Un par de días atrás, Daniel y Emma jugaban juntos mientras armaban un castillo con piezas de colores e imanes. De repente, Emma rompió el castillo y comenzó a llorar. De inmediato, su hermano mayor comenzó a tranquilizarla y a explicarle que podían armarlo de nuevo.
«Azul como la playa, verde como las maticas, rojo como el tomate y los bomberos», así Daniel le fue explicando a su hermanita los colores de cada pieza y volvió a construirle el castillo con paciencia y esa sabiduría tan propia de los niños que muchas veces pasamos por alto.
Me quedé sorprendida al ver cómo juntos solucionaban el problema y con la capacidad que han desarrollado para compartir experiencias y aprender uno del otro, a pesar de ser todavía muy pequeños.
El aprendizaje compartido entre hermanos es una experiencia enriquecedora que teje un lazo mágico entre ellos. La oportunidad de explorar el mundo juntos, de unir fuerzas para descubrir y maravillarse al unísono es un regalo invaluable que los hermanos pueden compartir. El viaje de descubrimiento no solo nutre sus mentes curiosas, sino que también establece un vínculo especial que perdurará a lo largo de los años.
La magia de aprender juntos desde las fortalezas individuales
En el mundo de la crianza, las dinámicas entre hermanos pueden ser tan diversas como fascinantes. Entre risas y juegos también existe un potencial profundo para el aprendizaje compartido.
No solo se transmiten conocimientos, sino también valores fundamentales —paciencia, respeto y apoyo mutuo—. Cuando un hermano comparte su conocimiento y experiencia con el otro se establece una dinámica única de enseñanza y aprendizaje que trasciende los roles tradicionales y construye una relación más profunda.
Un hermano mayor que enseña a su hermano menor a andar en bicicleta no solo transmite la habilidad en sí, sino la confianza y el aliento, que van de la mano con cada pedaleo.
Se trata de la construcción de recuerdos, de las risas compartidas ante los desafíos superados y de los momentos de asombro conjuntos frente al mundo que se les revela. Cada interacción de enseñanza y aprendizaje se convierte en un ladrillo que erige una relación profunda y duradera.
El papel de los padres en el aprendizaje compartido entre hermanos
Cada niño es una joya única con un brillo propio. Como padres, tenemos la tarea de reconocer y desarrollar las fortalezas individuales para cultivar el potencial de cada uno.
Al identificar lo que cada hermano disfruta y en lo que sobresale, los padres podemos guiarlos hacia actividades de aprendizaje que se alineen con sus intereses personales; lo cual promueve el desarrollo individual y establece las bases para una colaboración enriquecedora entre hermanos.
Fomentar el aprendizaje compartido comienza por identificar cualidades e intereses específicos. Puede que un niño tenga amor por los números, mientras que el otro se sienta atraído por las palabras y las historias. Las diferencias pueden ser la base para un intercambio valioso.
En lugar de homogeneizar a los hermanos bajo igual sombrilla de aprendizaje, el enfoque en sus fortalezas individuales puede dar lugar a un descubrimiento enriquecedor. Al nutrir la colaboración y proporcionar el apoyo necesario permitimos que nuestros hijos desarrollen conocimientos y habilidades de comunicación, empatía y trabajo en equipo.
El enfoque alimenta su desarrollo personal y establece los cimientos para una colaboración que trasciende lo convencional. El aprendizaje compartido se convierte en una aventura enriquecedora que fortalece los lazos familiares y prepara el terreno para un crecimiento personal y fraternal duradero.
Algunas sugerencias para impulsar el aprendizaje conjunto entre hermanos
1. Cultivar un entorno de colaboración.
Es necesario establecer un tono de colaboración y respeto que aliente a nuestros hijos a compartir sus conocimientos y aprender juntos. Celebrar los éxitos de cada niño y reconocer sus esfuerzos individuales robustece la idea de que todos tienen algo valioso que aportar.
Por ejemplo, podemos alentar al hermano mayor para que le enseñe a su hermano menor cómo abordar rompecabezas más desafiantes, y permitir que este último desarrolle habilidades de resolución de problemas y pensamiento crítico. A su vez, el hermano menor, por ejemplo, puede compartir su pasión por la naturaleza durante alguna excursión.
2. Identificar oportunidades de aprendizaje.
Como padres, podemos identificar oportunidades naturales para el aprendizaje compartido en la vida cotidiana (desde cocinar en equipo hasta resolver problemas juntos). Esos momentos brindan espacios para que los hermanos aprendan mutuamente.
A medida que comparten sus experiencias y conocimientos se crean puentes entre sus mundos individuales y se forja una conexión más profunda basada en el respeto mutuo y la admiración.
3. Apoyar la comunicación abierta.
Fomentar una comunicación abierta y respetuosa entre los hermanos es esencial. Debemos alentarlos para que expresen sus ideas y pregunten sin temor a los juicios. Lo anterior crea un ambiente en el cual el aprendizaje fluye de manera natural.
4. Crear rutinas de aprendizaje.
Establecer rutinas que involucren el aprendizaje compartido puede ser muy efectivo. Por ejemplo, dedicar tiempo cada semana para que los hermanos trabajen juntos en proyectos, actividades educativas o simplemente compartan lo que han aprendido.
En nuestro caso, todos los días intentamos hacer actividades para que Daniel y Emma experimenten y aprendan según sus necesidades cognitivas; le permitimos, además, un espacio personal para que cada uno desarrolle sus habilidades. Lo mismo hacemos un volcán, que un castillo o un cono de helado con algodón. Cada experiencia enriquece el desarrollo de los niños y también nuestro rol como padres.
5. Promover un ambiente de aprendizaje activo.
Debemos fomentar un ambiente de aprendizaje activo en el que los más pequeños se sientan libres de explorar, cuestionar y experimentar; lo cual les da la confianza para aprender y enseñar en un entorno sin presiones.
Se pueden recrear los juegos de roles para que los hermanos exploren temas y conceptos complejos a través de la imaginación. Uno puede ser el científico y el otro el astronauta, sumergiéndose en un viaje educativo lleno de posibilidades.
6. Proporcionar recursos y material educativo.
Los padres podemos ofrecer libros, juegos y recursos educativos que sean apropiados para ambos hermanos. También podemos darles cartulinas, papeles de colores y cajas de cartón para que construyan sus artefactos mágicos. Los materiales pueden servir como punto de partida para el aprendizaje compartido y enriquecer su experiencia conjunta.
7. Celebrar el progreso conjunto.
Reconocer y celebrar los logros que los hermanos alcanzan juntos refuerza la idea de que el trabajo en equipo y el aprendizaje compartido son valiosos; lo que también fortalece su conexión y la confianza en su capacidad para superar desafíos juntos.
La enseñanza y el aprendizaje se convierten en un juego armónico, en el que cada uno aporta sus habilidades únicas. En lugar de competir, los hermanos aprenden a celebrar y complementar las capacidades del otro. La experiencia enriquece su crecimiento individual y construye un lazo fraternal que durará toda la vida.
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Annie Delgado Neto