La chimenea de un antiguo central azucarero del poblado avileño Velazco, que durante años se había desplomado poco a poco y puesto en peligro a quienes vivían en su vecindad, fue derribada a comienzos de octubre de 2023.
La construcción de 65 metros de altura era el último vestigio del ingenio Velazco, paralizado en 1929 a causa de caída de los precios del azúcar en el contexto de la Gran Depresión.
La compañía estadounidense dueña del Velazco y del cercano central Violeta decidió después de 1929 moler la caña de la zona en este último, más grande y eficiente. Al no contar con «competencia», el Violeta se convirtió en un coloso que luego de 1959 —rebautizado Primero de Enero— llegó a producir habitualmente más de 100 000 toneladas de azúcar por zafra.
En 1986 alcanzó su récord, 128 000 toneladas. Mucho ha llovido desde entonces. En la zafra de 2023, el Primero de Enero pasó un mes y medio paralizado por falta de combustible y apenas elaboró 4 014 toneladas de azúcar.
La decisión de echar a andar la industria se tomó después de que una rotura sacase de servicio al central Ciro Redondo, encargado del grueso de la cosecha provincial. Durante la zafra de 2024 tampoco se espera que el Primero de Enero fabrique azúcar, sino mieles.
Los malos tiempos que vive el central violeteño tienen un impacto directo en las condiciones del municipio, al igual que sucediera 90 años atrás en Velazco, cuando la paralización del ingenio sumió al batey en un marasmo solamente interrumpido por la reciente demolición.
Zafras más pequeñas implican menores ingresos para los trabajadores azucareros y sus familias; también, que los centrales dejen de prestar servicios que históricamente beneficiaban a las comunidades en las que se ubicaban (reparaciones diversas, traslados de mercancías y pasajeros y el suministro de agua). Toda esa situación bajo la amenaza del cierre definitivo de las fábricas, que desde la fallida Tarea Álvaro Reinoso se ha mantenido como posibilidad latente.
En circunstancias como las anteriores, no sorprende que muchos violeteños hayan decidido probar suerte en otros sitios. Han sido tantos, que el municipio cerró 2022, de acuerdo con la Oficina de Estadísticas e Información— con 5 646 habitantes menos de los que tenía en 2002. La pérdida del 20.2 % de su población ubica a Primero de Enero entre los municipios que han experimentado una sangría demográfica mayor. El negativo escalafón es encabezado por el camagüeyano Santa Cruz del Sur (que decreció un 23 % en cuanto al número de habitantes) y el villaclareño Cifuentes (-22.3 %). Los tres tienen en común su antigua tradición azucarera.
Menos población e inversiones
La contrastación del censo de 2002 y los datos demográficos del anuario de 2022 revela que el despoblamiento ha afectado con particular intensidad a 30 municipios de las provincias entre Matanzas y Holguín, que hasta finales del siglo pasado concentraban el grueso de las actividades relativas a la llamada «primera industria». Los territorios perdieron, en promedio, casi el 10 % de su población.
Además de en Santa Cruz del Sur, Cifuentes y Primero de Enero, en otros nueve municipios el padrón decreció entre el 11.2 % y el 18.2 %. No se trata solo de pequeñas comunidades, sino también de jurisdicciones presididas por municipios —Sagua la Grande (en Villa Clara), Amancio Rodríguez (Las Tunas) y Banes (Holguín)— que deberían servir como nodos regionales.
En el grupo de Facebook Francisqueños por el mundo, los miembros recuerdan con nostalgia el pitido del central varias veces al día, el olor a melaza, la vida del pueblo gracias a la molienda.
«Tuvimos que irnos de ahí porque aquello no tenía vida. Con la inactividad del ingenio se murió el pueblo», cuenta a elTOQUE Ángel Paredes, uno de los integrantes de ese grupo. «Algunos pudieron irse a las ciudades cabeceras de Camagüey y Las Tunas, pero otros se mudaron incluso a Guáimaro (a 44 km), porque al pasar por allí la carretera central tiene más vida que Amancio».
El censo de población y viviendas previsto para septiembre de 2023 hubiese aportado más elementos de juicio sobre el fenómeno migratorio entre el campo y la ciudad, pero las autoridades lo pospusieron hasta 2025. Alegaron que la postergación se debía a la compleja situación económica del país.
No obstante, al anunciar la decisión, el vicejefe de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, Juan Carlos Alfonso Fraga, anticipó que «la situación demográfica en Cuba es cada vez más alarmante, vinculada con un proceso de envejecimiento demográfico acelerado, además del decrecimiento de la población en edad laboral y del total de mujeres en edad reproductiva».
Las perspectivas son particularmente sombrías en las zonas rurales, en las que cada vez viven menos mujeres y más ancianos. Tampoco ayuda la postergación del desarrollo de la agricultura y de la industria azucarera.
En 2017, las actividades económicas recibían, en conjunto, el 8 % de las inversiones del Estado y el 5.6 % de los recursos destinados a construcción y montajes. Para 2022 ambas partidas se habían reducido al 3.2 y 3.1 %, respectivamente, y siguieron una tendencia decreciente que se profundizó con la Tarea Ordenamiento.
Rumbo a las ciudades y los polos turísticos
Mientras Primero de Enero se despoblaba, los municipios Morón y Ciego de Ávila registraron la tendencia contraria. Desde 2002, la llamada «Ciudad del Gallo» incrementó su población en un 16.2 % y la capital de la provincia en un 14.7 %. Fueron excepciones dentro de un territorio en el que siete de los diez municipios perdieron, en promedio, el 9.2 % de su población.
Entre 2002 y 2022, Ciego de Ávila fue de las pocas provincias cubanas que creció en el número de habitantes, pero la dinámica se concentró en lo que pudiera definirse su «eje central», los municipios Morón, Ciego de Ávila y Ciro Redondo, que se ubica entre ambos (allí, el padrón se elevó un 3.2 %).
Son las localidades relacionadas directamente con el polo turístico Jardines del Rey.
Desde 1993, cuando abrió el primer hotel en Cayo Coco, Ciego de Ávila experimentó una profunda transformación socioeconómica marcada por la pérdida de importancia de la agricultura y de la industria azucarera en favor del turismo. 30 años después, sus efectos son profundos, como lo ejemplificó el exministro de Economía y Planificación, José Luis Rodríguez, en una entrevista en enero de 2022: «los municipios [cubanos] con mayores diferencias salariales o de ingreso general están uno frente al otro en Ciego de Ávila: Morón y Bolivia. El de más alto ingreso está vinculado al desarrollo del turismo y el otro asociado con la agricultura cañera».
Bolivia se ubica al norte de Primero de Enero y también se pobló a impulsos de la actividad azucarera, fomentada en torno al central del mismo nombre que se decidió desmantelar en el marco de la Tarea Álvaro Reinoso. Fue el tiro de gracia para el municipio, que cuando comenzaba este siglo era el menos poblado y de menor densidad de habitantes de la provincia. Desde entonces vio marcharse al 9 % de sus residentes.
150 kilómetros al oeste, en Villa Clara, el trasvase de población también está signado por los cambios en la realidad económica. En la década de los ochenta, la provincia villaclareña al igual que Ciego de Ávila se contaba entre las pocas capaces de producir 1 millón de toneladas de azúcar por zafra. Al finalizar el siglo pasado también comenzó a apostar por el turismo, tras la construcción de un pedraplén que la unía con los cayos del norte. Sin embargo, a diferencia de la provincia de la Trocha, en territorio villaclareño existía un tejido industrial amplio y bien distribuido, una agricultura más diversificada y una mayor densidad de habitantes por kilómetro cuadrado.
Los antecedentes no han servido en el empeño de desarrollar y mantener la población villareña. De 2002 a la fecha Villa Clara sufrió el mayor decrecimiento demográfico del país (perdió el 6.5 % de sus residentes). Solamente Santa Clara (+4 %) y Caibarién (+6.7 %) cerraron el período con balances positivos; Caibarién —en particular— por la influencia del turismo. Los restantes 11 municipios han perdido, en promedio, el 12 % de su población.
Postergados
La migración a las ciudades desde las zonas rurales y desde los poblados se ha convertido en un problema para la economía cubana, coincidieron los invitados a una emisión del programa televisivo Cuadrando la caja. Sobre todo por la insuficiente mecanización de la agricultura, que obliga a depender de una fuerza de trabajo cada vez más escasa.
El sector agropecuario sigue siendo el principal empleador del país, con más de 994 000 trabajadores, pero apenas el 60 % está vinculado de manera directa con la producción, reconoció Adriana Ballester Hernández, directora de Personal del Ministerio de la Agricultura. El organismo y otros de la Administración Central del Estado intentan promover la permanencia de los hijos de campesinos en las zonas rurales y el traslado de familias desde centros urbanos; hasta ahora, sin éxitos apreciables.
Las dificultades para acceder a bienes y servicios, los problemas en los viales y el transporte y la búsqueda de mejores oportunidades de empleo sobresalen entre las causas que inciden en el despoblamiento rural, apuntó en el espacio la investigadora María Ofelia Rodríguez, del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana.
En septiembre de 2023, una comisión presentó al Consejo de Ministros varias propuestas para hacer frente a la problemática. Entre las recomendaciones está el otorgamiento de ayudas para la rehabilitación y construcción de viviendas; la entrega de incentivos a los profesionales que se radiquen en el campo; y la implementación de programas para el rescate de las comunidades que se levantaron 30 o 40 años atrás en antiguos polos de desarrollo agropecuario.
Son recomendaciones lógicas. Aunque para ponerlas en práctica se necesitan recursos que el Gobierno cubano no tiene cómo reunir, salvo que los obtuviera a través de la inversión extranjera o los desviara de otros sectores o destinos geográficos.
La segunda (entrega de incentivos a los profesionales que se radiquen en el campo) de las posibilidades se anticipa improbable. Tradicionalmente, La Habana y las capitales de provincia han recibido un trato de preferencia en la autorización de nuevas inversiones y mantenimientos constructivos. A La Habana se suele destinar entre el 50 y el 60 % de los fondos a nivel de país y a las capitales de provincia, una proporción equivalente dentro de los presupuestos de los territorios que presiden. En ocasiones, incluso, más. Entre 2017 y 2021 —el último año del que están disponibles estadísticas locales— el municipio de Ciego de Ávila se benefició del 73 % de las inversiones realizadas en la provincia. Mientras, varios municipios recibieron partidas virtualmente testimoniales.
«Quienes viven en el pueblo no son conscientes de su suerte. Empezando por los apagones, que son muchos menos, y terminando por la posibilidad de comprar en las mipymes, de primera mano, lo que a nosotros nos revenden a precios mucho mayores», le escuché a Yainé, una pobladora de «la costa», en el municipio camagüeyano de Vertientes.
Para llegar a esa zona es necesario viajar hasta la cabecera del municipio y desde allí tomar antiguas carreteras convertidas en terraplenes por cuenta de los años de uso y los malos mantenimientos. Son tierras ideales para el cultivo de arroz, que paulatinamente han ido despoblándose. No resulta difícil entender por qué, cuando se necesita medio día para viajar a la cabecera del municipio por un trámite cualquiera.
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