Ilustración: Wimar Verdecia.

Ilustración: Wimar Verdecia.

Un socio

25 / mayo / 2019

Era un muchacho al que yo conocía de toda la vida, de verlo en fiestas, de esas partidas de dominó nocturnas que todavía se arman en mi cuadra. Era dos o tres años mayor que yo, le decían El Chulo. No sé su nombre, no sé exactamente cuál es su casa.

Era el guapo del barrio. Los más chiquitos le tenían miedo y los más grandes, respeto. Una vez, por asunticos de novias, uno de la secundaria me dio un trompón, se me encaramó arriba y me partió la nariz. Seguía dándome. Yo estaba desmigajado en el piso, medio muerto, a unas cuadras de mi casa. Él pasaba y me lo sacó de encima. Lo agarró por los hombros y se le encaró. El otro salió corriendo. El Chulo no me ayudó a levantarme, siguió —llegué a mi casa como pude. Después de eso me pedía cigarros. Alguna vez me dijo que era mi fan porque yo hacía canciones y tenía fotos con Los Aldeanos y cantaba en algunas peñas de rap. El rap estaba de moda. Creo que a él también le dio por hacer música. Cuando entré a La Lenin le perdí el rastro: dejé de ir a fiestas y de jugar dominó y de hacer todo lo que tuviera que ver con el barrio. Me pasaba los fines de semana trancado en mi cuarto, durmiendo y leyendo. Dejé de hacer canciones y me mudé.

Aldeano yo

Hace par de semanas nos encontramos en una parada. Le di un cigarro. “Todo bien, tú sabes”, diez minutos hasta que llegó el ómnibus. Subimos por la última puerta y nos quedamos allí, comprimidos. Una cantidad de gente espeluznante, mucho calor. Me puse los audífonos. El Chulo estaba justo al lado mío y al lado de él, una mujer de unos 60 años —collares de santo, pañuelo a la cabeza— que se había abierto paso desde el acordeón. Traía una cartera bastante grande colgada de un hombro. Traté de no mirar pero no pude mientras El Chulo corría suavemente el zíper a la cartera de aquella mujer. Terminó de abrirla y sacó la mano, aprovechó un frenazo, tropezó con ella, pidió disculpas. La mujer apretaba la cartera y se aguantaba del tubo. Él deslizó la mano y rebuscó dentro, no miraba a nadie, concentrado. Traté de no mirarlo. Tuve miedo de que lo descubrieran y luego sentí pena por la mujer. Después sentí parálisis.

Hubiera sido bueno, en todo caso, que la mujer lo viera, que gritara, que la gente lo magullara un poco; o no, porque entonces hubiera tenido que sacarle de encima los trompones, que recibir algunos a nombre de él —haberme vuelto cómplice— o que, sencillamente, virar la cara. Él sacó el monedero y se lo guardó debajo del pulóver. Hubiera sido mejor no haberlo visto. Bajé en cualquier parada, tembloroso. Prendí un cigarro. Seguí caminando sin saber a dónde ir.

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Wendy

No se que hubiera hecho en ese caso. La verdad que no se
Wendy

Wendy

Me has dejado pensando jajaja
Wendy

.com

En serioo?? Y si esa señora con collares de Santo y pañuelo hubiera sido tu abuela!!! Todos sabemos el trabajo que pasa uno en este país para buscarse 10 pesos. Baff mala historia no me gusta. Le tenías q haber tenido miedo al Chulo ese para no hacer nada…
.com

Masojo

Ni chulo ni socio es un delincuente, cuando lo vas a denunciar.
Masojo

Narya

Es la segunda historia que leo sobre presenciar un delito y no hacer nada. Es muy desagradable.
El Toque empezó muy bien, brindando un espacio a esa información que la oficialidad esconde, sin embargo, últimamente ha caído en bajezas de este tipo. Por personas como usted, es que no podemos avanzar, en el momento que tienen que actuar no hacen nada y cuando deben callar, ahí es cuando hablan. ¡Que decepción!
Narya

Psiquis

Me quede estupefacto.Con que objetivo escribistes esto. Cargo de conciencia?Es la historia mas horrible que he leído aquí.Creeme que no entendí nada,por donde quiera que la miro no logro sacar ni el mas mínimo beneficio. Perdona pero no puedo decir otra cosa,supongo que no fue tu mejor día para escribir.
Psiquis

Psiquis

Narya comparto tu comentario.
Psiquis

Geo

Naira tiene razón
Geo

Dayan Luis

Al chulo ese lo cojo en esa gracia y lo desmayo hay mismo
Dayan Luis

Dariel

Yo no entiendo nada socio, con lo guapo que eres para algunas cosas y de pronto te bajas con estos números de complicidad cobarde. Me da la impresion de que lo escribes como auto escarmiento. Igual te leo siempre y me gustan mucho casi todos tus trabajos
Dariel

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