Cuba hasta 1989 fue uno de los principales exportadores de azúcar del mundo. Hoy, sin embargo, no dispone del recurso, ni siquiera para garantizar el consumo básico de su población.
La recién concluida zafra 2022-2023 aportó 350 000 toneladas, una cifra muy cercana a las 300 000 producidas en 1898 en plena Guerra de Independencia. Tal debacle fue reconocida por el director del Grupo Empresarial AzCuba, Julio García Pérez, a inicios de diciembre de 2023.
El dato confirma el retroceso de más de un siglo en la producción de azúcar, al convertirse en el peor monto de la historia reciente. Cuba pretendía producir en esta zafra 455 198 toneladas, lo que constituyó la meta más baja en un ciclo azucarero desde 1959. Aun así, solo se alcanzó el 77 % de lo planificado.
García Pérez afirmó en el programa televisivo Mesa Redonda que existen 1 400 000 hectáreas de tierras, de las cuales alrededor del 60 % se dedican al consumo de la caña y otro por ciento se encuentra vacío por las dificultades con la preparación de los suelos.
Entre las causas internas que afectaron la producción cañera señaló la falta de organización para enfrentar el delito y las ilegalidades, la quema excesiva de caña y los costos y problemas de calidad del azúcar. A su vez, los centrales cubanos tienen cerca de 100 años de explotación y algunos incluso 200, con un mantenimiento deficiente o casi nulo.
De acuerdo con el funcionario, los factores externos que contribuyeron al fracaso fueron el recrudecimiento del bloqueo económico-financiero del Gobierno de los Estados Unidos; la falta de combustibles y energía por períodos prolongados en etapas óptimas de madurez de la caña, de marzo a agosto, al recibir menos del 50 % de lo demandado; la garantía de solo el 18 % del financiamiento necesario en cantidad y oportunidad de los insumos para la producción; la fertilización (0 %); los herbicidas (12 %) y la situación climatológica.
Entre las problemáticas que mencionó se encuentran las bajas producciones y los desabastecimientos, asociados a la escasez de azúcar; lo que trajo como consecuencia que alcanzara un precio superior a los 150 CUP en el mercado informal. Según sus palabras, la quema excesiva de caña incidió en los costos y en problemas de calidad, «porque caña vieja y quemada afecta la producción de mieles, la calidad del azúcar y la coloración».
La escasez en la producción trajo como consecuencia que, en la canasta familiar normada de cuatro libras por persona, se distribuyera una libra menos en septiembre, octubre y noviembre, lo que representó unas 15 000 toneladas en total. A ello se añaden los continuos atrasos en su entrega a lo largo del año en diferentes zonas del país.
«El mal desempeño productivo provocó que dejáramos de entregar a la industria 30 000 toneladas de azúcar. No se aseguraron las exportaciones previstas ―afectando compromisos muy serios―, dejamos de aportar energía al Sistema Eléctrico Nacional y, de la fuerza laboral que operaba en los centrales, hubo una fluctuación de alrededor del 10 %», explicó García Pérez.
Crónica de una agonía anunciada
Desde el siglo XIX y hasta los años noventa del XX, la producción azucarera constituyó el principal rubro de la economía en Cuba. En la década 1850-1859 se produjeron como promedio 396 000 toneladas anuales (25 % de la producción mundial) para una población que no pasaba de 1.3 millones de habitantes, según el censo realizado en 1861.
Entre 1870 y 1879, en plena Guerra de los Diez años, se produjeron 696 000 toneladas como promedio; en 1894 Cuba alcanzó 1.1 millones de toneladas, que representó un tercio de todo el azúcar producido en el mundo ese año, y 2.7 millones de toneladas anuales entre 1910 y 1919.
En 1970 se llegó a producir el récord de 8.6 millones de toneladas de azúcar y durante la década de los años ochenta se mantuvieron los niveles productivos por encima de los ocho millones de toneladas.
Sin embargo, el presente siglo marcó el inicio de la crisis en el sector, con una disminución del rendimiento año tras año.
En 2002, cuando fueron cerrados 71 centrales de los 156 existentes, se reorientó la función de 25 de estos a la fabricación de derivados, se dio al traste con más de 100 000 plazas de trabajo y disminuyó la superficie de cultivo de dos millones a unas 750 000 hectáreas. Entre 2001 y 2006, Brasil exportó a Cuba 384 204 toneladas de azúcar, mientras que Colombia exportó 425 609 entre 2002 y 2006. Desde ese entonces hasta hoy, la producción cubana de azúcar ha llegado a representar menos del 1 % de la cuota mundial.
La considerable reducción de los suministros de fertilizantes, combustible, insumos y el atraso en la preparación de los centrales, los cuales no reciben el mantenimiento necesario, ha contribuido a la disminución de la producción azucarera. La cifra actual de toneladas producidas es cuatro veces menor que la de 2019, antes de la Tarea Ordenamiento y la pandemia de la COVID-19, cuando se obtuvieron 1.3 millones de toneladas de azúcar.
La cosecha de 2021-2022 cerró con 473 720 de las 911 000 toneladas proyectadas, cifra que representó solo un 52 % de lo planificado y no alcanzó ni para cubrir la demanda nacional —la cual oscila entre 600 000 y 700 000 toneladas anuales— ni para los compromisos de exportación ―de 411 000―. La ausencia de los insumos debido a la limitada disponibilidad de divisas para su importación acarreó una siembra mucho menor y un bajo rendimiento. Los cultivos solo pudieron cubrir el 37 % de las necesidades de fertilizantes y herbicidas.
A inicios de 2022 se anunciaba que la industria azucarera había emprendido el camino hacia su peor temporada, con una cosecha muy inferior al mínimo histórico de 2021, equivalente a 800 000 toneladas métricas de azúcar sin refinar; la cifra más baja desde 1908 y solo el 10 % de un máximo de 8 millones de toneladas producidas en 1989.
«El Gobierno tendrá que importar y tal vez recortar la cuota de azúcar de la ración mensual de alimentos. Las panaderías tendrán que luchar para hacer dulces», dijo en aquel entonces un experto en azúcar consultado por Reuters que declinó revelar su nombre. El entrevistado agregó que no se recuperaría el tonelaje perdido y que era probable que se retrasara más, debido a que los problemas del sector eran estructurales y de larga data.
En junio de 2022, el presidente Miguel Díaz-Canel reconoció en un taller con directivos, técnicos industriales y productores cañeros que desde 2012: «no se cumplen los planes (…) y cada zafra en los últimos años da menos producción de azúcar (…). Hemos llegado a un círculo vicioso. Queremos hacer más; queremos crecer, esa es la voluntad, pero cada vez tenemos menos caña y cada vez los centrales están más deteriorados».
La oscura realidad se hizo más patente a inicios de 2023, cuando Ángel Luis Ríos Riquenes, director general de Encadenamiento Productivo del Grupo Empresarial AzCuba, informó al diario Granma sobre el déficit de 95 000 toneladas contra lo previsto. Solo 23 centrales molieron caña en la zafra 2022-2023, 13 menos que en la campaña anterior. Es lo que resta de aquellos 156 que operaban antes de la reestructuración de 2002.
«La situación está asociada a problemas originados, entre otras cosas, por averías eléctricas y roturas de centrales. También ha faltado combustible y no se ha efectuado a tiempo la entrada de las piezas para medios de transporte y corte de caña, así como de gomas, baterías y otros recursos importantes del alistamiento de los centrales, lo que está relacionado con dificultades de financiamiento y con la vigencia de las medidas de ahogo económico del Gobierno de Estados Unidos», aseguró Ríos Riquenes.
El directivo agregó que también el sector azucarero sufría déficit de personal por el envejecimiento de la fuerza laboral, la carencia de fuerza calificada y la migración.
Una de las consecuencias palpables fue que en enero de 2023 cuatro provincias no pudieron terminar la distribución de azúcar, Artemisa, Matanzas, Pinar del Río y algunos municipios de La Habana; mientras que en febrero las entregas se cumplieron al 60 % con atrasos en Artemisa, La Habana, Mayabeque y Pinar del Río. Las causas fueron atribuidas a las roturas de turbogeneradores en los centrales «30 de Noviembre» y «Boris Luis Santa Coloma».
Cuando en abril de 2023 en el mercado mundial se disparaba el precio de la tonelada de azúcar y los expertos pronosticaban una gran demanda del recurso ―que se cotizaba en 773 euros la tonelada―, la cosecha cubana transitaba casi en 100 000 toneladas por debajo del plan previsto.
El abandono de la industria azucarera le ha costado a Cuba la privación de ganar miles de millones de dólares. Desde el año anterior el economista Pedro Monreal llamaba la atención sobre esta pérdida en la red social X: «Veinte años después de la “reestructuración” de la industria azucarera, la debacle productiva en que terminó aquello ha impedido aprovechar los altos precios actuales. Cada millón de toneladas dejado de exportar ha privado al país de ingresos por 430 millones de USD».
En junio de 2023 Cuba se vio obligada a gastar 30 241 dólares en compras de azúcar a Estados Unidos, según datos públicos del Departamento de Agricultura de la nación norteamericana (USDA, por sus siglas en inglés); un país que fue durante 160 años el mayor importador de azúcar cubana.
Dos meses después, un texto de OnCuba señalaba que el déficit de combustibles y la inestabilidad de los medios de transporte (debido a piezas de repuesto que no llegan en tiempo a Cuba) estaban afectando los cumplimientos de los planes de siembra y el suministro de la caña como materia prima principal de los ingenios azucareros.
En adición, los directivos de las marcas exportadoras de ron Havana Club, Ron Santiago y Ron Vigía expresaron en noviembre de 2023 su preocupación por la escasez de azúcar en la industria y el temor de que la producción de la bebida se viera mermada debido al fracaso de las últimas zafras. La industria farmacéutica también ha sido afectada, ya que se vale del derivado del azúcar para producir alcoholes nacionales.
«El país necesita azúcar y derivados, pero ahora no hay caña ni centrales, los terrenos se perdieron, desaparecieron instalaciones y casi se destruyó en pocos años una industria que tomó siglos levantar», apuntó el ingeniero agrónomo jubilado Ramón Escobar, quien trabajó en el desmantelado ingenio Camilo Cienfuegos, en Mayabeque.
A pesar de que el promedio mundial se encuentra entre las 69-76 toneladas de caña por hectárea, desde 2002 el promedio en Cuba oscila entre 24 y 41 toneladas, una diferencia abismal si se compara con las producciones de otras naciones latinoamericanas y africanas, como Perú, Guatemala y Colombia, que obtienen entre 93 y 120 toneladas de caña por hectárea; Brasil (entre 80 y 90); El Salvador (82); Honduras (70); México (75-85); Senegal (117), Malaui (107), Zambia (104), Chad (102), Burkina Faso (101) y Etiopía (99).
En este escenario, ¿cuáles son las perspectivas?
La producción azucarera cubana se destina fundamentalmente a la canasta familiar, el turismo, medicamentos, producciones industriales y la exportación, de ahí que la crisis en el sector implique una fuerte estocada en áreas clave de la economía.
A finales de diciembre de 2023, luego de reconocer el fracaso de las últimas contiendas, Julio García Pérez, director del Grupo Empresarial AzCuba, explicó que entre las principales estrategias para avanzar en el sector destaca la aprobación de un nuevo modelo de negocios, que permite obtener el 84 % de las divisas para comprar insumos para la caña, como herbicidas y fertilizantes.
También aseguró que en el mercado interno se aprovecharán las potencialidades de la economía para introducir a las empresas mixtas y exportadoras en la cadena de valor. Además, se proyecta elevar las áreas bajo sistemas de riego y pasar del 15 % actual al 32 %.
En cuanto a la inversión extranjera, dijo que existía una cartera de 16 productos encaminada principalmente a elevar la producción de la caña. Apuntó que se manejan negocios para la modernización de plantas eléctricas en los centrales y señaló los vínculos con los países del Brics, «que son productores azucareros tradicionales, y aportan al sector con tecnología moderna, principalmente india, brasileña y china». En el caso de Rusia, se anunció que apoyará la zafra junto a Bielorrusia con maquinaria y créditos.
La próxima zafra inicia con 23 centrales moliendo en diciembre de 2023 y otros dos que deben sumarse en enero y febrero de 2024, cuando finalice la reparación de sus maquinarias. Con ese plan, el directivo asegura que se espera garantizar el azúcar necesario para la economía y los alcoholes y aguardientes para el país; además de sembrar 90 hectáreas de la gramínea, una cifra superior a la de contiendas anteriores.
Desde una visión triunfalista, el funcionario apuntó: «Esperamos una zafra superior a la precedente, con capacidad para asegurar la demanda de la economía y destinar una parte de la exportación. Será una zafra corta pero eficiente, en la que debemos colocar al trabajador como centro de la atención».
Sin embargo, a finales de noviembre un artículo del periódico Granma anunció que peligraba la arrancada en tiempo del Central «Ciro Redondo» debido al trabajo que faltaba por realizar para garantizar la sincronización entre este y la bioeléctrica aledaña el próximo 22 de diciembre. El medio oficialista apuntaba que seguían sumándose dudas de cara a la temporada 2023-2024, «campaña que transcurrirá en un escenario muy tenso».
Si el ingenio más moderno del país no logra arrancar en el momento señalado, peligrará el cumplimiento de la zafra, prevista para 86 días de actividad, en los que se proyecta fabricar poco más de 34 000 toneladas de azúcar. El texto de Granma subraya que desde hace cuatro años el Ciro Redondo ha incumplido los compromisos por su proceso inversionista, superior a los cien millones de pesos, y por no acabar de «matrimoniarse» con la bioeléctrica, que también ha tenido frecuentes tropiezos, el más actual, vibraciones en el rotor del generador.
En un análisis sobre las medidas anunciadas por los directivos de AzCuba para reanimar el sector, el economista Armando Nova consideró «casi nulos» los incentivos actuales. «El elevado grado de obsolescencia de la agroindustria requiere importantes montos de capital para su recuperación, modernización y encadenamientos», afirmó.
El experto considera que junto a la inversión extranjera es necesario adicionar estímulos «en cuanto al retorno del capital invertido o a invertir, la posibilidad de crear empresas mixtas e inclusive con participación de 100 % de capital externo»; crear incentivos directos para los productores nacionales de pagos en divisa por la producción final, tanto de azúcar como de derivados, a la vez que fomentar la participación de pequeñas y medianas empresas cubanas en los servicios tecnológicos y como parte del encadenamiento productivo.
También recomendó transformar el modelo de gestión económico-productivo por uno nuevo que parta desde el territorio y valorar con urgencia «las ventajas de la agroecología —que implica reducir al mínimo o eliminar totalmente la dependencia de los insumos agroquímicos—, así como de la agricultura de precisión, en busca del ahorro de insumos y recursos».
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