Foto: Luis Carlos Díaz / Flickr.
El arte de la resistencia. Venezuela honra a James C. Scott
23 / julio / 2024
Demagógico y aclamado en unos sitios, brutal y odiado en otros, el poder sin frenos del hombre providencial, de la idea absoluta y del aparato desalmado nos asedia. En mi caso, siento que me persigue. «Vengo del futuro», solía decir de broma cruel a amigos no cubanos. Luego de que he vivido la tragedia venezolana y el arranque del populismo mexicano, convencido de que la frase invoca un maleficio —personal o colectivo—, no la repito tanto. Tristeza, desencanto y perplejidad son sentimientos que se apoderan de mis pares, allí donde la libertad ha sido desterrada por la fuerza de las armas o bajo el mandato de la servidumbre voluntaria.
Pero en los tiempos que corren —y los que se avecinan— hay mucha gente comprometida en el mundo con levantar la esperanza, con intentar nuevos modos de vivir sin claudicar. Al final, algo nos hace esencialmente humanos, allende de la razón fría y de la fuerza bruta. Las Escrituras lo llaman «albedrío», la Sociología «agencia» y yo prefiero llamarlo «libertad».
Sobre los modos en que la gente resiste escribió el profesor James C. Scott (1936-2024), referente mundial en el estudio de las múltiples formas de resistencia y rebelión de los dominados. Un convencido del «poder de los sin poder» para gestionar inteligentemente sus vidas, sin tutela ni explotación inevitables. Scott falleció esta semana y dejó una obra comprometida con la ciencia y acción políticas de los oprimidos.
Conocí su trabajo de la mano de Alberto Olvera, cuando analizaba protestas contra regímenes autoritarios para mi tesis doctoral. Encontrarlo fue, como con Charles Tilly, una revelación para comprender los movimientos sociales y su efecto en la liberación colectiva. Para casos como el venezolano, en los que oleadas de protesta social y represión estatal se suceden por casi un cuarto de siglo, Scott tiene muchas lecciones sobre las resistencias profundas de los pueblos.
Scott era tan exigente con el rigor teórico y metodológico como curioso y creativo en sus pesquisas. Incitaba a los demás a seguir la senda. Como dijo en su famosa entrevista con Richard Snyder «estás haciendo bien Ciencia Política, no solo cuando aplicas un cuestionario o lees un libro. El mundo de la política está a tu alrededor todo el tiempo, incluso en las novelas. Y si estás haciendo bien la Ciencia Política, lo estás haciendo todo el tiempo, preguntando constantemente por qué sucede esto y aquello».
Hace pocos meses, en un texto que podríamos considerar su testamento intelectual, Scott señaló: «Deberíamos tener una lente más amplia que abarque todas las actividades de resistencia y subversión que sean culturales, lúdicas y casi ocultas, y que también involucren la política en su sentido más importante». Para rematar: «Cualquier explicación de por qué las personas hacen lo que hacen, que no tenga en cuenta lo que creen que están haciendo, ni siquiera merece ser llamada Ciencia Social».
Aprender de la realidad que nos rodea, alejarse de la soberbia intelectual, apostar por la agencia y destino de los de abajo. Lecciones que deberían aprender lojanalistas que disfrazan su cinismo de sofisticación, su acomodo al statu quo de realismo y su divorcio del clamor popular en pro de un cambio urgente de «visión humanitaria».
Creo mucho en el pueblo venezolano, al que he denominado —por su capacidad para la resistencia antiautoritaria— «los polacos del Caribe». Hace justo una década escribí al respecto: «conviene recordar que el sector democrático de la ciudadanía venezolana ha logrado detener durante 15 años la marcha de un proyecto de dominación cuyos precedentes (en Rusia, China, Cuba) fueron los de la supresión —y sujeción estatal— de toda forma políticamente relevante de autonomía social, en lapsos que promediaron los tres a cinco años».
Desde entonces, con cada ciclo de movilización, elección y represión, la pugna entre gente y poder se actualiza. Deja un saldo terrible para una nación herida por la diáspora y la violencia. Herida, pero no inerte. Herida, pero alzada, desde hace meses, en una nueva gesta por la reconstrucción y el regreso de los que se fueron.
En mil rincones de la roca azul llamada Tierra, la gente común traduce, sin saberlo, las ideas de James C. Scott en actos cotidianos de resistencia y esperanza. En tierra venezolana, desde Mérida a Maracaibo, de Barinas a Barquisimeto, donde millones de hombres y mujeres desafían el terror para poner fin, voto mediante, a una tiranía impopular. No encuentro un modo más hermoso y perdurable de honrar una vida y un legado.
Hasta siempre, profesor Scott, desde la duda, el diálogo y la resistencia que definen la existencia de personas y comunidades libres. Libertad en acción, que vemos en Venezuela desde hace meses y que alcanzará un nuevo hito tras la jornada del próximo 28 de julio de 2024.
*Este texto es resultado del trabajo conjunto entre elTOQUE y Gobierno y Análisis Político (Gapac).
ELTOQUE ES UN ESPACIO DE CREACIÓN ABIERTO A DIFERENTES PUNTOS DE VISTA. ESTE MATERIAL RESPONDE A LA OPINIÓN DE SU AUTOR, LA CUAL NO NECESARIAMENTE REFLEJA LA POSTURA EDITORIAL DEL MEDIO.
comentarios
En este sitio moderamos los comentarios. Si quiere conocer más detalles, lea nuestra Política de Privacidad.
Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *