal», el Estado paga el litro a 20 CUP si la leche es de máxima calidad. No obstante, el ingreso del productor es menor si se descuenta el pago del acarreo, que corre casi siempre a cargo del campesino.
Todo ha subido diez veces o más de precio y el ganadero tiene que vivir con los 20 CUP por litro que paga el Estado mientras que el Gobierno ignora los aumentos en los artículos —incluidos los pocos insumos de trabajo (ropa, fertilizantes, herramientas) que vende a través de las cooperativas—.
La falta de dinero en el país, en especial del circulante, ha incrementado las deudas de las empresas estatales con los ganaderos en millones de pesos que se dejan de pagar, sin que los campesinos puedan siquiera defenderse.
El trabajo duro de tres o cuatro años invertido en un animal para sacrificio no lo paga el Estado ni siquiera al tomar como referencia el precio al que luego se vende la carne de res.
La propiedad de la tierra y de las reses es incierta e impide un adecuado uso de su potencial de financiación y la mejora de la vida de los ganaderos.
El precio que paga el Estado a los campesinos por la leche y la carne que ellos producen es más una extorsión o latrocinio que una retribución por su esfuerzo.
Además, el ganado macho muchas veces se sacrifica cuando aún es un ternero porque es más una carga que una producción segura e importante. Cada día hay menos vaqueros y, como consecuencia, cada día habrá menos leche en Cuba.
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.
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