Calle 23, Vedado, tráfico, doble vía, La Habana. Foto: Ernesto Verdecia.

Foto: Ernesto Verdecia.

No habrá desarrollo en Cuba sin diálogo

15 / febrero / 2021

¿Cuáles son las perspectivas de generar diálogo en la sociedad cubana hoy? ¿De qué forma podría generarse un debate sobre la base del respeto a las diferencias? ¿Cuáles son las principales limitaciones para que diversos sectores de la sociedad civil cubana y el Gobierno puedan construir consenso?

Estas preguntas guiaron la primera mesa de Articulación Plebeya, una plataforma de académicos, intelectuales y artistas que proponen dialogar e intercambiar sobre el presente y el futuro de la sociedad cubana.

En la mesa, moderada por el jurista Julio Antonio Fernández Estrada, dialogaron la académica y feminista Ailynn Torres Santana; Carlos Alzugaray, analista político y exdiplomático; Alexei Padilla, especialista en Comunicación Social; el dramaturgo Yunior García; el educador popular Ariel Dacal; y la artista miembro del 27N Camila Lobón.

Diálogo actual en Cuba

Ailynn Torres resaltó que hay personas y sectores que han expresado no querer diálogo, no solo porque se haya fracturado en ocasiones, sino porque desde el inicio han considerado ilegítima a su contraparte. «Esta es una opción moral y política, pero no es la de esta mesa, que busca el diálogo como un camino posible».

Para plantear el diálogo es necesario, apunta Torres, reconocer la existencia de actores diversos. «El diálogo es una búsqueda para una salida no confrontacional y no violenta —lo cual no quiere decir sin conflicto— a un escenario indeseado de ensamblaje de distintas crisis».

La activista recordó que hace tiempo se pide diálogo en Cuba desde diferentes sectores (los colectivos animalistas y las mujeres que solicitaron en 2019 una ley integral contra la violencia de género), aunque de alguna manera se haya capitalizado ahora esa expresión en los acontecimientos frente al Ministerio de Cultura (Mincult).

«Los intelectuales podemos tener la capacidad de amplificar voces, pero es importante plantearnos la otra pregunta sobre quiénes no tienen la capacidad para participar con pulso fuerte en el diálogo. Los sujetos del diálogo no pueden perderse de vista, porque podemos creer que nuestra agenda es universal, y no, es una agenda bastante más acotada. La demanda al diálogo se ha presentado hasta el momento en clave de reconocimiento a una agenda de creación artística y asuntos relacionados con la libertad creativa y de expresión. Esa agenda es tan fundamental como parcial. Hay que pensar también en asuntos vinculados con la desigualdad, la igualdad distributiva».

Torres explicó que todo diálogo tiene marcos y condiciones, y es necesario dirimir con transparencia esas condiciones. A su vez, es importante considerar que las partes pueden rechazar el intercambio con algunos interlocutores, pero no con todos.

«Se ha observado una búsqueda de manchas morales, de un lado y del otro, que es muy tóxica y que clausura el diálogo y desconsidera la misma necesidad y posibilidad de conflicto dentro de ese diálogo. Desde la ciudadanía y desde las instituciones es necesario mostrar programas, no solo desde la condición de recibir un agravio. El diálogo amplifica las posibilidades políticas: para los poderes públicos no es una opción clausurar el diálogo; las instituciones están sujetas a una condición de legitimidad y desde ahí es importante producir una discusión. Desde la ciudadanía, el diálogo debe ser entre sus actores diversos y también con el Estado. Es posible sentarse en la mesa a dialogar entre actores políticos diversos y producir no necesariamente alianzas, sino pactos de convivencia», afirmó la académica feminista.

¿Existe tradición de diálogo en Cuba? ¿Cómo conciliar las diferencias generacionales en pos del entendimiento?

Para el profesor Carlos Alzugaray, un obstáculo para el diálogo es la diferencia generacional. «Yo pertenezco a una generación vieja —explica—; nosotros pensábamos que, si actuábamos con sacrificio y disciplina, obtendríamos un beneficio nacional y labraríamos un futuro mejor para nuestro país. Sabemos que esto último no pasó: tenemos esta situación económica muy grave, que es producto del bloqueo, pero también de errores en la conducción económica. Hoy día dije que me parecía que no eran momentos de disciplina y sacrifico, sino momentos de autonomía y prosperidad. Esos son los grandes temas nacionales que pasan en todos los diálogos».

Alzugaray insistió en que no es posible perder de vista la política de Estados Unidos hacia Cuba con sus dos vertientes: el bloqueo y la intromisión en los asuntos cubanos. En este sentido, afirmó que hay sectores en la Florida que están constantemente compulsando a una confrontación en Cuba.

Como firmante de la primera declaración de Articulación Plebeya cuando parecía que el diálogo solicitado estaba encaminado, el propósito del profesor Alzugaray estaba dirigido a apoyar ese proceso: «Como Fernando Pérez dijo, pensé que se estaba viajando al futuro. Creo que algunas de las demandas presentadas con relación al decreto 349 son lícitas. Yo he dicho que si fuera el ministro de Cultura hace rato hubiera derogado el decreto y hubiera convocado a todos los artistas a un ejercicio de deliberación para redactar juntos uno nuevo. Luego del 27N, en algunos casos hay desconfianza y, en otros, desafío y confrontación; por esa vía no se puede avanzar mucho si lo que se quiere es un diálogo. También percibo que algunas personas están más interesadas en un protagonismo que las haga más visibles en determinadas redes sociales».

El exdiplomático mencionó que «hay un diálogo que nos queda pendiente, que es el diálogo con la emigración. El Gobierno tiene la voluntad de hacerlo. Voy a terminar con mis dos propuestas: buscar una tregua mientras lidiamos con el desafío de la pandemia y buscar alternativas para organizar los diálogos y las deliberaciones».

Aportes de la educación popular

«A veces, confundimos diálogo con negociación, con decir lo que pienso; el diálogo debe estar sustentado en la búsqueda del bien común para la vida en sociedad. Eso es lo que establece una diferencia entre el diálogo y el no diálogo. Hay quienes no dialogan y se sienten representantes de otras y otros: esta es otra manera de negar el diálogo. El diálogo tiene que ser, sobre todas las cosas, un derecho de todas y de todos. Tiene que haber un orden que lo establezca, una cultura y una práctica cotidiana que lo regenere, lo enriquezca y que nos sirva para comunicarnos, intercambiar, construir y reproducir un orden social de justicia, de inclusión, de decencia en todo el sentido y de desmonte de toda relación de opresión venga de donde venga», defendió Ariel Dacal, educador popular.

El diálogo, en palabras de Dacal, no puede reducirse a un simple intercambio de ideas; no es una discusión guerrera entre sujetos que no aspiran a la transformación del mundo en uno de justicia, igualdad e inclusión. «No hay diálogo sin un profundo sentido de credibilidad, de fe, en la voluntad creadora del ser humano. No hay diálogo si no hay humildad, decía Freire, y la humildad es reconocer que la otra persona tiene algo que decir y aportar, algo que me ayuda a enriquecerme. No puede haber un diálogo que permita hacer y rehacer al otro y la otra, a quienes piensan diferente. No puede haber un diálogo cuando me siento superior y parte de un grupo de elegidas y elegidos que son portadores de la verdad, esté en el sector que esté y en el plano que esté. Como tampoco puede haberlo cuando me siento con la responsabilidad, de una élite, de dictar las pautas sobre el mundo, porque estoy en un sector privilegiado tocado por alguna gracia divina y por eso tengo una potestad sobre la realidad. No puede haber diálogo si me cierro a la contribución de los otros».

Dacal concluyó al explicar que el diálogo no es un objetivo de la política, sino un medio para hacer política y para construir espacios de colaboración. En este sentido, hizo un llamado a generar capacidad de comunicación y producción de la realidad que nos incluya a todos.

Los medios de comunicación estatales mirando al diálogo

El especialista en comunicación Alexei Padilla explicó que no puede existir el diálogo sin prerrequisitos fundamentales vinculados al propio acceso de las personas a ese proceso, al espacio donde va a acontecer, pero también los derechos que se les reconocen a esas personas.

Sobre el tratamiento de los medios de comunicación estatales a los integrantes del Movimiento San Isidro (MSI), a los participantes en la protesta pacífica del 27 de noviembre (27N), y a cualquier intelectual o artista que ejerza públicamente su derecho a la crítica, Padilla refirió que «alguien podría decir que lo que hace el noticiero nacional está acorde con los principios del periodismo, como la libertad de información y también el derecho de divulgar asuntos de interés público. Pero, ¿dónde está el problema? Está en el momento en que ese medio periodístico comienza, en el ejercicio de su función, a violar los derechos de las personas imputadas; por ejemplo, el derecho a la presunción de inocencia, al honor, a la intimidad y a la privacidad. Hablo de las acusaciones de mercenarismo, de trabajar a favor de un golpe blando, de recibir dinero de determinadas agencias del Gobierno de Estados Unidos… Entonces, el objetivo de estos juicios mediáticos, en cualquier contexto en que sucedan, es influenciar a la opinión pública a favor o en detrimento de los imputados sin esperar el pronunciamiento de los órganos de impartir justicia».

El especialista apuntó que los medios cubanos son estatales, al ser propiedad estatal; en cuanto a su función, son medios gubernamentales y partidarios. «Serían públicos si, como mínimo, reflejaran la diversidad y el pluralismo presente en la sociedad cubana. Eso explica que, después de todas estas alegaciones y acusaciones, las personas acusadas no tengan derecho a réplica. Si un medio de comunicación hace una acusación, tiene como deber ético y principio del periodismo darle a la parte imputada el derecho a pronunciarse al respecto de la imputación».

El comunicólogo opinó que existe una ausencia de los prerrequisitos para que el diálogo acontezca, a nivel institucional y social. «No significa que hay que paralizarse —advierte—, hay que seguir insistiendo en la posibilidad de diálogo, incluso entre nosotros mismos, en el que también veo mucha tirantez. Se le reclama al Estado cubano prácticas que a veces nosotros mismos no somos capaces de mantener, que son la tolerancia y el respeto».

Dos posturas desde el 27N: avances, retrocesos… ¿conciliación posible?

El dramaturgo Yunior García, integrante del 27N, dijo que ha observado un zigzagueo por parte de las instituciones. Por un lado, está el discurso de apertura, pero por otro, hay descalificaciones de miembros del grupo y ataques en los medios de comunicación y en las redes sociales.

«El grupo de los 30 (que entraron al Mincult el 27 de noviembre) no es homogéneo —aclara. ¿Por qué apuesto por un diálogo? Considero que las alternativas son el inmovilismo, el estatismo, que todo siga igual que antes; o la violencia. Ninguno de esos dos caminos a mí, como artista y como ciudadano, me interesan. El diálogo ha recibido muchísimas críticas y no hay una unidad de criterios con respecto a su legitimidad con el Gobierno cubano, sobre todo por parte de la comunidad cubana que vive en otros países y en particular en Estados Unidos. El diálogo de la manera en que lo estamos planteando nunca había ocurrido: nunca antes cubanos que pensaran de manera diametralmente opuesta habían tenido la oportunidad de sentarse a discutir en una mesa los problemas de la nación y a plantear soluciones».

Según García, para este proceso tiene que haber garantías de consenso entre cubanos que piensan distinto, en un contexto de crisis en Cuba, no solo económica, sino también de un modelo que no ha sabido actualizarse.

«El 27N fue la expresión de una insatisfacción cultural que había por parte de varios artistas, sobre todo de los jóvenes que trabajamos dentro de la cultura, que también refleja al resto de la sociedad, la cual debe estar implicada en ese debate y tiene derecho a participar o, por lo menos, a obtener información veraz. Lo que hemos visto con los medios de comunicación del Estado es que esa transparencia, ese derecho a darle voz al otro y a la réplica no existen, pues estamos siendo difamados».

Camila Lobón, artista perteneciente al 27N, se muestra escéptica ante la posibilidad de entendimiento, basada en la hostilidad que ha sufrido luego de los acontecimientos frente al Ministerio de Cultura. «He hecho el ejercicio de revisar la Declaración Universal de los Derechos Humanos y ver cuáles han sido violados en los últimos tiempos desde que he asumido una actitud de crítica y cuestionamiento al Estado cubano. De los 30 derechos, conté 18 que han sido violados por el Gobierno cubano y por la fuerza de la seguridad del Estado».

La artista narró que ha padecido tres actos de repudio, varias detenciones e interrogatorios, hostigamiento y acoso a su familia. También denunció que los han «desacreditado y colocado como un enemigo que responde a políticas injerencistas, cosa totalmente absurda». Camila considera que en Cuba no existe un Estado de derecho y que, por encima de la dignidad humana y la libertad de expresión, se ejerce la discriminación política.

«En este sentido, es complicado hablar de diálogo, porque se trata de ciudadanos que exigen derechos fundamentales frente a un Estado que no quiere reconocerlos y que cuando estos intentan ejercerlos de manera pacífica, por vías cívicas, legales, incluso a través del arte, son rápidamente hostigados y reprimidos. Es muy difícil hablar de diálogo cuando en Cuba no se respeta el derecho natural al disenso, el derecho que debe tener todo ciudadano a vivir con honestidad y ejercer su libertad de conciencia y de pensamiento. (…) Yo espero que esto algún día deje de ser una realidad en Cuba y que todos los cubanos entiendan la responsabilidad que tienen para solucionar esta situación».

Cuba «con todos y para el bien de todos»

Julio Antonio Fernández, moderador de esta primera mesa de debate de Articulación Plebeya, piensa que Cuba está en un momento decisivo en lo económico, político y social. Un momento de bisagra en la historia institucional del socialismo cubano en el cual deben tomarse medidas drásticas desde el punto de vista político y no solo reformas económicas; en el cual hay que avanzar hacia una democratización verdadera de la sociedad que vaya más allá de la participación y ponga en manos del pueblo la soberanía prometida, que no puede quedar en una consigna, en un lema o en la Constitución, sino que debe manifestarse en hechos, actos, elecciones, rendición de cuentas, revocación de mandatos y participación constante en las decisiones de nuestra vida.

«No puede haber socialismo sin democracia y no puede haber democracia fuera de un ambiente de justicia social de socialismo democrático. Debe respetarse la ciudadanía de los cubanos y cubanas que están fuera; tiene que dárseles derechos políticos y permitírseles participar en los destinos sociopolíticos y económicos más allá de su repatriación. Cuba debe hacer justicia en gran parte a ese faro de sueño que ilumina a América Latina, que mucha gente tiene como referencia todavía de nosotros, para actualizarse también como un país que levanta banderas progresistas.

»Las condiciones a cumplir para lograrlo tienen que ser luchar contra todas las formas de conservadurismo, contra el dogmatismo, el esquematismo, el verticalismo, la impunidad y la falta de transparencia al administrar justicia. Hay que luchar por que todos los derechos humanos se conquisten y el diálogo debe ser un instrumento constante. No puede haber democracia ni socialismo ni desarrollo sin diálogo».

 

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