Allí estaba, un vestido rosa pastel, ideal para el regalo que buscaba. Pregunté a una señora, sentada frente al stand de ropa, cuántos días había demorado en coserlo. Sonriente me dijo: “No soy yo la que cose esta ropa, solo ayudo a venderla”. La creadora de los juveniles y frescos diseños era una joven, sentada en ese momento al otro lado de la tienda.
Autor: Enrique Torres
“Cuando estoy estresada me siento a coser. Lo hago sin parar, ¡y no te imaginas cuánto me relaja eso!”, cuenta si le preguntas Yamilé Menéndez, una de las pocas jóvenes dedicadas en Cuba a la costura, un oficio ya casi exclusivo de “las abuelas”.
“Adoro coser vestidos, son mi especialidad. Yo misma los corto y los compongo en la máquina. Me enfoco en la ropa para mujeres jóvenes, son mi clientela básica. La ropa de hombre es más difícil de hacer y menos motivadora para mí.
“Soy Licenciada en Cultura Física, nada que ver con coser ropa. Realmente no pasé ningún curso, pero desde niña me gustaba coser. Mi tía sí es costurera y trabaja en un taller, quizás tenerla cerca hizo que me gustara el oficio.”
Según esta joven, lo difícil de coser en estos tiempos es la materia prima. “No quiero recordar cuando comencé, porque no conocía a nadie que viajara al extranjero, y aquí escasea mucho la tela, o cuesta cara. Poco a poco he ido relacionándome y a veces encargo al exterior no solo la tela, sino también las cintas.”
Yamilé me cuenta que el hilo es muy difícil de conseguir. “A veces lo sacan en las tiendas de productos industriales más barato. Si no lo hay en Santa Clara, lo busco en otras provincias. Ya uno va conociendo gente. Me llaman de otros lugares y avisan.”
“En cuanto a la tela, si te fijas, en estos momentos no tengo nada de bambula, un tejido muy de moda, pan caliente cuando lo sacas, muy elegante y fresco. En La Habana es donde ocasionalmente sacaban y yo iba a buscar, pero ya ni allí hay.
“Es contradictorio, porque este es un país tropical y se supone que ese tipo de tela se comercialice más por su frescura, pero no es así.”
Esta muchacha no solo cose, también diseña sus propios modelos, ligeros, sobrios, modernos y —sobre todo— acordes a las exigencias de las jóvenes que buscan exclusividad. Los saca de alguna revista, de las muchachas que ve en la calle, de su imaginación y “hasta de los sueños”, me confiesa.
“Me gusta inventar. Tengo dos niños y coso parte de su ropa, la creo yo misma. Me siento a la máquina y libero tensiones, a la vez me gano la vida y practico un hobby. Lo más difícil para mí no es concebir el modelo sino cortar la pieza.”
Antes de dedicarse por completo a coser ropa y venderla, Yamilé Menéndez trabajó en una dependencia del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) en Santa Clara. Fue incluso subdirectora de un Combinado Deportivo. Para seguir en el mundo de la actividad física y poder sostener a su familia, Yamilé no tenía muchas opciones en este país.
“Tenía dos alternativas, una de ellas salir de misión al extranjero como entrenadora deportiva”.
Al mismo tiempo agrega: “Me lo propusieron tres veces, pero no me decidí a alejarme dos años de mis hijos. Preferí montar mi propio negocio antes de separarme de mis hijos”.
Y la segunda alternativa salta a la vista de este diálogo entre modelos de ropas para mujeres, allí donde encuentran algún diseño de moda y barato, las jóvenes de Santa Clara. “Podía explotar mi vocación de costurera, y eso fue lo que hice. Aquí estoy”, confirma Yamilé.
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