1. ¿Qué es y qué no es revender?
Revender, según la etimología de la palabra, significa «volver a vender», algo que solo es posible si ocurren dos operaciones: comprar (1) y vender lo comprado (2). Por muy simple que parezca, la distinción es importante. Describir lo que ocurre entre 1 y 2 marcó el inicio de la Economía como ciencia moderna.
Según esta ciencia, la creación de valor ocurre entre 1 y 2, ya sea, por ejemplo, por comprar un pedazo de madera y uno de metal y convertirlo en un rastrillo, o porque un jabón en una tienda se «mueva» hasta la puerta de la casa de un posible comprador. Si entre 1 y 2 no se añade valor (valorizar), el nombre de lo que ocurre conduce al comienzo, revender.
Una definición un poco más seria de revender podría ser: comprar algo y luego venderlo sin añadir valor; a esto es posible agregar que, si de vender se trata, revender y valorizar son antónimos.
2. ¿Revender es un emprendimiento?
Para que revender sea una actividad lucrativa, 2 debe hacerse por un precio mayor que 1, o lo que es lo mismo, se tiene que comprar para vender más caro. Por lo tanto, esa es la única forma de que alguien, estrictamente hablando, se «gane el pan» como revendedor, y es lo que define ese «oficio» o modo de sustento.
Hay consumidores/clientes que están dispuestos a pagar un poco más por un bien o servicio, siempre que ese aumento del precio se acompañe de un elemento que facilite o mejore la actividad de la compra (ahorrar tiempo en encontrar el producto o en ir a la tienda, mayor garantía de calidad, hacer más agradable la experiencia de compra y un casi inacabado etcétera). Es decir, cuando los consumidores/clientes pagan más, pagan un valor añadido que al menos creen que tiene su compra. El consumidor no está dispuesto a pagar más si no le ve beneficio (valor adicional) a hacerlo.
Imaginemos que A vende un producto a B; luego B lo vende exactamente al lado de A en un 20 % por encima del precio en que lo compró, pero sin reportar ningún beneficio adicional a su comprador. Lo normal, por tanto, es que todos los clientes acudan a A. En tal caso, la única forma de que B venda a ese precio, y sin añadir valor, es que engañe a los consumidores haciéndoles creer que sí añadió valor. Tal vez el consumidor que se cree listo piense que comprando el producto a B se llevará una mejor compra, pero a la larga terminará por descubrir que está pagando de más en vano. El consumidor promedio —en su mayoría, un asalariado que trabaja mucho por el dinero que recibe— no está dispuesto a pagar más porque sí.
Tener el negocio de revender —que es solo posible a base de engaño al consumidor— es una práctica no sostenible en el tiempo. Por eso es poco probable que un negocio triunfe solo a través de la reventa. Suponiendo que exista, muy pocas actividades económicas que se sostengan pueden considerarse una reventa.
Las formas concretas de la reventa son, por ejemplo, volver a vender una entrada que no se usará, una ropa que dejó de gustar, un cacharro en desuso, etcétera. Puede considerarse, por ejemplo, una fuente alternativa de ingresos, una forma contrahegemónica de relacionarse con el mercado, una variante para cuidar el medioambiente y combatir el consumismo, pero nunca una fuente para cubrir gastos mensuales.
3. ¿Cómo se añade valor a un producto que escasea en Cuba?
Como consecuencia de la escasez, ir de compras en Cuba supone hacer unos gastos que, dada su naturaleza, podemos llamar costos de escasez. Están esencialmente asociados a:
- Encontrar la tienda que tiene lo que se busca (tiempo gastado o recursos empleados en transportación).
- Hacer la cola en la tienda (tiempo).
El primero se traduce en el costo de localizar o rastrear la compra —como un cazador—. El segundo es el costo de, una vez encontrado el lugar, lograr comprar —como cuando el cazador puede atacar a su presa—.
Así, imaginemos a Omar, que prefiere pagar con dinero a Luis —llamémosle hacedor de compra, aunque en realidad es un cazador/hacedor de colas— para que él compre. Omar considera que el hecho de poder acceder al bien es un valor agregado, en tanto no tiene que ir a comprar, que es como ir a cazar. Por su parte, Luis le cobrará por el producto final el costo del bien obtenido en la tienda, el costo de la escasez y un margen de ganancia que le aplica.
Con ello, Omar tiene un ahorro de tiempo para descansar o trabajar en función de ganar el dinero que le permite, entre otras cosas, costear el precio de la escasez, lo que constituye el verdadero valor agregado: no malgastar el tiempo propio.
Como resultado, se tiene que el costo de la escasez en términos de tiempo lo paga Omar con dinero, mientras Luis pone su tiempo en venta para tener una ganancia —como si fuera una ganancia— con lo que Omar está dispuesto a pagar. Luis solo brinda un servicio que Omar necesita. Luis es el mensajero/mandadero en tiempos de escasez.
La Economía Política al uso diría que Omar compra la capacidad de Luis de hacer colas para apropiarse del resultado: el producto comprado en la cola. Por ello, Luis obtiene lo necesario para reponer sus energías y vivir. Luis es solo el nuevo obrero que produce la escasez.
4. ¿Cuál es el valor agregado que tienen los productos en condiciones de escasez?
No siempre se tiene el tiempo o se quiere pagar por los costos de la escasez con tiempo personal. Sin embargo, algunas personas sí pueden pagar los costos en términos monetarios y, además, están dispuestas a hacerlo. En efecto, en el pueblo hay muchos Omar. Todos ellos forman el nicho de mercado.
Una vieja ley dice que toda demanda crea su propia oferta, porque la demanda estimula que alguien haga aquello por lo que otro está dispuesto a pagar. Y es que todos los Omar saben que encontrarán a su Luis, quienes estarán dispuestos a cubrir el costo de la escasez con el sacrificio de su tiempo personal —dígase ir de cacería para obtener alguna ganancia por ello—. Los Luis, por su parte, también saben que existen los Omar.
5. ¿El hacedor de colas se aprovecha de la escasez para vender más caro?
Mientras más escasez hay, más trabajo se pasa para comprar en las tiendas. Si hay más demanda relativa, aumentan los costos adicionales para comprar. Por tanto, mayor es el costo de la escasez. Este ciclo hace que Luis transfiera a su precio final el aumento de sus costos de escasez, ya sean directos o indirectos. Luis también podría subir mucho su precio y engañar, pero es sabido que esto solo durará poco tiempo. Por eso, los altos precios sostenidos en contextos de escasez, incluso sus aumentos estabilizados, son la medida monetaria de la escasez, y no de una conspiración de muchos Luis.
6. ¿Y si nadie se dedica a ser hacedor de colas?
Aunque Luis no vaya a la tienda a hacer compras, la oferta de mercado no va a aumentar. La escasez, por tanto, será la misma. Si Luis no va a comprar, se mantienen las colas y los costos de la escasez. La presencia de hacedores de colas no condiciona la escasez. La diferencia será que, en lugar de comprar Omar (mediante Luis), otro ciudadano comprará para su autoconsumo; pero solamente podrán comprar los ciudadanos que dispongan del tiempo para hacerlo. Así, si desaparece Luis, la escasez únicamente podrá ser costeada con tiempo propio (para el que lo tenga).
7. ¿De qué son culpables los que se dedican a hacer colas?
No son culpables de nada. Si hubiera suficiente para todos, quien hoy no tiene tiempo ni dinero para costear la escasez podría simplemente ir a la tienda a hacer su compra, dado que se reduciría significativamente el costo de la escasez en términos de tiempo. La reducción tendría su correlato en la expresión monetaria del costo de la escasez. Con ello, los que aún con oferta suficiente no pueden comprar por falta de tiempo se podrían costear que un Luis les haga la compra (sobre todo porque el nuevo precio del servicio no tendría costos de escasez incluidos).
Por tanto, si la magnitud de la escasez es lo que determina la magnitud del costo adicional de la compra, la escasez es la responsable de los altos precios, no los hacedores de compras/colas.
8. ¿Tienen que desaparecer los hacedores de compras?
Aun con oferta suficiente y tiempo disponible, Omar prefiere pagar para ahorrarse ir a la tienda. En el pueblo siempre habrá muchos Omar. La oferta abundante crea un nuevo problema, elegir. Para un cubano sería un problema mayor —hace décadas no elegimos demasiado—. En ese contexto, un hacedor de compras, en vez de encontrar lo perdido en las tiendas, ayuda a su cliente a localizar lo que busca entre lo mucho que hay. Aunque esos hacedores de colas son más finos y emplean nombres más sofisticados, agentes de alquiler o asesores de ubicación. Por tanto, los hacedores de compras ni siquiera son algo anclado a la escasez, sino un resultado de la complejidad del universo mismo del mercado.
9. ¿Los hacedores de colas en Cuba son revendedores?
El rudimentario hacedor de colas, que vende algo que compró en la tienda luego de horas de cola, que le vende a un cliente fijo o que sale luego a buscar a quién venderle o que incluso lo hace en algún portal bajo una licencia de cuentapropista o pyme, no es un revendedor. A ese comercial en tiempos de escasez, a ese obrero del modo escasista de producir podemos llamarle proveedor en la era de la continuidad o comerciante en el Período Especial Prolongado, o dealer en tiempos de resistencia creativa.
10. ¿Qué son aquellos que roban en alguna empresa o institución para luego revender?
Si no compraron lo que venden, le añadan o no valor, no pueden ser revendedores. Son ladrones.
Historias al oído trae los mejores textos de elTOQUE narrados en la voz del locutor cubano Luis Miguel Cruz "El Lucho". Dirigido especialmente a nuestra comunidad de usuarios con discapacidad visual y a todas las personas que disfrutan de la narración.
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